La Piramide Brillante

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-¡Qué cosa más rara! Supongo que en las colinas no habrá minas abandonadas... ¿Cree usted que  pudo caerse por algún precipicio? 

-No. El camino que tenía que tomar no discurre junto a ningún barranco; no es más que un sendero  abierto en plena colina, apartado, incluso, de cualquier camino secundario. Pueden recorrerse millas  enteras sin encontrar un alma, pero es absolutamente seguro. 

-¿Y qué dice la gente acerca de ello? 

-¡Oh! Tonterías... No tiene usted idea de lo supersticiosa que es la gente del campo. Donde yo vivo, son  más supersticiosos que los irlandeses, que ya es decir. 

-Pero, ¿qué es lo que dicen? 

-¡Oh! Suponen que la pobre muchacha «se marchó con las hadas», o fue «raptada por las hadas». ¡Si  el caso no fuera tan trágico, habría para echarse a reír! 

Dyson pareció algo interesado. 

-Sí -dijo-, la palabra «hadas» suena algo rara al oído en la época actual. Pero, ¿qué dice la policía?  Supongo que no aceptará la hipótesis del cuento de hadas... 

-No. Pero tengo la impresión de que anda completamente despistada. Lo que temo es que Annie Trevor  tropezara con algunos facinerosos en su camino. Castletown, como ya sabe, es un importante puerto de  mar, y algunos de los peores marinos extranjeros desertan de cuando en cuando de sus barcos y se  dedican al bandolerismo. No hace muchos años, un marinero español llamado García asesinó a toda una  familia por un botín que no valía seis peniques. Algunos de esos tipos apenas son humanos, y mucho me  temo que la pobre muchacha haya tenido un final espantoso. 

-¿Vieron merodear por allí a algún marinero extranjero? 

-No. Y la gente del campo se fija inmediatamente en cualquiera que tenga un aspecto o vista de un  modo «anormal». A pesar de todo, parece como si mi teoría fuese la única explicación posible. 

-¿No hay ningún dato que pueda servir de punto de partida? -inquirió Dyson pensativamente-. ¿Un  asunto amoroso, o algo por el estilo? 

-¡Oh, no! Ni pensarlo. Estoy seguro de que si Annie estuviera viva, se lo hubiera hecho saber a su  madre. 

-Desde luego, desde luego. Pero existe la posibilidad de que esté viva, y no pueda comunicarse con  sus amigos. Todo esto debe haberle producido muchas preocupaciones. 

-En efecto. Aborrezco los misterios, especialmente los que pueden ser el velo del horror. Pero,  francamente, Dyson, prefiero no recordarlo; no he venido aquí para hablarle de esto. 

-Naturalmente -dijo Dyson, un poco sorprendido por la actitud de Vaughan-. Ha venido para conversar  de temás más alegres. 

-No, eso tampoco. Lo que acabo de contarle ocurrió hace cosa de un mes, pero en estos últimos días  ha sucedido algo que me afecta de un modo más personal, y, para ser absolutamente sincero, he venido a  verle con la idea de que podía ayudarme. ¿Recuerda el extraño caso de que me habló cuando nos vimos  por última vez? Algo acerca de un fabricante de gafas... 

-¡Oh, sí, lo recuerdo perfectamente! En aquella época estaba muy orgulloso de mi perspicacia; incluso  ahora, la policía no tiene la menor idea del motivo de que fueran deseadas aquellas extrañas gafas  amarillas. Pero, tiene usted un aspecto realmente preocupado, Vaughan. Espero que no será nada grave. 

-No; creo que he estado exagerando, y quiero que usted me tranquilice. Pero lo que ha sucedido es  muy raro. 

-¿Y qué ha sucedido? 

-Estoy convencido de que se reirá de mí, pero ésta es la historia. Como usted ya sabe, hay un camino,  un derecho de paso, que cruza mis tierras y, para ser exacto, discurre junto al muro de la huerta. No es  utilizado por muchas personas; algún leñador, de cuando en cuando, y cinco o seis chiquillos que van a la  escuela del pueblo y pasan por allí dos veces al día. Hace unos días, decidí dar un paseo antes de  desayunar, y me detuve a llenar mi pipa al lado mismo de las grandes puertas del muro de la huerta. El  bosque se extiende hasta muy cerca del muro, y el camino de que le he hablado discurre a la sombra de los  árboles. Soplaba un vientecillo fresco, y aproveché la protección de la pared para encender la pipa. Al  hacerlo, incliné la mirada al suelo y vi una cosa que me llamó la atención. Debajo mismo del muro, sobre la  corta hierba, había unas piedrecitas que formaban un dibujo; algo así... 

★leyendas de terror★Where stories live. Discover now