Secretos

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¡Hola! Vuelvo a los lunes como podéis ver, y cada vez queda menos para Agosto, así que ¡se acerca maratón! Lo subiré el 3 de Agosto seguramente, así que el 29 sintiéndolo mucho no habrá capítulo. Quiero dejarlo preparado, ya que se empieza a acercar la acción a la que quería llegar. Espero que os guste mucho el capítulo y dadme opiniones!

Cepeda

22:45. El timbre retumba por la casa.

- ¡Daniel! ¿Puedes abrir la puerta? Son los que han alquilado la casa de al lado.

- ¡Estoy en el baño!

- Ya voy yo tío- propuse.

- Diles que pasen, ahora salgo. 

Fui a la puerta de entrada desde el salón, mientras me despedía de Graciela con un whatsapp. Esta semana iría a Canarias con unos amigos y no íbamos a poder hablar tanto. Abrí la puerta y me encontré a una señora con cara simpática, rubia y una sonrisa espléndida, al lado de una chica con flequillo.

Posé mis ojos sobre ella y ya no pude quitarlos. Era Aitana. Parecía una broma pesada de esas en las que en cualquier momento sale una cámara de detrás de un arbusto después de haberte quedado con cara de retrasado.

- Hola. ¿Eres Marcos Cepeda?- dijo la que seguramente por la similitud de rasgos era su madre.

- No, soy su sobrino- dije intentando sonreír.- Pero pasad, viene en un momento.

Aitana tampoco había dejado de mirarme, y parecía que su madre se había dado cuenta, pero no hizo ningún comentario al respecto. No había abierto la boca y, al contrario de su madre que entró muy feliz y curiosa a nuestro hogar, ella tenía la cabeza gacha, como si le diera vergüenza estar allí.

Entramos en el salón y mi tío ya se encontraba allí. Mi primo entró poco después y se unió a las presentaciones que se habían empezado a hacer.

- Esta es mi hija Aitana- dijo acariciando suavemente la espalda de la chica, que sonrió tímidamente.

- Yo soy Marcos- dijo mi tío, dándole dos besos.- y este es mi hijo, Daniel- ambos murmuraron un encantado sonriendo- y bueno, durante estas semanas estará también por aquí mi sobrino, Luis.

- Encantada Luis- dijo ella, asomando una risa por sus labios. ¿Me estaba vacilando? Lo estaba haciendo. Ya le había dicho que me gustaba Cepeda y se estaba riendo de mí en mi cara. Nos dimos dos besos y volvió a su posición, aunque mirándome divertida.

- Bueno, os doy las llaves.- dijo mi tío- pero bueno, podéis sentaros un rato si queréis.

Belén, la madre de Aitana, aceptó encantada. Se sentaron en el sofá y ella miró el móvil. Mi tío preguntó que si era la primera vez que iban y que cómo le veían.

- Es la primera vez que venimos- comentó Belén- así que conocer conocemos poco.

- Bueno, mañana podéis venir Cosme y tú a tomar algo. Viene Jaime.

Por lo que tenía entendido, Jaime era amigo de la familia, y era el que les había hablado del pueblo.

- Cuando se lo cuente a Cosme va a aceptar seguro- dijo Belén emocionada.

- Y bueno, mañana Daniel se va a la playa con sus amigos y no vendrá hasta la semana que viene, pero Luis puede dar una vuelta con Aitana y enseñarle el pueblo. propuso mi tío.

No sé quién de los dos estaba más sorprendido, peor Belén estaba contentísima con la idea y mi tío daba palmadas con las orejas. Casi me empujó a que le diera mi número a Aitana para quedar para el día siguiente, mientras Belén le daba su número. El surrealismo de la situación empezaba a hacerme gracia, aunque en el fondo yo también me estaba muriendo de la vergüenza. Aitana se limitó a darme el número y no hicimos más comentarios, y le prometí escribirle más tarde, a lo que ella asintió. 

Al rato se despidieron y se fueron, alegando que Cosme, su padre, estaba descargando las cosas del maletero. En cuanto salieron por la puerta, le dije a mi tío que estaba cansado y me iba ya a mi habitación. No era tampoco una mentira, porque lo cierto es que el viaje me había dejado agotado, pero lo que quería era salir del salón, por miedo a lo que le pudiera decir a mi tío por semejante encerrona.

Una vez arriba, recordé que había dicho que iba a escribirla así que abrí Whatsapp y busqué el contacto que había agregado como Aitana.

"El mundo es un pañuelo, eh? Bueno, tú me dirás a qué hora te apetece dar una vuelta, si de verdad quieres conocer esto un poco".

Tres minutos, y ni siquiera lo había leído. Bloqueé la pantalla y miré por la ventana. Podía ver la casa que teníamos al lado, con algunas luces dadas. Recordé que acababan de llegar y, lógicamente, estaría viendo la casa y deshaciendo la maleta. Algunos años atrás esa casa también la usaba mi familia, pero desde que María se había ido a México pocas veces íbamos todos a Candeleda.

El móvil vibró. Dos veces. Tardé un rato en coger el móvil mientras acababa el cigarro que me había encendido hacía un rato. Fui hacia la cama, donde estaba el teléfono, con dos notificaciones de Whatsapp, de Aitana.

"Y que lo digas" decía el primero, con un emoticono de un giño. "Cuando a ti te venga bien, conociendo esto seguro que estás más liado que yo".

Pensé un rato en la respuesta. ¿Y qué cosas tenía yo que hacer? La verdad es que no tenía muchos amigos aquí, la mayoría o vivían en Ourense o Madrid o venían aquí en otras fechas. Pero sí que era cierto que al día siguiente quería ir a correr por la mañana. Tomar el aire fresco de aquí solía ser el chute de energía que necesitaba.

"Bueno, a partir de las once estoy libre" escribí en el chat.

"Pues a las 12?" escribió al segundo. Estaba en línea.

"Me viene bien" "Paso a recogerte a tu puerta"

"Por mí perfecto" Seguía escribiendo pero de repente paró. Luego volvió a escribir "Luis" puso, seguido de unas risas.

"Qué graciosa, Aitana"

"Bueno, pues mañana nos vemos, que ya va siendo hora de que nos conozcamos" puso ella cinco minutos después, aunque no había dejado de estar en línea

"Sí"

"Adioos"

"Buenas noches, Aitana"

Última conexión- 00:14

Ahí acabó el intercambio de mensajes y yo no podía dormir. Cogí mi libreta, donde dibujaba y hacía letras de canciones y empecé a escribir. Que no pasa el tiempo, que quiero que vaya más rápido para poder conocerla. Y que no pasa nadie más, porque no hay nadie más allí, como un andén sin tren, que no tiene a quién esperar.

Así llegó la 1 de la mañana. Y me dormí, no sin antes observar cómo la luz que había en la ventana más alta de la casa de al lado se apagaba, a escasos 30 segundos de que la mía lo hiciera. 

Con tu mano me vuelvo a levantarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora