Capítulo 3- La atracción del peligro

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-¿Pero qué?- gritó enfurecida girándose hacía la persona que la había secuestrado dispuesta a propinarle una buena bofetada, sin embargo, paró a tiempo cuando vio que se trataba de su buena amiga Karen. -¡Karen!¿Puedo saber qué te ocurre? ¿A caso tu hermana no te ha dicho que no bebas?

-No he bebido tonta, quería hablar contigo.

-¡Pero si hemos estado toda la noche juntas en el salón!

-Pero había demasiada gente sin contar a la baronesa de Humpkinton que se ha tomada al pie de la letra lo de vigilar-me cuando Audrey no está. Quiero contarte algo que espero que no arruine nuestra amistad y si así fuera me decepcionarías aunque te comprendería. Sin embargo, prefiero que lo sepas por mí antes...

-Tranquila, lo sé.

-¿Lo sabes?

-Sí, fui yo la que los ayudaba a verse a escondidas des de que habíamos llegado a casa de tu tía, para nada va a arruinar nuestra amistad. Me agrada Gigi y la prefiero mil veces a ella como cuñada que a esa... bien, creo que no soy yo quien debe airear los asuntos truculentos de la vida de mi hermano por mucha confianza que te tenga, así que prefiero a que ellos nos lo cuenten todo en cuanto vuelvan y que cuenten aquello que ellos crean conveniente.

-¿Pero tu cuñada está aquí? Lo digo para estar preparada si se diera el caso en que quisiera vengarse de mi hermana a través de su familia, con lo que le pasó Bethy ya no confío en las mujeres con el corazón roto.

-¿El corazón roto? Virgin a penas tiene corazón y tranquila no se encuentra aquí. No te preocupes , todo estará bien.

-Eso espero, mi hermana Audrey está que se sube por las paredes por eso no ha asistido a la fiesta de esta noche, además ha dicho que la repudia...¿puedes creerlo? A su propia hermana.

-Dale tiempo, la reputación es todo lo que nosotras tenemos, lamentablemente no somos más que un trofeo al que pasear y si esa imagen se ve dañada...ya no valemos nada. Tenemos la fortuna de que no hay nada que el dinero no pueda arreglar. No creo que Audrey la repudie por siempre, todo el mundo sabe el afecto que os profesa.

Ambas amigas permanecieron apartadas hablando sobre sus respectivos hermanos y como afrontarían la situación una vez conocida la noticia durante un largo rato hasta que decidieron que era el momento de retirarse, Lady Peyton siguió su camino truncado y Karen se fue en dirección contraria hacia sus aposentos meditando cómo podía ser que Gigi no confiara en ella para contarle algo así, en esos momentos entendía un poco a su tutora, ¿por qué ese secretismo?¿A caso no habían compartido toda su vida juntas? No obstante, su melliza le pidió que confiara en ella y así lo haría.

A pesar de encontrarse inmersa en sus pensamientos no le pasaron por alto los pasos que llevaban siguiéndola des de hacía algunos instantes, de un movimiento rápido y al doblar una esquina del pasillo detuvo su paso y sacó un pequeño puñal de su liga, un puñal que colocó en el cuello de su rastreador cuando desorientado por la rapidez de la joven quedó indefenso en ese nuevo pasadizo.

Lord Henry Manners levantó sus grandes manos en señal de paz sin abandonar su sonrisa bribona ni su mirada de bandido, una mirada puesta en esa joven que cada vez lo sorprendía y lo atraía más.

-Me habían hablado de tu destreza con las armas, pero no sabía que tendría el placer de sufrirlo personalmente- arrastró las palabras Henry mientras acercaba un poco más su cuello al filo del puñal disfrutando del peligro y la bravura de Karen.

-¿Por qué me sigues? ¿Qué quieres?- espetó la mezzosoprano sin un ápice de cordialidad ni intimidación a pesar de que el duque le sobrepasaba dos cabezas y tenía unos hombros que podrían soportar a cuatro mujeres como ella sobre ellos.

El Duque de Rutlan apartó de un tosco y fugaz movimiento la daga de la debutante al mismo tiempo que clavaba contra la pared la mano que aún sostenía el arma. Se acercó aventuradamente al aliento cálido de Lady Cavendish ante su mirada oscura y amenazante que no titubeaba ante el poder ni la fuerza del opresor.

-Quería saber que día quieres que celebremos nuestra boda- expuso acariciando la cintura femenina que quedaba pequeña en sus dedos y que provocó que ésta se contrajera ante su tacto.

-Creo que ya fui lo suficiente clara la primera vez y si no desistes en tu empecinamiento no me importará que seas un duque ni cuanto dinero tengas, cuando menos te lo esperes caerás desplomado sobre el frío suelo, aparta tus manos de mi ahora mismo. - repuso la pelinegra sin tartamudear ni apartar la mirada de los ojos avellana de Henry que más que asustados parecían divertidos.

-¿Me estás amenazando?-apretó su fornido cuerpo contra el de ella haciendo que las respiraciones se entremezclaran dejando ir una pequeña risa a través de la nariz y extasiándose del perfume e intenso de Karen, sin embargo, el semblante del duque dio paso a una mueca de fastidio cuando notó el frío del acero en su cerviz, soltó el agarre de su presa y se giró con cara de aburrimiento hacía el intruso. -Ah, usted- dijo con hastío el duque de Rutland en cuanto vio a Asher.

-Apártate de ella.

-Heenryyy- resonó entre las paredes una voz femenina que claramente pretendía parecer seductora. -Henrryyy ¿dónde te has metido? Llevo casi una hora esperándote...

El duque al oír la llamada de lo que era claramente una noche de lujuria y desenfreno, se limitó a inclinar la cabeza hacia el conde en actitud burlona y luego miró a Karen al mismo tiempo que cogió su mano para depositar un beso sobre ella que duró más de lo apropiado.

-Futura esposa mía, en otro momento vendré a por ti- declaró frente la mirada de fastidio de la joven que no tardó en apartar la mano de un tirón y que se quedó mirando como Lord Manners se iba como si no hubiera ocurrido nada y gritando el nombre de un tal "Griselda" , realmente a ese caballero le importaba bien poco la sociedad en la que vivía y eso en el fondo la divertía aunque no quisiera admitirlo.

El conde de Derby enfundó su espada al mismo tiempo que miraba de arriba a abajo con clara desaprobación a la joven que también hacía lo propio con el puñal dejando ver al hombre presente toda su esbelta y blanca pierna como si él no estuviera hasta que éste carraspeó.

-¿Sucede algo? - interrogó con cara de desconcierto la dama mientras se re-colocaba la falda y se iba.

-¿Eso es todo lo que tiene que decir? -La detuvo Lord Stanley.

-¿Y que debería decir?- se giró de nuevo clavando sus ojos negros que cabalgaban entre el enigma y el destello provocando que toda su cabellera negra quedara colgada de un solo lado mientras su escotado vestido se apretaba contra el movimiento dejando mudo por unos segundos a su interlocutor.

-No sé si se da cuenta pero acabo de salvarla de un posible infortunio, a no ser que dadas las circunstancias usted deseara que ese fatal desenlace sucediera. Una dama educada y de buenas maneras, agradecería mi intercesión y daría una explicación a aquello que fácilmente podría haber mal interpretado y que no he querido hacerlo dándole el beneficio de la duda.- habló políticamente provocando que la risa de Karen inundaran el lugar.

-¿Salvarme?¿Usted a mí? Mire- dijo levantándose el lado opuesto de la falda en el que había guardado el puñal mostrando sin ningún reparo otra daga más larga y afilada que colgaba de su muslo. - era cuestión de segundos que esta maravilla de aquí le atravesara el cuello - habló sin ningún rastro de dificultad y timidez dejando caer los pliegues de su ropa otra vez hacía bajo. - no soy una de esas damas que necesitan de su protección y que luego le rendirá pleitesia por su buena obra de caridad. Y en cuanto a lo que usted interprete de lo sucedido me trae sin cuidado.

Lord Asher Stanley no podía soportarlo más así que cogió a Karen y la empujó hacía el interior de una sala oscura.

Ojos del anochecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora