-Oye, Leynna- oigo su voz y repiquetea en mis oídos. Cierro los ojos y suelto un largo suspiro. Deshago el brazo de Gala en el mío y me giro a mirarle con cuidado -¿Pensaste en lo que hablamos?- dice él.

¿Cómo puede tener la cara tan dura? Le acabo de ver prácticamente como se come la boca con Joanne delante mío, y no solo delante de mí, sino delante de todos. ¿Y ahora viene y me pregunta que si he pensado si le perdono o no? No puede salir nada bueno de aquí.

-Piérdete Robert, vamos Ley- Gala tira de mi brazo pero me suelto de su agarre. Ella me mira sin comprender y le digo con la mirada que me deje solo un segundo.

-Sí, lo he pensado- le digo intentando parecer sonar dulce pero con la mirada muy seria. Me dedica una mini sonrisa. Y espera pacientemente a que le conteste.

Absolutamente cada persona que pasa cerca ralentiza su paso para escuchar y ver que es lo que pasa con la "pareja de moda" y cual va a ser nuestro siguiente paso. Y sin pensármelo dos veces reúno toda la fuerza que mi cuerpo me permite y mi puño vuela con tanta fuerza hasta su ojo que incluso retrocede un par de pasos. La gente ahoga un jadeo y todos se quedan en silencio, ¿he hecho yo eso? Sin decir nada más, me giro, agarro a una Gala con la boca abierta del brazo y tiro de ella hacia clase. Según voy avanzando oigo risas alrededor y sé que es por el hecho de que le he pegado un puñetazo en el ojo a mi ex novio, y qué a gusto me he quedado.

Gala me habla pero yo no escucho mucho más. Simplemente me siento en clase y satisfecha, de verdad, que creo que necesitaba hacer esto. Mis nudillos me palpitan y me duelen un poco, tal vez he empleado más fuerza de la que debía, pero, siendo sinceros, se merecía mucho más que un puñetazo en el ojo. Mucho, muchísimo más.

-Tía- ríe Gala a mi lado -Eso ha sido épico- ríe ella. Le sonrío y poso la vista al frente.

Entra la profesora de literatura y echa un vistazo a toda la clase, y se ubica en su asiento. Empezamos a leer por el fragmento de El gran Gatsby y centro toda mi atención en la lectura. De repente el interfono de la clase se activa.

-Leynna Collingwood y Robert Macson acudan inmediatamente al despacho del director- ruedo los ojos y miro a la profesora.

Se oyen risitas, seguro como el infierno de que todos están al tanto del acontecimiento acaecido en los pasillos hace menos de media hora, salgo de clase con el permiso de la profesora de literatura y espero no tener que estar mucho rato aguantando el molesto trasero de Robert cerca de mí, ¿cómo puede ser tan chivato? Está comportándose como crío, aunque pensándolo bien... tal vez yo también lo haya hecho un poco. Pero no me importa, hace tanto tiempo que no me sentía tan a gusto que ni si quiera me ha importado el hecho de que me hayan llamado para ir al despacho del director. Una vez allí, me encuentro la escena de Robert que sujeta una bolsa de hielo contra su ojo y se apoya en una mano, no se puede ver más ridículo, me hace gracia pero evito reírme. Me mira fijamente y sus ojos caen como puñales sobre los mios. Me siento lo más alejada de él que puedo, me sigue mirando fijamente pero no dice nada. No sé cuanto rato ha pasado hasta que aparece mi hermano mayor por la puerta.

-¡Leynna! ¿Estás bien?- pregunta mi hermano con una expresión de susto en su cara. Estoy de maravilla, hermano, no entiendo porqué esa cara.

-Estoy bien- murmuro mientras él me examina.

Mira a Robert y luego me mira a mi, y así un montón de veces, y no entiendo del todo porqué.

-¿Qué ha pasado?- pregunta finalmente. Y cuando estoy a puntito de explicarle lo básico a mi hermano el director solicita que entremos a su despacho, los tres.

El despacho del director me recuerda mucho al de mi padre, salvo que este no huele a tabaco y a menta, y que el sillón parece mucho más incómodo que el de mi padre.

Campo A TravésWhere stories live. Discover now