Capítulo 2

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El comedor de Blue Montain era un simple espacio atestado de mesas donde todas las reclusas se congregaban para recibir el alimento que las ayudaría a sobrevivir un día más. Las cocineras eran las propias presas, los guardias evitaban cualquier contacto con ellas, era demasiado peligroso. Los funcionarios las vigilaban desde el piso superior, bien equipado con un grueso cristal que los separaba definitivamente de ellas. Hoy el plato del día era una especie de pasta asquerosa que llamaban puré. Cleo seguía su rutina hasta que los vio. Varios hombres trajeados las observaban desde su protegido sitio. Más tipos del gobierno, mira tú que bien. Cleo pensó en ignorarlos, pero una duda repentina apareció en su cabeza. ¿Su aparición y la suspensión de sus clases de combate tendrían algo que ver? No era una idea tan descabellada, conocía perfectamente cual sería su único destino si salía de esas paredes.

Fue su aparición lo que la apartó de todos sus pensamientos. Seguro que debería haber estado con los demás mucho más temprano como denostaban las miradas asesinas que le profesaron. Las ignoró por completo y les habló. La intuición de Cleo le decía que ese chico era como ella lo que la dejó más asombrada mientras veía como los trataba, igual que si él también fuera un privilegiado. Su bronceada piel le delataba como sureño, quizás de Dallas, tenía pinta de ser tejano. Por suerte, no sucumbió a los trajes elegantes como sus compañeros. Una sudadera grisácea ocultaba sin mucho éxito su torso bien esculpido y sus pantalones de color tabaco intuían unas piernas en proporción al resto del cuerpo. Sólo debía tener unos pocos años más que ella, no le daría más de veintitrés. Dejó su bandeja vacía en la pila mientras no apartaba la vista de ese moreno hombre. Perdió la noción del tiempo y el espacio, por eso le sorprendió su mirada cuando se fijó en ella. Sus ojos azules la miraron de una manera que no estaba acostumbrada. Esa zona solo profería miradas de odio, de superioridad, algo relacionado con el hecho de que eran libres. Pero no los de él. La niña de su interior buscó en ellos algo de caridad, de cariño, cosas que no tuvo desde que Mac se fue. No era nada de eso, pronto comprendió. Era alerta. Volvió a la realidad en segundos y su gran percepción le salvo el pellejo una vez más. Giró bruscamente y paró la mano de Vázquez antes de que su cuchillo llegase a ella. Por los pelos, Rosario casi consigue su objetivo. Cleo se maldijo por no estar atenta, ese torpe movimiento debería haberlo detectado antes. Golpeó el estomago de su adversaria para poder alejarse hasta una distancia prudente. Las demás chicas ya estaban lo suficientemente lejos como para no ser heridas y no perderse el espectáculo. Betty Sue era la única que quería ayudar a Cleo. La detuvo con un gesto, esta era suya.

– Tu cabeza tiene premio, hermana – le dijo Rosario después de recoger su arma. Se preguntó de dónde diablos la habría sacado – y pienso ser yo quien lo consiga.

– ¿De quién? – intentó sonsacarle. Vázquez rió antes de contestar.

– ¿Tú qué crees? – Miró con descaro la zona de los trajeados. Como no, todo encajaba – quiero darles un buen espectáculo. ¿Que te parece una corbata colombiana? Hace mucho que no practico.

– Olvídate niñita – la provocó – no le doy mi pellejo a cualquier ramera.

– Te pienso hacer tragar tus palabras, mocosa – se abalanzó sobre Cleo con fuerza. Demasiada, justo como Cleo quería. Usó el banco que tenía a su lado para apoyar sus pies y poder saltar más alto. Su patada acertó de lleno en la cara de la latina que quedo desorientada. El cuchillo voló de sus manos y Cleo lo recogió en pleno vuelo. A Rosario le pudo la avaricia y no sabía con quien se metía. Era demasiado tarde para que aprendiera, quedo claro en cuanto le rajó el cuello con su propia arma. Los trajeados tenían su función pero no con el final que buscaban. Cleo les miró desafiante sin preocuparse ya más de su víctima. Sus caras, sin embargo no reflejaban ningún disgusto. Buscó la de su chico, este permanecía impasible. Detectó una leve sonrisa al darse cuenta que le miraba. Aún seguía indagando la razón de su breve alegría cuando los trajeados se lo llevaron fuera.

– Vienen a por ti – la voz de Mona la asustó desde su lado izquierdo. Difícil no darse cuenta de lo que hablaba, los guardias estaban revolucionados. Sue se situó rápidamente a su otra esquina.

– Olvidare que esa chula era mía – Dijo mirando con desprecio el cuerpo de Vázquez – eras tú o ella. Me alegro de que vayas a salir de aquí.

– ¿De qué hablas? – preguntó Cleo.

– Esos hombres de negro que tanto mirabas están aquí por ti. Corrieron la voz de que quien acabase contigo se llevaría una buena recompensa.

– ¿La querían muerta? – preguntó Mona. Cleo negó con la cabeza.

– Querían conocer mis habilidades. Para el escuadrón rojo – por eso les acompañaba un resistente, era un miembro de la cuadrilla – no pienso trabajar para ellos.

– Yo les tengo el mismo asco que tú a los privilegiados, pero es una puerta para la libertad – la puerta de los guardias se abrió, con las armas en alto. Todas se apartaron de Cleo menos Sue – No te quedes aquí para pudrirte. Aprovecha la oportunidad que te da la vida – le dijo antes de separarse. Cleo se puso de rodillas, con las manos sobre la cabeza. Rápidamente, varios guardas la esposaron y la condujeron hasta el pasillo. Fue ella quien ahora guiñó el ojo a Betty Sue. Distinguió con claridad la voz de Sue desde el fondo deseándole suerte antes de desaparecer por el pasillo, sin saber cual sería su destino.

Oscura Redención (Acabada)Where stories live. Discover now