—Espera... ¿Qué? ¿Es verdad? ¡Joder! ¡Joder que alegría! ¡Por fin tengo una alegría!–exclamaba Louis, vuelto loco— Si estuvieras aquí hasta te besaría Scar, ¡Millón de gracias! ¡Me has salvado, una vez más!—

—No hay de que, por ahora alístese... el señor Will está por venir.

Louis tosió. — ¿Quién es ese?-

—Uhm, ¿Su abogado del cual le he estado hablando hace menos de un minuto? —.

—Oh, Sí, sí, ahora lo tengo, gracias Scar. –Louis soltó un suspiro largo y volvió a sentarse en su sillón de cuero negro. Miró hacia fuera a través de la ventana; el cielo estaba apagándose y por más que deseara estar en casa, pareciera como si no tuviera oportunidad de hacerlo jamás.

De vez en cuando, en jornadas tan extenuantes como éstas, un cosquilleo recorría su cuerpo. Era como si su sistema circulatorio estuviese pidiendo algo, o si sus nervios en un arranque de revolución corporal le pidiesen aire, despreocupación, desorden... libertad. Pero luego, inmediatamente, los anticuerpos, la moral, la ética entraban a la guerra, recordándole quién era, y todo lo que ha logrado.

Minutos más tarde, el abogado Mr. Will se presento junto a los dos ejecutivos, Scar apareció con los balances y luego de casi dos horas de revisión, el asunto había quedado resuelto, claro que Louis dejo en evidencia que estaba arrufianadamente estresado, tras derramar torpemente la taza de café sobre uno de los ejecutivos. Aquel accidente empujó el mar de groserías que expresó sin poder detenerse. La mirada estupefacta de Scar delató la grave falta, que se convirtió seguidamente en lágrimas de arrepentimiento por parte del ojiazul.

Sin más la reunión concluyo, Scar se retiro y él fue el último en salir. Lo único que quería era llegar a casa y que Leonor le diera un par de masajes para calmarse.

O de lleno tres pastillas para dormir. Lo habitual.

Bajando por el estrecho ascensor, y con la suma esperanza de desaparecer del imperio T. sintió su celular vibrar.

Extrañado, lo sacó de su abrigo y miró la pantalla... Dios, era su madre ¡Lo había olvidado!, en cosa de segundos llegó hasta el primer piso, tomó paso rápido y subió a su mercedes. Condujo a toda marcha y luego de diez minutos de viaje; malas palabras contra el tráfico y un niño que casi arroyó, llegó hasta donde vivía Jay, salió de su coche colocó la alarma y presionó el timbre, las puertas se abrieron y entró al ante—jardín.

Su madre salía de la puerta principal con un abrigo de cuero y un cigarrillo en sus labios.

—Ya creí que no venías, cariño –Articuló la mujer mirando a su muchacho mientras este se acercaba hacia ella y le besaba el rostro—

—He tenido un día asqueroso, así que por piedad no me reproches. –Contestó el ojiazul formulando una mueca de disgusto en su rostro.-

—Así lo noto, ven, entremos y bebamos café, estas de muerte. –Pronunció Jay mientras tomaba del brazo a su hijo y juntos entraban a la casa.

Era grande y muy adornada, su padre había sido empresario como él, viajaba por todo el mundo y de esa manera terminó su vida en medio de negocios y dinero. Jay vivía prácticamente sola, acompañada de Jeime su dama de compañía.

—Buenas noches señor Tomlinson... –decía Jeime amable y Louis le saludo con una sonrisa débil, la mujer trajo el café y un plato con galletas de chocolate, luego de una reverencia se marcho—

—Leonor me ha llamado para decir que su desfile de ropa North había sido un éxito... –hablaba Jay mientras revolvía su café, Louis asintió mientras bebía de su tasa—

Summer in Tennesse  «l.s»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora