CAPÍTULO XI

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    Encontrarse con la hermosa mirada de la persona que estás empezando a querer con todas tus fuerzas, por la mañana, es lo más gratificante que puede existir. Sus ojos negros profundo me hacían querer buscarla y hundirme en ellos, era como mirar hacia el cielo de noche, con luna nueva, en la que sólo se alcanzan a ver algunas estrellas... estrellas que se convertían en el tenue brillo que desprendía su mirada. Su cabello negro caía por su cuerpo con gran admiración, sólo le llegaba un poco más debajo de los hombros, pero era realmente fascinante observar como algunas hebras rozaban sus senos blandos y exquisitos, y más cuando su piel blanca y desnuda hacía contraste con la misma. Sus labios no eran tan carnosos, pero eran suficientes para mí, y su nariz pequeña la hacía más tierna... a pesar de que ya no era una jovencita de dieciocho años. Y claro está, yo tampoco estaba joven.

    Una cicatriz en la ceja que el tiempo se encargó de ocultar poco a poco, se veía ahora más clara. Esa cicatriz que le había dejado tanto el recuerdo físico como psicológico de varias noches de tortura. Noches en las que deseaba dejar de existir por lo insignificante y débil que la hacía sentir su ex esposo, pero su único aliento para seguir era su hija. Sabía todo eso porque ella misma me lo había dicho; no quería dejarlo porque él le decía que la amaba y realmente le demostraba cosas hermosas, pero de pronto se convertía en un monstruo irreconocible y eso la hería, y sí, la hacía débil y vulnerable.

    Noto que abre los ojos con pesadez, y al encontrarse con mi mirada, sonríe como niña avergonzada y se entierra en mi pecho. Un recuerdo fugaz de Ellie se cruzó por mi mente pero inmediatamente lo reprimí.

—No somos amantes, Brian —dice Skarlett aún con la cabeza sumergida en mi pecho.

—¿Por qué lo dices? —Acarició su nuca con la yema de los dedos en movimientos circulares.

—No tenemos por qué escondernos u ocultar todo esto. —Alzó la mirada para encontrarse con mis ojos, y continuó—: Al final, tú estás soltero y yo... también.

Aún no habían tramitado lo del divorcio y por eso dudó en decirlo, porque sí, lo único que decía que eran esposos era un estúpido papel, más no lo eran... hace mucho que no.

—Son cosas muy distintas, Skarlett, mi ex esposa está... muerta —dije sin pensarlo. Me abofeteo mentalmente—. Es decir, yo no quise que esa relación se acabara.

Se aparta de mí con brusquedad.

—¿Crees que yo quise acabar con mi relación? —Inquiere—. ¿Sabes cómo me sentí acostándome contigo mientras él estaba en Irak y seguía casada con él?

—Tú muy bien sabes que él no te merecía, que él no te correspondía.

—¡Qué sabes tú!

Se levanta de la cama y se cubre con una de sus prendas. Ofendida.

—Lo sé todo, porque te recuerdo que estuve ahí en todos esos momentos que te hizo sentir como la cosa más despreciable del planeta. Tú lo quisiste, en su momento, y quizás él también, pero después el amor se fue y se convirtió en miedo, y fuiste para él sólo un saco de boxeo, alguien con quién descargar su ira y sus problemas mentales porque sabía lo inocente que eras.

Se queda perpleja, mirándome, conteniendo tal vez las ganas de llorar.

—¿Qué quieres decir con todo eso? —Inquiere y ríe sarcástica—. Que Ellie West sigue siendo el amor de tu vida, que lo único que interrumpió su relación fue la muerte de ella, que si estuviera viva... fueran felices los dos, ¿es eso?

Un viaje sin ti ©Where stories live. Discover now