Capitulo 20. Prison Break

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Nuestros ojos se abrieron a más no poder, mientras mi cuerpo quedaba inmóvil en el suelo.

―Oye, vas a estar bien, vas a estar bien. Sólo es una herida pequeña que entró limpiamente―dije, intentando disminuir la tensión en el aire.

Por la habitación, el sonido del cuerpo de Marco estrellándose con el duro concreto se propagó con un eco desgarrador. Las miradas de todos se enfocaban en su herida, tan grande como mi puño en un costado de su pecho. La incertidumbre rodeaba la habitación, utilizando las pocas fuerzas que les quedaban, la multitud se acercó a él con la esperanza de ser de ayuda.

―Dani, recorre las instalaciones, busca algo que podamos usar para ayudar―ordenó Roberto.

Con una pierna y varias costillas rotas, Dani recorrió el edificio cojeando a gran velocidad mientras, en un esfuerzo inútil por evitar una hemorragia, Roberto cubría con sus manos las aberturas en el cuerpo de Marco.

―Tú has ocasionado esto―musité.

―Admito que, ésta vez me confié. La próxima vez no será igual. ―amenazó una figura que se encontraba tras de mí, su cuerpo era difícil de distinguir con la luz de la habitación, como un agujero negro delante de una estrella brillante.

―No tenías por qué hacer esto―de media vuelta para observarlo frente a frente, se acercaba a mí a pasos pequeños pero pesados.

―Quizá aquí no tenga poder, pero eso no me detendrá para cumplir mi deber celestial.

Se acercaba con mayor intensidad, estaba claro que quería pelear. Listo para saltar contra el chico que no había tenido una pelea sería una vez en su vida, a quien todos apalean con facilidad.

Un ligero zumbido se escuchaba a lo lejos del pasillo, Daniel había regresado con una caja de primeros auxilios. Se la entregó a Roberto, quien la abrió lo más rápido posible.

―Trae acá―aseveró Fátima, tomó unas cuantas vendas y alcohol. Marco gimió de dolor al sentir el alcohol teniendo contacto con sus heridas, pero Fátima lo ignoró y colocó las vendas lo más ajustadas que pudo para evitar una hemorragia masiva.

―Debemos llevarlo a un hospital―añadió Fátima.

Las miradas se centraron en Daniel, aunque la idea se descartó rápidamente al contemplar que le costaba mucho trabajo el siquiera mantenerse de pie.

―Yo lo llevaré―expresó Madeline con un tono áspero en su voz, la idea de hablar frente a mucha gente le incomodaba un poco, pero tenía la responsabilidad de ayudar a quien pudiera, y es algo que ella sabía y entendía a la perfección.

―No, espera―intentó exclamar Marco, pero su cuerpo se había comenzado a debilitar y de su boca solo salió un leve alarido. Sus ojos, que normalmente se tornaban de un gris intenso al momento de enfocarse en sus poderes, ahora parecían de un amarillo grisáceo. Aunque, sin duda alguna, algo estaba ocurriendo.

El monstruo lanzó un gancho derecho que terminó por dejarme sin aliento, intentaba asestar un golpe, aprovechando mi fuerza, pero el demonio lograba esquivar cada uno con una agilidad extraordinaria, aunque su fuerza no se quedaba atrás. Intenté detener sus manos, a lo que respondió con una patada en el estomago, provocando que mis manos soltaran sus muñecas. Con un movimiento rápido e inesperado, sujetó mi garganta con fuerza, intenté forcejear para quitármelo de encima, pero mis esfuerzos fueron inútiles.

Me empujo lentamente hasta que mi espalda chocó con una pared blanca de aquel extraño cuarto, mis esfuerzos se centraban en intentos inútiles por llevar aire hasta mis pulmones, intenté golpearlo brutalmente, pero se quedaba parado como un roble frente a mí con una mirada que podría dejar helado a cualquiera.

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