La familia

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¡Hola! Aquí tenéis un nuevo capítulo de esta historia, espero que os guste. Con estos dos primeros capítulos he querido dejar los antecedentes de ambos claros antes de lo que pueda pasar. Dejad una estrellita! :D

Cepeda

Seis de la mañana. Acaricié suavemente la espalda de Graciela para despertarla. Esa mañana tendríamos que coger un AVE a Barcelona para ir a la graduación de su prima. No estaba en mis planes de esos días, pero entiendo a Graciela cuando dice que la familia va primero.

En esos términos podemos decir que tiene una familia muy numerosa. Su padre tiene cuatro hermanos, y cad auno ha acabado viviendo en una parte de España. A mí se me hacía extraño más que molesto. En mi familia sólo estábamos mis padres, tíos y primos, en Galicia; mi hermana, en México y yo, que iba de un lado a otro. Aunque desde que estaba con Graciela Madrid se había convertido en el "centro base".

El sonido de la tostadora hizo que me levantara lentamente del lugar donde había estado minutos antes. Un gruñido de disconformidad por parte de Graciela me indicaba que llevaba un rato despierta, disfrutando de las caricias. Terminé de preparar el desayuno mientras ella se levantaba y se unía a mi en la mesa de la diminuta cocina de la ya diminuta casa. O apartamento. O lo que fuera aquello.

- ¿Has dormido bien?- pregunté sirviendo el café.

- Un par de horas más no me vendrían mal.

- Siempre tenemos el AVE.

Ella sonrió ante mis palabras y continuamos con el desayuno. COmpartirlo con la mujer a la que amaba era lo que lo hacía tan especial. Había estado mucho tiempo luchando para que lo nuestro fuera bien y parecía que todo empezaba a tener sentido e ir bien.

Minutos después de acabar de desayunar salimos andando hasta la estación de Atocha. Vivíamos muy cerca de allí, por lo que no nos llevó más de diez minutos. El AVE de las 7:15 con destino a Sants salió puntual de la vía 10 y Graciela aprovechó para dormir. 

Intenté dormir, pero el sueño que tenía minutos antes se había esfumado. Saqué la libreta que guardaba en la mochila, que Graciela nunca había visto, y continué escribiendo. Eran letras. Las canciones aparecían solas en mi cabeza, aunque nunca había pensado dedicarme a ello. Trabajaba en una empresa, como diseñador. Me dedicaba a los edificios y aunque estoy muy feliz con mi trabajo dedicándome a algo que me gustaba, la música siempre aparecía. No quería contarle aquello a Graciela, porque sabía que eso no le gustaría. No había ido bien nunca el tema de la música en el círculo cercano a mi familia y no era un tema que gustara.

Tres horas después, con un par de vueltas para ir a la cafetería, llegamos a Sants. A eso de las 11 de la mañana entramos en casa de la familia de Graciela. Sus tíos ya me conocían, aunque fuera de fotos. Era la primera vez que Graciela me presentaba como su pareja, a pesar de llevar 9 meses juntos. Su prima, que se graduaba esa tarde, estaba feliz de tenerla allí, y yo aún más de ver la felicidad de mi novia. 

Entré en la habitación mientras las chicas de la casa veían sus respectivos vestidos para esa noche. Yo me había decantado por unos vaqueros y una camiseta básica porque, en realidad, yo no era nadie para estar allí.

Encendí el móvil para encontrarme con un par de llamadas de mi hermana. Había sido hacía un rato así que la llame. María era mayor que yo, por dos años. Nunca habíamos tenido una buena relación, aunque últimamente hablábamos mucho.

- Luis- dijo al otro lado de la línea.

- ¿Qué tal?

- Bien bien. Llamaba para pedirte algo.

- Lo que sea, dime.

- Voy a pasar unos días en España- comentó mi hermana- pero en Mallorca. Ya sabes que tengo unos amigos allí.

- ¿Vendrás unos días a Galicia?

- Esa es la cosa, creo que no. ¿Vendrías tú aquí?

No era mala idea, la verdad. Unos días de vacaciones en las islas no eran mala idea, y en el fondo sabía que me apetecía, aunque era consciente de que a Graciela no le haría mucha gracia. Pero llevaba un año sin ver a mi hermana, y necesitaba pasar unos días a su lado.

- Por mi perfecto. ¿Cuándo vienes?

- La semana que viene, aunque sé que es un poco precipitado. No tienes que venir si no te apetece.

- María, no seas tonta, claro que me apetece. Ya hablaremos por whatsapp.

- ¿Tú dónde estás ahora por cierto?

Le conté a María todo aquel viaje, y lo incómodo que me sentía, pero a la vez bien, de acompañar a mi novia con su familia. A María nunca le había llegado a caer bien del todo pero se mostró encantada con la idea de que la hubiera acompañado unos días. Nos despedimos pues se tenía que ir a trabajar y volví al salón para comer.

A eso de las cuatro y media salimos hacia el instituto. San Baudilio de Llobregat no estaba muy lejos de Viladecans, pero había que movilizarse en coche. Llegamos a las cinco y media y entramos en la graduación.

La ceremonia no estuvo mal, teniendo en cuenta que sólo conocía a una persona y porque me la habían presentado esa misma mañana. Aplaudimos como nadie a su prima y después se hizo fotos hasta conmigo. Tenía que admitir que era una chica maja, aunque nos llevábamos diez años.

- Bueno Cepeda ¿tú a qué te dedicas?- preguntó el tío de Graciela.

- Soy ingeniero, trabajo haciendo edificios.

- Debes ganar entonces un pastizal ¿no?

- Bueno, lo suficiente para vivir.

- Me alegro. ¿y vas mucho a ver a tu familia? Graciela me dijo que son de Galicia.

- Siempre que se puede voy.

- ¿Viven todos allí?

- No, mi hermana está en México- me empezaba a sentir algo incómodo por el interrogatorio. Nunca he sido una persona muy abierta y aquello me pillaba por sorpresa. Graciela se dió cuenta, y comenzó a contar cómo mi hermana llegó a México. 

A eso de las ocho nos íbamos a ir. Los alumnos se iban a ir de fiesta durante la noche y Graciela había organizado una cena con su familia de allí a la que por supuesto tenía que ir.

De camino a la salida una chica se tropezó e iba a caerse encima de mí. Se dio la vuelta para darme las gracias. Era bastante bajita, respecto a la prima de Graciela, con flequillo y el pelo largo. Vi en sus ojos un brillo especial.

- No pasa nada- dije.

Los que nos rodeaban comenzaron a empujarla hacia delante y les siguió, así que no supe más de ella, pero a medida que nos acercábamos al coche la imagen de la chica fue borrada por los nervios que sentía al tener que pasarme otras dos horas mínimo de constantes preguntas que no me apetecía responder. 

Con tu mano me vuelvo a levantarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora