Me cuesta tanto olvidarte

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—Hablando de eso, ¿dónde está Mara? —Pregunta para cambiar de tema.

Ana vuelve de su mundo alternativo, de repente se encuentra en la Tierra, junto al resto de mortales. Ha olvidado momentáneamente que su vida es una pesadilla porque la muy subnormal decidió dejar un bolso de casi mil euros tirado en el suelo.

—¿Todavía no ha vuelto del baño?

Aurora se voltea hacia el pasillo, sintiendo una punzada de preocupación.

—Voy a ver qué le pasa.

El salón de su casa es una auténtica pocilga, está lleno de todo tipo de mierda. Aurora es un caos, ni siquiera con la ayuda extra que tiene, ya que va una mujer a su casa para que esta no se convierta en un nido de infecciones, logra tener las cosas en orden más de cinco horas. Basta que decida quedarse en casa un día para que al siguiente no haya dios que pueda entrar en ella.

Sortea algunas botellas de cervezas vacías que están por el suelo y se adentra en el pasillo. El baño está al final, puede ver la luz asomarse por las rendijas de la puerta.

—Mara tía, ¿te pasa algo?

Da un par de golpes, pero nadie contesta. Aurora comienza a preocuparse, hasta que le parece escuchar algunos murmullos. Pega su oreja a la puerta, es como si Mara estuviese hablando sola. Insiste, llamando de nuevo. De repente los murmullos cesan, a los pocos segundos Mara abre la puerta. Su expresión es nerviosa, pero también tiene los ojos rojos e hinchados.

—¿Estás llorando, tía? —Pregunta la chica, todo en su amiga indica que así es.

Mara niega con la cabeza, frunce el ceño y le lanza una de esas miradas matadoras que siempre dispara cual dardos envenenados. Se está poniendo a la defensiva, algo no va nada bien.

—¿Puedes dejarme un momento, por favor? —Su tono es agresivo, irritado.

—Pero Mara...

—¡Qué me dejes! —Exclama, cerrándole la puerta en las narices.

Ana acude para ver lo que está sucediendo, parece tan desconcertada como Aurora, que observa la puerta sin dar crédito.

Mara y ella son amigas desde hace bastantes años, aunque no se ven todos los días, y a veces incluso pasan semanas sin tener contacto, ambas siempre han conservado una muy buena relación, basada sobre todo en la confianza que se tienen la una a la otra. Aurora siempre pasa absolutamente de todo, lo que le gusta mucho a Mara, que siempre ha visto en ella alguien incapaz de juzgar algunas cagadas que se manda. Del mismo modo, Mara es una persona que, pese a todos sus defectos, siempre corresponde con equidad. Si tú no la juzgas ella hará lo propio contigo, lo que Aurora agradece cuando se mete en algún lío gordo. No obstante, una cosa es que esté picada por lo que sea y otra muy diferente que le dé una rabieta y trate mal a todo el mundo.

La chica comienza a aporrear la puerta.

—¡Mara!

—Tía, vas a tirarla abajo —le advierte Ana, que parece haberse olvidado momentáneamente de su miseria.

Pero Aurora no responde, quiere saber por qué mierdas Mara está actuando como una puñetera psicótica. No para de dar golpes, le da igual porque están en su casa, si la puerta se rompe o sucede algo ella acarreará con las consecuencias. Tras unos minutos insistiendo, Mara finalmente abre. Está que echa humo, puede vérselo en su gesto contrariado. Cuando no tiene un buen día y la gente pasa de aguantar su carácter de mierda siempre reacciona así.

—Me parece de puta madre que no te aguantes ni tú, pero te desquicias fuera de mi baño —le espeta de mal humor.

—Iros a la puta mierda.

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