Y, demonios, esto es lo único en que voy a estar de acuerdo con Kiefer. Cuanto menos Ayden me note, mejor. Sabiendo cómo es cuando estoy cerca, mantendría toda su atención en mí y olvidaría pensar en la pelea y la concentración en la batalla contra alguien que bien podría matarlo a falta de reglas. Y eso es lo último que quiero. No podría vivir conmigo misma sabiendo que por mi culpa él sería asesinado. No quiero ser la que cause eso, Dios, por supuesto que no lo deseo con ningún gramo de mi ser.

Así que me mantengo callada por un buen rato, acurrucada sobre el pasto ligeramente húmedo por el rocío, mientras me apoyo sobre un pequeño arbusto detrás de mí, el cual es uno de los muchos que rodean el lugar. A lo lejos puedo vislumbrar las copas de los árboles, con la luna iluminándolos a la perfección como un hermoso paisaje romántico. Pero nada de lo que ahora estoy viviendo se acerca al romanticismo del paisaje. Esto más bien es una película sangrienta para mí.

Aun así, por unos momentos demasiado cortos admiro la belleza antes de volver mi vista hacia el tumulto de personas desesperadas por acción. Sus rostros están arrugados por las sonrisas felices, como si fuera un parque de atracciones en vez de una pelea ilegal en donde alguno de los peleadores podría morir. Cierro los ojos y respiro para tranquilizarme, intentando que el pánico disminuya y mi corazón deje de estar tan acelerado. Sin embargo, el rugido infernal de la gente me obliga a levantar los ojos y fijar la vista en aquel lugar centrado entre las personas, un espacio dedicado a los peleadores. Kiefer se adelanta, su mano palmea el hombro desnudo y musculoso de Ayden mientras su boca se mueve con palabras gritadas que desde mi lugar no puedo escuchar. Aun así, noto la postura de Ayden, la rigidez en su cuerpo, la frialdad de su aura y su neutra expresión. Sus ojos helados, gélidos, centrándose por completo en el suelo e ignorando todo su entorno. Y lo peor es que él parece tan acostumbrado a esto, sin importarle nada, desinteresado y algo así como aburrido. Algo que completamente lo contradice, y no hablo de lo que el exterior me hace ver. Él no es para nada desinteresado ni tampoco alguien al que le aburren las cosas. Pero ahora, en este mismo instante, parece como si todo fuera común y no lo suficiente interesante para captar su atención.

Entonces otro tipo aparece, un mastodonte de unos dos metros de alto, tan grande como nunca había visto a un hombre serlo y tan visiblemente intimidante que hace mi pulso latir con terror y dar un grito de dolor por lo terrible que será para mí ver la pelea. Jadeo, queriendo correr hacia Ayden para impedir lo que sucederá. Dios, no quiero dudar de Ayden, pero su contrincante es tan enorme que con solo tocar a alguien podría lastimarlo gravemente.

Veo cómo Kiefer mira hacia el mastodonte, sonriéndole victorioso mientras termina de decirle algo a Ayden. Por otro lado, el rival truena los nudillos mientras ve cómo Kiefer se aleja y toma algo de las manos de su ayudante. Luego, muestra el contenido.

Cuchillos. Cuchillos de todos los tamaños.

Mi corazón se detiene, la sangre es drenada de mi cuerpo y me deja débil como jamás lo estuve.

Ayden toma uno mediano, en comparación con los otros que hay sobre la caja, y su contrincante uno ligeramente más grande.

Demonios, nunca dijeron que iban a pelear con cuchillos.

—Dios, no. —Se me escapa en un jadeo entrecortado, mis manos se retuercen contra lo que me amarra.

—Ayden es bueno en esto. No temas por él. Estoy seguro de que vencerá a BigCan. —La profunda voz del gorila me hace sobresaltar—.

Quizá salga a penas con vida. Pero vencerá.

¿Por qué tiene tanta fe en Ayden?

—Porque si gana su victoria traería más dinero del que uno puede contar, más los imperios que BigCan tiene. Eso, niña, pagaría los estudios de mis niños. Y solo la fe puede hacer que las cosas se cumplan —responde la pregunta que al parecer dije en voz alta.

Mi huésped, Ayden (Mío #1)© DISPONIBLE EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now