1. El mensaje

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Clase de música. Como siempre, nadie hace nada más que molestar a la profesora y fingir que saben tocar, cuando realmente lo único que hacen es perturbar mis oídos. No suelo ser pesimista pero, a este punto de la historia, es imposible no serlo. Mi familia tiene problemas, mis notas no hace nada más que disminuir y mi trabajo como freelancer no está dando frutos. —Ayudame... —dije mientras apoyaba mi hombro en el de mi amiga, lloriqueando en busca de atención.

—¿Qué pasa? —me contestó sin dejar de mirar el celular. Cleo, mi mejor amiga, era mucho más pequeña y animada que yo. Tú sabes ese dicho, lo mejor viene en envase pequeño. ¿No lo has escuchado? ¿Lo acabo de inventar? Bueno, ella, aparte de su baja estatura y estar algo rechoncha, es un amor de persona. Siempre se preocupa por los demás, especialmente por su problemática mejor amiga aquí presente. Nuestras personalidades chocan, pero al mismo tiempo nos complementamos: ella más sociable que yo, pero nunca haría algo como arrojar huevos a la ventana de un vecino o subirse a un carrito de supermercado mientras canta New Rules de Dua Lipa. Si me preguntan, fue bastante divertido. Pero el punto no era ese.

—Quiero un novio... —bajé la mirada a sus manos. Esta en Instagram viendo fotos de gente que conocíamos. Suspiré, notando que me evitaba. No era la primera vez que insistía con ese cuento y sabía que mi amiga no era un maga pero creía que, entre tantos contactos, encontraría alguien indicado para mí.

—Yo también —dijo suspirando mientras continuaba bajando en las fotos. Ella, aún cuando era bastante linda, nunca había tenido novio (si es que no se cuenta ese que duro poco menos que una semana y fue cuando tenían casi once). Tampoco primer beso. Tal vez sea porque es reservada. Tal vez porque yo los asustaba. Sonreí para mis adentros. Cleo frunció el ceño—. Pero tú no quieres cualquier chico —me respondió antes de fijarse en mi dirección—. Tú quieres a Kruno.

Solté un suspiro soñador. Visualicé una vez más su rostro en mi cabeza, perfectamente. Su nombre completo es Krunoslav. Es de origen croata, como él y sí, tardé tiempo en aprender su nombre. Y sí, puse la misma cara que probablemente pusiste al leer su nombre.  —Eso es verdad...

Cleo me dio un golpe con su codo en busca de mi atención. Me giré y observé la pantalla, sorprendida. En ella me mostraba el perfil privado de Kruno, el cual tanto añoraba por ingresar y ver. Ella lo tenía. Podía ver sus fotos, podía ver sus ojos mirándome. Vi una sonrisa traviesa en los labios de mi amiga antes de apresurarme en sacar mi celular, desbloqueándolo con mi huella para ir directamente a Instagram. Escribí el usuario que tanto me había empeñado en aprender para ver que todavía no me había aceptado la solicitud. Pasé mi vista entre el celular de Cleo y el mío antes de azotar mi cabeza contra la mesa. —¿Por qué el mundo me odia?

Ella rió mientras dejaba su celular sobre la mesa para así tomar su gritara. —No te odia. Tal vez simplemente no se dio cuenta de tu solicitud.

—Tal vez porque no sabe de mi existencia, aún cuando he tratado de acercarme a él —volví a golpear mi cabeza, notando que varios dejaban de tocar simplemente para mirarme.

—Creo que te creería eso de que "trataste de acercaste" si tan solo le hubieras hablado  —suspiró tocando una lenta canción en guitarra—. Pero no has sido capaz de hacerlo, aún cuando te metiste hace dos años a la academia de Basketball para estar más cerca de él.

—Si lo dices así, da algo de miedo... —le dije cerrando los ojos.

Ella rió por lo bajo. —Porque lo es.

Me levanté mirándola de reojo. Ella se veía entretenida observando detalladamente el perfecto esmaltado de sus uñas, el cual no hace mucho se había hecho y —constantemente— presumido. Rodeé los ojos antes de deslizar mi mano por sobre su mesa, robando su celular. Realmente no le interesaba mucho que lo hiciera puesto que, entre amigas de casi toda la vida, ya no hay secretos. Le hice una seña, abriendo uno de sus juegos, indicándole que iba a jugar para que se tranquilizara y siguiera en lo suyo, lo cual hizo sin mayor problema. Sonreí internamente mientras dejaba esa aplicación para meterme a Instagram y buscar entre los usuarios más recientes el de mi chico. Bueno, "chico de mis sueños". Apreté el botón para enviarle un mensaje directo y, apretando la cámara, mandarle una foto de mi amiga.

Al instante me sentí completamente tonta, pero evité pensar mucho en eso. Sabía que si dejaba el mensaje ahí ella lo vería y me reprendería por lo psicópata y tonta que fui, por lo que antes de que lo supiera, eliminé el mensaje y dejé el celular donde antes. Suspiré algo cansada. Diría que nunca he sentido más adrenalina en mi cuerpo que en este momento, pero mentiría. Tú no conoces a mi madre enojada por haber roto uno de sus libros sin querer. No sabes lo peligrosa que es y lo veloz que puede correr. Tengo suerte de no ser hija única como para sufrir sola.

De repente sentí que el celular de mi amiga vibró e instantáneamente levanté la cabeza en su dirección. No le tomó mucha importancia, puesto que normalmente vibra por distintas notificaciones y no es de las que suele verlas, si no acumularlas en su pantalla principal. Nunca he entendido el propósito de eso, pero prefiero dejarlo así. Cada mujer con su peculiaridad. Tomé su celular al notar que ella no lo iba a hacer. Miré la hora antes que cualquier otra cosa, sonriendo al ver que tan solo quedaba poco más de un minuto para recreo. Revisé la última notificación que aparecía en su celular. Mi corazón dio un vuelco.

Instagram                                                                                 Hace unos segundos
KrunoLix te envió el siguiente mensaje: Hola. ¡Accede a Instagram para   verlo!                                                                                                                                        

Miré el mensaje por unos segundos que parecieron eternos. Tragué saliva completamente nerviosa. No tenía clases con Cleo en la siguiente hora, por lo que podría simplemente responderle y salir corriendo.

Y eso hice.

Abrí la aplicación lo antes posible y escribí un hola en forma de respuesta. El timbre sonó y, tomando mi cuaderno y dejando el celular encima de la mesa de Cleo, no sin antes cerrar la aplicación.  —Sakura, ¿no nos íbamos juntas? —la escuché gritar detrás de mí, a lo que yo simplemente respondí haciendo señas de que "nos veremos después".

Salí corriendo al baño de damas para encerrarme en una de las cabinas. Pasé ambas manos por mi cabeza con el corazón en mis oídos. —Me contestó... —solté un grito ahogado mientras buscaba retomar mi compostura. Sonreí con mis manos en mi boca, preparadas para tapar cualquier sonido que saliera de mis labios. De repente, mi sonrisa desapareció—. Aunque, realmente le contestó a Cleo, y a mí ni siquiera me ha aceptado la solicitud de amistad...

Rasqué mi cabeza mientras me sentaba en la tapa del baño, pensando. Si seguía hablando con Cleo posiblemente entable una relación con ella, pero si hablaba por mi instagram de seguro me bloqueaba y menos posibilidades tenía. —Dios mío, ojalá esto sea como una de esas historias que lee mi madre. Donde la protagonista termina con el chico... —suspiré. Miré la puerta del baño, notando diferente dibujos y mensajes que la gente se ponía a hacerles. El clásico "Juanito paso x aqui" y fechas de parejas o quién sabe qué cosas. Pasé mis dedos sobre la superficie de esos, recordándome mentalmente el lavarme bien las manos antes de salir. De repente, mi teléfono comenzó a vibrar y un único mensaje cubrió el bello rostro de una pequeña Sakura. Tragué saliva al ver el nombre de Cleo en él, acompañado de tres simples palabras.

Tenemos que hablar
[FOTO]

Guardé mi teléfono sabiendo a qué se refería.—Esto será muy intenso... —me dije, dejando el cubículo del baño y posicionando mi mochila sobre mi hombro. Pensaba saltarme clases, pero considerando lo mal que me ha estado yendo últimamente, eso ya no era opción. Me miré al espejo, notando algo extraño en mí, pero no era capaz de identificarlo a simple vista. No le tomé la importancia y, luego de lavarme la manos, me fui.

No sabía que las agujas del destino ya se habían comenzado a mover.

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