Capítulo Quince: Celos

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espero que os guste el cap aun es muy subudito de tono y si a alguien no le gusta le agradeceria que no lo leyera

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Nata estaba en el restaurante con Paolo, que le acababa de instalar la barra y se estaban tomando un café de la recién instalada máquina.

Ella se había cortado el cabello esa misma mañana y, al parecer, por la forma en que la miraban los hombres ahora, el cambio había sido notable y para bien.

También se había puesto una minifalda, además de algunas otras ropas que siempre había admirado en otras mujeres, pero que había pensado que no eran para ella.

No podía esperar a que Maxi la viera con ellas.

O sin ellas.

Paolo había ido a llamar por teléfono y ella se ruborizó al pensar en Maxi y en la forma en que habían estado haciendo el amor casi todos los días, hasta en el campo, entre las matas y a pleno sol, junto a un lago al que él solía ir con sus hermanos.

Suspiró y se sirvió otro café. No quería pensar más allá del momento presente, sería una tonta si pensara que podía haber un futuro para ella con  Maxi . Entendía que la relación no era permanente. Que solo estaban saliendo. Disfrutando de la compañía del otro. Sin compromisos, planes o explicaciones.

Y, si por un momento, se permitía soñar que pudiera haber más, solo tenía que recordarse a sí misma, plantada delante del altar, tratando de no desplomarse mientras les daba sus excusas a los invitados a la boda que no se celebró con Juan.

Pero había una diferencia entre Juan y Maxi. Juan la había mentido y Maxi era sincero. No le había hecho promesas ni nunca le había dicho que la amaba. Siempre que ella no cometiera el error de enamorarse de él, podría sobrevivir cuando él decidiera dedicarse a la siguiente mujer que le apeteciera.

Pero ahora no quería pensar en eso, no podía. 

Se volvió rápidamente y se chocó con Paolo, que había terminado su llamada. Él la sujetó con una mano y luego frunció el ceño al ver que ella se había derramado el café por la pechera del jersey de algodón azul claro que llevaba.

-Paolo: ¿Te has quemado? -le preguntó.

-Nata: No, estoy bien.

Nata tomó un trapo y empezó a frotarse la mancha.

-Nata: Ya está -añadió.

-Paolo: ¿Estás segura? Yo te ayudaría, pero seguro que luego me darías una bofetada. Aunque puede que valga la pena.

Paolo dijo eso con la clásica sonrisa de los Hernandez que hacía que las chicas se derritieran.

Ella se rio y agitó la cabeza. Los chicos Hernandez eran todos unos conquistadores sin remedio. Encantadores, pero letales. Y Paolo, bueno, no era la excepción. 

Pero ya tenía las manos llenas con un Hernandez y no estaba ni remotamente interesada en otro.

Pero eso no fue lo que le pareció a Maxi cuando entró en ese momento en el restaurante. Cuando vio a su hermano tan cerca de Nata, detrás de la nueva barra, con una mano en el brazo de ella, sonriendo y  Nata devolviéndole la sonrisa, la sangre se le calentó.

-Maxi: ¿Me pueden contar el chiste a mí también? -dijo sin dejar de mirar a Paolo mientras se acercaba-. ¿O es solo entre los dos?

Sorprendida, Nata dio un respingo, pero Paolo se volvió despacio y sonrió.

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