—Estoy pérdida—le respondió sorbiendo por la nariz. No debió desobedecer a su madre cuando esta le dijo que no saliera de casa sin compañía.

Se le arrugó el corazón a Hunter.

— ¿Quiere que la acompañe a su casa, Ángel?—le preguntó tendiéndole lentamente la mano.

La niña asintió despacito con su cabeza y tomó la extremidad del muchacho para ayudarse a poner en pie. Su madre siempre le decía que estaba mal agarrar confianza rápido, que con los desconocidos se debía de ir despacio porque ella no siempre iba a estar para cuidarla y sola debía de distinguir quien era bueno y quien no lo era. La pequeña dama examinó el rostro del caballero y cuando sus grandes ojos se encontraron con esa mirada azul, decidió que una persona con ese brillo no podría hacerle daño.

—Yo soy Hunter—le dijo el joven mientras, aun del brazo, ambos comenzaron a caminar.

—Yo soy Lady Madeline Lamb—el discurso le salió como si hubiera estado practicando en el espejo durante horas.

Ambos siguieron el camino hacia la casa de la niña, un lugar habitado por una de las familias más respetables de Londres.

Hunter sintió con Madeline una felicidad tan dulce, que no logró atinar que esa noche su madre moriría, sumiendo a su padre en una caída cuesta abajo, llena de alcohol, juegos de cartas y sobre todo, ahogada en deudas que el pobre muchacho debía de cargar.

Más ahora había algo en su vida que lo llenaba de dicha: aquella niña que vio crecer y convertirse en la dama que lo atormentaba en sus mejores sueños. Y claro, en los eróticos también.

~•~

[1838]

Habían pasado dos semanas desde que vio a Madeline besarse con el Conde. Sabía que era un cobarde por esconderse y fingir que no estaba cada que la dama llegaba a visitarlo, pero muy en su interior, no tenía las fuerzas que se requerían para ver esos ojos oscuros brillar cuando le contara que en el baile de la noche anterior, Lord Matthew formalizó su compromiso.

Se necesitaba coraje para andar por la calle pensando en una dama que no le pertenecería jamás, así que prefería quedarse en su despacho, aun cuando nada cambiara porque seguía pensando en la dama y ella aún estaba comprometida.

La puerta de su despacho se abrió dejando ver a al mayordomo, quien hizo una reverencia sin verlo a la cara.

—Lord Lamb vino a verlo, excelencia—anunció firmemente.

Como se mencionó, el marques era un buen amigo del duque, aun cuando su amistad fuese rechazada por la esposa del hombre, al igual que la unión que tenía con Madeline. Dianna lo odiaba con cada fibra de su ser y éste era otro impedimento para que él Duque no luchara por la dama.

«Excusas para justificar tu cobardía» susurró una voz en su cabeza.

—Hágalo pasar—ordenó haciendo a un lado los documentos que leía para prestarle atención a Lord Lamb, quien no tardó en entrar al despacho.

—Lord Padraig—El Duque se levantó de su asiento al escuchar el saludo y estrechó la mano del padre de Madeline.

—Marques—le respondió señalando con su mano el asiento que estaba del otro lado de su escritorio.

Aún no sabía cómo verlo a los ojos después de que casi besó a su hija dentro de esas cuatro paredes. Estaba faltando a su honor de caballero, pero no sé arrepentía. Al carajo las normas si estas le impedían besar a la dama.

La Debilidad De Un Caballero 1 EN FISICOOn viuen les histories. Descobreix ara