Ese miedo que te invade día a día, que está dentro de tu cabeza y no te deja dormir no te sucede que te encuentras en tu cuarto oscuro lleno de mucha soledad, boca arriba sin poder dormir con una gran dócil de miedo en tu pensamiento imaginándote la escena donde caes y fracasas, donde no hallas ese camino que tanto querías encontrar, y sin darte cuenta esa noche oscura para ti se ha ido dándole paso a la llegada del día que por más que brille el sol sigue siendo oscuro, oscuro ante nuestros ojos lleno de pesar y de tristeza más la suma de los problemas de tu entorno, problemas familiares, la típica historia de tu padre que le es infiel a tu madre y ella se siente que no sirve una hermana pequeña que aún no entiende los problemas de los grandes, una abuela que te quiere y te consiente pero sufre por todo lo que pasa, una tía con la misma historia de tus padres, los dichosos amigos que dicen que estarán contigo en las buenas y en las malas FALSO! Nadie sufre el dolor de otro, y en ese punto de la adolescencia y la adultez vez que has sufrido tanto en tan poco tiempo y justo es ahí donde te preguntas ¿vale la pena continuar con mi vida? Como eres cobarde no te suicidas, comienzas a prepárate para luego suicidarte, empiezas por pequeños cortes en tu cuerpo para preparar tu mente y tal vez con la esperanza de que tus problemas mejoren y las cosas cambien para bien y cada vez son más los corte y las cicatrices en tu piel creyendo que con proporcionarte dolor en la piel disminuyen los dolores del alma, ¿Funciona o no funciona? A mí no me funciono. Y sigues ahogándote en tus problemas sin poder desahogarte por el simple hecho que vivimos en una sociedad tan maldita donde la confianza se fragmenta cada vez más, donde hacerle daño a otro para recibir satisfacción se ha convertido en cotidianidad, donde el respeto se ha perdido, donde no vale la pena seguir viviendo.
La vida consta de risa, llantos, alegrías, tristezas, y demás si no fuera así no sería vida.
