Una voz. Tu voz.
Tenía que ser tu voz.
Tenía que ser en ese momento.
Tenía que ser tu piel, rozando la mía.
Tenias que ser tú, salvándome, una vez más.
Salvándome de mi mundo, tan raro e impenetrable, que incluso yo misma desconozco.
Es que no me entiendo, nunca sé lo que quiero o lo que siento. Y en cambio tú, solo tienes que mirarme a los ojos para descubrirlo.
Así que ayúdame, de nuevo. Pero esta vez a entenderme, porque al parecer me conoces tú mejor que yo.
Ayúdame a salir, eres la única persona capaz de hacerlo, enorgullécete de ello, venga. Lo sabes. Y te ríes.
Y me vuelvo a perder.
Lo sabes. Me tienes en tus manos; mejor dicho, en tu conciencia. Sabes qué y cómo hacer para conseguirlo.
¿Qué pretendes? No me vuelvas a enredar.
Desátame de este vacío, rescátame.
