Capítulo tres

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Florencia-Italia,

31 de octubre del 2014



Paolo no era un ogro, era más que eso, el famoso artista y docente era un ser despiadado y sin alma.

Tutto un diavolo.

— Señora Ferrari. — musitó Paolo.

La carismática mujer aclaró la garganta y luego sonrió.

— Mónica — le corrigió —, llámame solamente Mónica. No hay necesidad de formalidades entre nosotros, después de todo, nos conocemos desde hace mucho. — agregó con una gran sonrisa y es que la directora de la escuela era una mujer risueña.

— Está bien, Mónica — ella asintió muy conforme —, no puedo más con el grupo de alumnos que tengo bajo mi cargo, son muy indisciplinados.

— Del Carpio lo reemplazó en más de una oportunidad y nunca tuvo queja de ninguno de ellos. — Gastelli no se quedaría así, sin protestar no.

— En el poco tiempo que llevo aquí, pude ser testigo del comportamiento flexible de mi colega. No tengo nada en contra de él, pero me parece que es muy suave con los estudiantes.

— Y no hay nada de malo en eso. — comentó la directora —, el ser flexible a veces ayuda a los estudiantes a formar una relación más sólida y cordial con sus maestros.

Para alguien como Paolo no había nada de cierto en esa teoría.

— Pero...

— No protestes más, Paolo, ten más paciencia con los jóvenes. — sugirió con amabilidad.

— No sé si pueda — se encogió de hombros —, y menos con esa chiquilla que se empeña a sacarme de mis casillas. — Él hablaba de Liv Abbott.

Mónica se removió en su asiento y le dio un sorbo a su taza de café. Ella sabía muy bien de quien hablaba.

— ¿Gustas? — le preguntó, haciendo referencia al espresso que tomaba.

Él negó, pues ya llevaba 5 tazas ese día.

— ¿Y qué tal un cigarrillo? — le ofreció y el atormentado maestro accedió.

La directora sacó una caja de cigarrillos mentolados de su escritorio y se los ofreció, Gastelli los aceptó de inmediato, los necesitaba para relajarse y únicamente un cigarrillo podía con esa difícil tarea.

— ¿Mejor? — El atormentado maestro dejó escapar el humo de sus labios.

— Por el momento funciona. — contestó conforme.

— Ahora — Mónica reanudó la conversación —, cuéntame de esa alumna tuya que te saca de tus casillas.

Paolo hizo un gesto de molestia cuando Liv fue mencionada en la conversación y Ferrari no pudo evitar esbozar una sonrisa que intentó ocultar de inmediato.

— No hay mucho que decir. — soltó con irritabilidad —. Es irresponsable, irrespetuosa y poco aplicada.

— ¡Caramba! — exclamó divertida — ¿Es tan mala la muchacha? — indagó incrédula.

— Mala no, pero no llegará muy lejos de la manera en la que actúa.

— Vaya, tendremos que tomar medidas — musitó —, y a todo esto... ¿cuál es su nombre? — fingió no conocer su identidad.

En el fondo, Mónica sabía que su colega era poco paciente y que a veces era muy duro con sus alumnos. Sin embargo, también sabía por los otros maestros de la escuela que Liv, aquella americana alegre y quizá un poco torpe a veces, era buena y que tenía un talento extraordinario para pintura.

Dulce DesafíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora