Capítulo 2 -Los Peyton

Comenzar desde el principio
                                    

-Tengo un plan- sonrió con malicia la más rebelde de las Cavendish.  

El cuarteto formado por las cuatro damas más bellas de la temporada empezó a hablar a media voz entre gritos ahogados y risas contenidas en el salón del desayuno.

-Karen- interrumpió Gigi entrando en la sala. 

-¡Oh Gigi!¿Cómo te fue ayer el baile? Me  han dicho que Lord Conwall  solicitó la mayoría de tus piezas...Siéntate con nosotras por favor. 

-Sí por favor Georgiana, siéntate- pidió Sophia Peyton con una gran sonrisa. 

-Me encantaría poder compartir un tiempo con vosotras pero necesito hablar contigo un momento- pidió Gigi nerviosa con sus ojos color esmeralda cargados de súplica hacía Karen haciendo que su melliza se levantara en el momento y la siguiera a un lugar apartado. 

-¿Qué ocurre? ¿Por qué tienes esa cara?- demandó la pelinegra a su hermana cobriza mientras posaba una mano sobre su hombro. 

-Debo marcharme-Gigi la miraba desconsolada y se apoyaba en una de las robustas columnas de la propiedad. 

-¿Audrey ya quiere irse?Seguro que Edwin ya está cansado de estar en este teatro...pero eso no es para que pongas esa cara, tranquila asistiremos a otros eventos...

-No es eso Karen, debo irme yo sola...

-¿Sola? ¿De qué estás hablando? ¿No sabes que Audrey nos prohibió beber?

-No, escúchame por favor- suplicó a punto de llorar estirando del delgado brazo de su hermana, en comparación al de ella que era de complexión más oronda, hasta un rincón en el que nadie podía oírlas. 

-He hecho algo Karen...algo de lo que no estoy orgullosa pero no hay vuelta atrás...y si te digo la verdad no me arrepiento. 

-Cuéntamelo, yo te ayudaré como siempre, sabes que estoy siempre para ti, no en vano nacimos juntas. 

-Esta vez no puedes ayudarme, lo he arruinado todo, y me siento muy mal por Audrey después de todo lo que ha hecho por nosotras...pero es lo que deseo y lo deseo con todas mis fuerzas.

-¡Pero cuéntame de una vez por todas qué ocurre! Me estás poniendo nerviosa.

-Hermana...he perdido mi castidad, y antes de que empieces con un séquito de amenazas y perjurios debo decirte que ha sido consentido.

-No entiendo nada- replicó Karen llevándose las manos a las sienes-entonces , ¿por qué no habláis con Audrey y Edwin si todo ha sido deseado por los dos? No te avergüences, si realmente los dos estáis de acuerdo... 

-Karen, no podemos casarnos...

-Pero ¿por qué? 

-Él ya está casado. 

-¿Cómo?- frunció el ceño la pelinegra mientras abría la boca de la indignación. -No, Gigi, no te conozco, no puede ser, ésto que me estás contando es una de tus bromas.

-Es más complicado de lo que crees y es difícil de explicarte pero tengo que irme, me voy con él ahora mismo. Sólo entrégale esta carta a Audrey por favor, yo no soy capaz...

-Pero no te puedes ir así sin más, sin decirme de quién se trata, ni a dónde te diriges...¿a caso quieres torturarme? ¿quieres que me vuelva loca? ¿a caso piensas que te dejaré ir así sin más con un hombre que a todas luces es un aprovechado?

-Karen, por favor, no puedo seguir hablando de ésto. Hoy no, espero que me perdones y que cuando nos reencontremos me dejes explicarte todo lo sucedido. Confía en mí. 

Ojos del anochecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora