—Gou-san, ¿está todo bien?—preguntó Rei, consternado. Él era el único que no había dado señales de pasar un mal rato, pero, por supuesto, no entendía el por qué. Probablemente él tampoco entendía el malestar del resto.

—Sólo estoy cansada—respondió, con otro bostezo.

—No deberías pasar tanto tiempo leyendo mangas por la noche—alegó, pensando que era la única explicación lógica.

Una vena saltó en la frente de Gou.

Por lo menos podrían pensar que estoy así porque estudio hasta tarde pensó, antes de limitarse a sonreír tensamente.

Makoto y Nagisa la miraron con pena.

La pelirroja se esforzaba por mantener el ritmo de la caminata cuando su rostro se estrelló contra algo.

—¿Haruka... senpai?

Nanase se había detenido de golpe frente a ella, haciendo que chocara contra su espalda.

—¿Haru-chan, qué pasa?

El resto del equipo lo miró con intriga. El cuerpo de Haru se estremeció ligeramente, luego giró despacio y levantó el rostro con una expresión hueca que resultaba aterradora en conjunto con su aspecto demacrado.

—¿H-Haru?— llamó Makoto, nervioso.

El aludido abrió los labios sin emitir sonido alguno durante un segundo.

—Volveré...—dijo al fin, con una larga pausa de por medio— a la piscina.

Comenzó a caminar, aletargado como Gou, al tiempo que desabotonaba su camisa.

—¡Haru-chan!

Makoto y Nagisa se lanzaron sobre él, evitando que se desnudara en medio de la calle.

—Vamos, Haru, la escuela ya cerró, no puedes irrumpir así—argumentó Tachibana, sosteniéndolo por la espalda.

El delfín parecía no escuchar razones. Era como una abeja respondiendo al llamado de su reina, incapaz de actuar bajo otra voluntad.

Gou lo miró con una mezcla de compasión y asombro. Nunca se imaginó ver a Haruka así de afectado por nada, lo que le hacía preguntarse cuán mal lo estaría pasando.

—Haruka-senpai—se acercó sin que nadie lo notara y se sujetó con fuerza al brazo de su compañero. Habló con voz baja, muy suave para su tono habitual—. Vamos a casa.

El moreno la miró sin pestañear y luego simplemente liberó la tensión en su cuerpo, dejándose llevar esta vez por la voluntad de la pelirroja.

—Nosotros nos adelantaremos—anunció ella, sin apartarse de Nanase—. Los veremos mañana.

—Gou-chan...

—Estaremos bien—declaró con una sonrisa tranquilizadora, antes de emprender el camino.

Los demás se quedaron ahí, incapaces de hacer algo por sus afligidos amigos.

—Deberíamos decirles—sugirió Makoto, en un susurro.

—Mako-chan, no podemos hacer eso. Ellos fueron muy claros, ¿recuerdas?— tajó Nagisa, también en voz baja para evitar que Rei los escuchara.

Se pasaron todo el camino en silencio. La pequeña Matsuoka miraba de soslayo a su compañero cada tanto, sólo para asegurarse de que seguía ahí, aunque no soltó su brazo en ningún momento; él tampoco intentó alejarse de ella, tal vez porque ambos sentían que el otro entendía su malestar.

—¿Senpai?—llamó, cuando por fin se encontraron frente a la puerta de la vieja casa Nanase. Se mordió el interior de la mejilla, esperando no sonar demasiado inapropiada con su siguiente frase—. ¿Quieres ir a casa conmigo? Creo que a mamá le gustaría verte, y puedes usar la habitación de mi hermano para dormir.

Antes de la muerteWhere stories live. Discover now