Kacchako AU

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El caballo galopaba a toda velocidad, no quedaba mucho tiempo, al atardecer él moriría, él moriría si ella no llegaba a tiempo. La bruja negó con la cabeza, no pasaría, ella lo evitaría, llegaría a tiempo. 

En su cinturón quedaban pocas pócimas, y su magia... se sentía débil, pero sería suficiente, ella lograría que sea suficiente para salvar a Bakugo.
"Lo siento, Midoriya... pero no puedo dejar que lo maten, no ahora que sé quien realmente es".
Solía ser la curandera del pueblo, ahora era una traidora, perseguida por la corona. Su cabaña había sido reducida a cenizas, y Bakugo, al protegerla, había sido capturado en el calor del momento.
Iida la había amenazado, "—Te debo mucho, pues has curado a mi hermano, pero si te acercas al príncipe, no tendré opción", y eso no había sido suficiente para asustarla, solo le había concedido tiempo de preparar un último elixir y preparar un hechizo especial.
El agotamiento significa poco para ella.
Una vida peligraba y había jurado que protegería la vida de aquellos preciados para su corazón.
Llegó pronto a las cercanías del pueblo, el importante castillo se alzaba orgulloso. Bakugo estaba en las mazmorras, pero los guardias irían por él en cualquier momento. El sol estaba cayendo, pronto caería lo suficiente. Ochako podía ver como ciertas personas del pueblo observaban un aviso; esos avisos solían colocarlos la guardia real, así que seguro ese estaba dando noticias de que pronto decapitarían al "rebelde".
—¡Vamos! ¡Falta poco! ¡Falta poco!
Cuando estuvo lo suficientemente cerca de la entrada (que estaba cerrada y bloqueada por una reja gruesa de negro hierro), Uraraka tomó el bastón que mantenía atorado en su cinturón. "Vamos, tú puedes, un conjuro más, sólo uno".
Sus piernas se aferraron al caballo, tuvo que dejar las riendas para esta labor. Cerró los ojos y se concentró. Ella era una bruja, debía honrar su profesión y recordar su conexión con el mundo. La magia estaba ahí, sólo debía decir las palabras correctas.
—¡Aperta viarum —gritó y elevó más el bastón—. ¡Vulgo apertis! —una grieta comenzó a rasgar el suelo, abriendo lo que parecería un pequeño lago.
El caballo saltó sobre el lago, que se los tragó a ambos, expulsándolos al otro lado del castillo. Uraraka se aferró al caballo para no caer, jamás había realizado un hechizo tan complicado, su fuerte eran las pócimas y los hechizos de levitación. Jadeó desesperada, sentía como sus ojos querían cerrarse. En su lugar dio un golpecito al costado del caballo que reanudó su carrera. Si mal no se equivocaba Bakugo estaría siendo juzgado por el príncipe Todoroki antes de la ejecución. Se dirigió hacia la corte, bajando de su caballo cuando el camino se volvió de marfil y supo que el caballo no podría andar más.
Su bastón estaba a punto de romperse, no soportaría otro hechizo más. Aún así ella lo colocó frente a ella y una vez más dijo:
—¡Velox! Videtur destination in conspectu meo —otro portal se abrió y ella sin dudarlo saltó en él.
La corte estaba llena de caballeros, todos estaban preparados en caso de que Bakugo intentase algo. Pero él no se movía, permanecía de rodillas, encadenado, con la mirada en el suelo. Uno esperaría que su ira fuese implacable, pero parecía tener la mente en otro lugar.
—¿Estás consciente de tus crímenes, Bakugo? —inquirió Todoroki, sosteniendo un pergamino real con los recitos necesarios para el juicio.
—¿Mis crimines? —una sonrisa peligrosa y sarcástica apareció—. ¿Mis crímenes, dice, maldito bastardo? ¿Por qué no hablamos de sus malditos crímenes?
—¡Miserable! ¡Cómo se atreves a hablarle así al rey! —gritó Iida, quien se apresuró a darle un buen golpe.
Bakugo tosió ya que recibió una patada en el abdomen.
—Príncipe, aún es un maldito príncipe —siseó Bakugo—. ¡No me importa si me quieres matar! ¿Quiere hablar de crímenes, su alteza? Perfecto, dígame, ¿qué es un peor crimen? ¿Vivir como un hombre libre o hacer al hombre un esclavo? ¿Atacar a quien le sirve incondicionalmente? ¡¿Matar a su curandera?! ¿Cuál cree que es un peor crimen? ¡¿EH?!
—Mi rey... —Iida rogó con su mirada a Todoroki—. Este sucio barbaján no es más que una amenaza, ¿para qué hacerle un juicio? Es claro que no muestra remordimiento respecto a sus crímenes.
—Debe ser juzgado, es la ley divina —respondió Todoroki—. Prosigamos con el juicio.
—Sí, su majestad.
De pronto se escuchó una explosión, del techo se escuchó tremendo estruendo, y de una fisura aparecida cayó Uraraka, quien a todas luces caería estrellándose contra el suelo, pero Bakugo fue más rápido y logró detener el impacto.
—¡Ochako! —exclamó sin saber qué más decir—. ¿Cómo es...? ¿Estás...?
—Te dije que una bruja no puede morir tan fácil —dijo Uraraka sonriendo, tosiendo un poco—. Ahora, déjame sacarnos de aquí.
—¿Cuánta magia has usado? ¡Saca tu maldito trasero de aquí! ¡No dejaré que lo arriesgues por mi vida!
Sin embargo, la bruja se apartó, tomó el rostro de su amada bestia y dejó un beso en sus labios.
—No puedo hacerlo, hacerlo es lo mismo que elegir muerte en vida.
—¡Guardias! ¡Detengan a esa hereje! ¡Es una traidora a la corona! —gritó Iida, desenvainando su espada.
Uraraka lanzó uno de los pocos frascos que quedaban en su cinturón en dirección a los guardias que venían hacia su oeste, el frasco reventó y a aquellos que logró salpicar con su contenido empezaron a flotar como humo. Sus armas cayeron al suelo. "Esto no es bueno, lo usé demasiado pronto", y los otros dos en su cinturón serían para su escape, debía protegerlos a toda costa.
—Siempre fui leal al reino, majestad —dijo Uraraka—. Pero no dejaré que lo mate.
—¿Es eso de verdad lo que quieres? No te perdonarán la vida dos veces —respondió el príncipe.
Uraraka se acercó a una de las espadas que estaban en el suelo, la levantó y se posicionó en frente de Bakugo.
—Yo, Uraraka Ochako, la bruja del bosque, curandera de los enfermos, juro que protegeré la vida del hombre que amo, aunque me cueste la vida —volteó donde Bakugo, le sonrió—. Saldremos de aquí, lo prometo.
Iida se lanzó hacia Uraraka, ambos comenzaron un combate feroz de espadas. Era obvio quien tenía mejor técnica, velocidad y fuerza... pero ella no estaba desprovista, su determinación la ayudaba a hacer frente a cada estocada, a cada fuerte golpe. Porque su vida era importante, tan importante como la de aquellos que quería proteger, y si para salvar otra vida debía herirse en el proceso, era algo que estaba dispuesta a hacer.
Bakugo intentó levantarse, pero estaba débil y herido, había usado su reserva de fuerzas para atrapar a Uraraka momentos antes. Sólo podía presenciar el combate.
Sus ojos brillaron con llamas, admiraba a la bruja, la admiraba porque pese a su gentileza era fuerte, tenía agallas y valor.
Algún día ella sería su mujer, ya lo había decidido desde hace tiempo, y creyó que había perdido toda oportunidad cuando le dijeron que la habían matado en el incendio.
Todoroki tomó una espada, él pondría fin a esto de una vez por todas.
—Bakugo, en nombre de Dios, te sentencio a muerte, por robo, asesinato, atentos contra la corona y su pueblo.
Uraraka volteó al escuchar estas palabras. Iida aprovechó y la atacó, abriendo una herida en su brazo. Uraraka gritó de dolor, soltó la espada, pero su cuerpo, casi moviéndose solo, corrió en dirección a Bakugo.
Y entonces, un sonido seco.
Bakugo seguía vivo, porque entre la espada y él se encontraba Ochako, quien tosía desesperada.
—¡Idiota! ¿Qué has hecho? ¡Mujer estúpida! ¡Necia! ¿Por qué? ¡¿Por qué?! ¡Debiste dejar que me apuñalara a mí! —gritaba Bakugo, desesperado, con lágrimas en los ojos.
Uraraka sonrió.
—Porque solo con un sacrificio de sangre, se puede invocar a un dragón.
Tomó una botella de su cinturón y la reventó contra el suelo. Un circulo comenzó a dibujarse, era un sello antiguo para invocar a criaturas especiales, la botella que ella portaba tenía sangre de ese dragón, un regalo que este le había concedido, "si me llegas a necesitar, invócame con esto".
Un dragón rojo apareció.
—¿Me ha invocado, dama mía? —habló el dragón.
—Kirishima —jadeó exhausta, cayendo de rodillas, con la espada aún atravesando su torso—. Sácanos de aquí.
El dragón los tomó a ambos con sus patas, y salió volando rápidamente.
Bakugo intento desesperadamente quitarse las ataduras, pero no podía hacerlo.
—¡Suéltame dragón estúpido! ¡Tengo que ayudarla!
Kirishima los colocó sobre su lomo, Uraraka le quitó las restricciones a Bakugo, y este la tomó en sus brazos.
—¿Qué has hecho...? Idiota...
—Estaré bien... sólo saca la espada... por favor.
Bakugo sacó la espada, escuchando con el dolor de su corazón un grito desesperado de dolor.
—Ahora... necesito que me des el frasco, necesito beberlo, lo bebería yo, pero no puedo moverme —pese a todo, sonaba alegre.
Bakugo lo tomó y bebió un poco, luego acercó sus labios a los de ella, dejándola beber poco a poco toda la pócima.
—No moriré, Bakugo, deberías confiar más en mí —susurró ella, acurrucándose en sus brazos—. Así que no llores por favor.
Bakugo se secó las lágrimas.
—Nadie está llorando, bruja cara redonda.
La corte los buscó días y noches, pero no pudo encontrarlos.
La bruja y la bestia habían escapado.

Bakubowl drabbles [All x Bakugo]On viuen les histories. Descobreix ara