Prólogo

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Sevilla, 10 de julio de 1936

El sol de aquella mañana de julio había aparecido desdibujado, como pintado a escorzo sobre una tela basta por un novato. La ciudad se despertaba desperezándose, como si hubiera estado envuelta en un letargo imposible. El color blanco de la cal usada para tintar las casas de aquellas callejuelas por las que tanto gustaba de perderse la gitanía de las ventas de la postrera hora arrancaba destellos de perfil a las adelfas y buganvillas que trepaban por encima de los muros, como niñas traviesas intentando escaparse de la vigilancia de sus madres.

Era la hora del primer calor, con aquel aire engañoso que hacía olvidar en casa los abanicos y el sombrero y que, si te descuidabas, en menos de cinco minutos te podía tener sudando como un pollo. En las esquinas de las calles de entrada al barrio de Santa Cruz, los chocolateros pregonaban su mercancía en voz lo suficientemente alta para que la oyeran los pocos paseantes que no remoloneaban aún en la cama, y empezaban a llegar las carretas para abastecer a los mercados de los alrededores. No tardaría mucho en formarse una algarabía considerable, pero en aquellos momentos todavía reinaba un silencio relativo. Las calles no estaban ni demasiado llenas ni demasiado vacías. Era el momento perfecto para salir sin ser visto.

A primera vista, nadie se fijaría en tres muchachas que acababan de dejar atrás la puerta de su casa. Las tres iban vestidas de negro, no porque llevaran luto sino porque no querían llamar la atención con colores vivos. Las tres llevaban esperando aquel día mucho tiempo, casi desde el mismo momento en que se izó la bandera tricolor en el balcón del Alcázar aquel domingo de abril de 1931 y todo el pueblo llano, que había estado deseándolo fervientemente, se echó a la calle en pie de igualdad para gritar con todos:

- ¡Viva la República!

Si hubieran pertenecido a una familia normal, nadie se habría fijado en esas tres muchachas, una de ellas con un niño algo crecidito de la mano, otra tapándose la creciente barriga con un extremo de su vestido, la última tocándose la cabeza con una pamela para protegerse del sol. Ni se habrían preguntado por qué salían de su casa si esta fuera una vivienda normal, de color blanco y encalada, como el resto de las casas que parecían dormir una siesta perpetua en aquella parte de la ciudad.

Pero la familia de las mujeres no era cualquier familia, sino una muy conocida en la ciudad. Y ellas habían llevado detrás a muchos pretendientes antes de que cada una se decidiera por uno, allá en los días ardientes en los que parecía que la ilusión de la libertad duraría para siempre.

Habían sido, para bien, la comidilla de las terrazas y las casas de su nivel durante muchas tardes. Y lo sabía la única que había podido recorrer el pasillo de una iglesia vestida de blanco y con un ramo de flores de azahar en la mano, porque otra se había casado apresuradamente un año antes, en 1935, cuando Sevilla entera pareció caer presa de un ataque repentino de asma.

De las otras dos, una tenía un marido en Cuba al que apenas había conocido, porque sólo le dio tiempo a dejarla preñada antes de salir como una exhalación del puerto de Cádiz, y la otra, con diecisiete años recién cumplidos, acababa de aprobar la última parte del bachillerato de Ibáñez Martín, el de la Institución, y sólo se preocupaba de tener aprobado el francés y de salir por las tardes con sus amigas a deslumbrar a los piconeros y a los quintos que iban vestidos de uniforme y soñaban con una gallardía imposible.

De dar vivas a la República no se vive, había dicho en aquel momento, abril de 1931, don Anselmo, su padre. Un honrado catedrático de Derecho en la universidad, hombre probo que había sido soldado antes de casarse con una señorita de la alta sociedad sevillana y que llegó a la patria aureolado como un santo, porque fue uno de los últimos de Filipinas. De dar vivas a la República no se vive, por supuesto, había repetido su madre, doña Emilia, que estaba muy bien relacionada y descendía de una familia noble, aunque de linaje algo deslucido, porque no había tenido varones.

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⏰ Last updated: Aug 05, 2018 ⏰

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