Capítulo 12: El comienzo del paraíso

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Eva también bebió algo de café; usualmente, tendría una actitud cauta al conocer a una persona, y no diría, ni dejaría entrever, tener algún tipo de intención más allá que la de trabajar y cumplir con sus obligaciones. Pero, por alguna razón, estando frente a él, sentía que no ere necesario callar o disimular, porque existía algo, para lo que aún no tenía nombre, que hacía que pensara que estaba en lo correcto.

–Lo sé, y por eso es que quiero conocer a fondo el proyecto lo más pronto posible, necesito manejar toda la información con urgencia.

–Haré todo lo que necesites –replicó él, sonriendo–, te aseguro que tendremos excelentes resultados, incluso si quieres puedes acompañarme ahora mismo a la galería.

Pero ella negó con la cabeza antes de responder.

–Sería fabuloso, pero no puedo; tengo que estar en quince minutos en terreno para tener una idea clara del proyecto, es la remodelación del Boulevard del centro comercial Plaza Centenario.

–Es una pena, en la tarde tengo un almuerzo y después estoy obligado con asuntos de la galería. ¿Te parece a las ocho?

–Ocho quince –corrigió ella, revisando la agenda en su teléfono–, así me da tiempo de pasar por el hotel después de la reunión en la constructora.

–Estupendo –replicó él, sonriendo–, entonces quedamos en esa hora, te paso a buscar al hotel o llegas directo a la galería.

Eva aun no tenía todo el conocimiento de la ciudad después de varios años en el exterior, pero detestaba quedar como la que consigue chofer sin motivo; además, la joma en que el hombre había planteado la cuestión era inteligente, ya que no imponía opciones, y en cambio, se mostraba cortés y atento.

–Prefiero llegar directo a la galería.

–Genial, entonces nos vemos a las ocho y quince.

Terminaron el café, y al ponerse de pie estrecharon las manos, pero aunque fue en un principio un gesto protocolar de ambos, sucedió algo inesperado: al tener contacto físico, una corriente eléctrica pasó de uno a otro, despertando los sentidos de los dos, con un estímulo sexual automático. Se quedaron inmóviles, mirándose con intensidad inusitada, transmitiendo por la vista el deseo que estaban experimentando desde ese instante, sin tener nada más que ver que una al otro, sintiendo cómo las pulsaciones aumentaban de golpe y la respiración se agitaba por el brusco cambio de estado; Adán la habría tomado en ese instante entre sus brazos, quería mantener eternamente el contacto con esa piel, conocer sus formas, palpar la temperatura de su deseo con sus labios, quería hacerle el amor de inmediato y no separarse de ella hasta más allá de los limites, y sentir como fluye de la persona perfecta, la más perfecta sensación. Eva no conseguía quitar la mirada de esos profundos ojos que brillaban con deseo desenfrenado, y se sintió abrumada por su propia excitación, por lo imposible del momento en que sucedía, por lo incorrecto de sentir deseos de quitarle la ropa y tomarlo para sí, porque quería hacerlo suyo, quería excitarlo de todas las formas posibles y sacarlo de los limites conocidos para hacerlo experimentar nuevos placeres hasta enloquecerlo, el mundo no importaría después, porque él solo tendría sentidos para ella.

Separaron las manos con dificultad, sin hablar, sabiendo perfectamente lo que estaban pensando, pero recuperando algo de la cordura al romper la conexión directa, y entendiendo que no era el lugar ni el momento, que dejarse llevar por ese deseo sería inútil, porque para eso podrían crear un momento perfecto. Aun sin hablar, Eva salió lentamente del café y subió a un taxi, donde dio una vaga indicación, sabiendo que lo importante era salir de allí de inmediato, antes que perdiera por completo la compostura.

– ¿Se siente bien señorita?

–Estoy bien, gracias.

No estaba bien, estaba descolocada por lo que había pasado, a la vez confundida y maravillada, con la temperatura por las nubes y el corazón aun azotándole el pecho; habían quedado de acuerdo en reunirse a la noche en la galería, lo que significaba que estarían solos, y no sabía qué iba a ocurrir entonces, no sabía si tendría otra vez las mismas sensaciones o siquiera si podría controlarse; pero no faltaría.

La traición de AdánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora