Capítulo 10: Presentación

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Esa vez el hombre no disimuló la sorpresa al escuchar las palabras de la pintora. Ser asesor artístico de alguien era llegar a otro nivel, volverse realmente mucho más que un asistente, porque como muy bien lo sabía, en el mundo del arte un asesor era la persona que llevaba la agenda y los tiempos, la única persona válida para conectar el atribulado espíritu del artista con el mundo exterior, y ayudarle a plasmar sus ideas al tiempo que hacía que el común de la gente pudiera conectar con el resultado de su obra; en países más desarrollados, era algo conocido aunque no habitual, pero ahí, el solo hecho de ser presentado de ese modo en el círculo artístico significaría un impulso tremendo.

–No sé qué decirte Carmen, es un honor lo que me ofreces. Te lo agradezco mucho.

–No tienes que agradecerlo –replicó ella–, es lo que te mereces, además te abre el campo laboral porque mucha gente querrá trabajar contigo. Lo único que te pido a cambio es que mantengas el secreto del origen del segundo cuadro.

Adán se mostraba verdaderamente sorprendido y agradecido, y así fue como ella lo entendió; todavía persistía la amenaza de la aparición de ese extraño hombre, pero a ella eso parecía serle de nula importancia, en comparación con el abrumador poder de los dos cuadros reunidos.

–Nadie nunca lo sabrá.

–Excelente, entonces creo que tendrás que mandar a imprimir tarjetas de presentación con tu nuevo cargo en ellas; desde ahora, te aseguro que serás muy solicitado para hacer asesorías -hizo una breve pausa para contemplar de nuevo los cuadros -. Ahora hay que disponer todo, tú encárgate de los últimos detalles, yo debo hacer algo, y procura que nadie me interrumpa.

–¿Qué harás?

–Descubrir la frecuencia exacta de los cuadros. Ahora que por fin sé que es posible hacer esto, tengo que descifrar la forma de realizarlo, para poder recrearlo por completo yo sola.

2

La última jornada antes de la inauguración de la galería pasó en total calma, entre algo similar al letargo previo a acontecimientos importantes, y Pilar no sabía si se trataba de la calma antes de la tormenta.

Estaba recluida en el hotel donde se había hospedado, arreglándose para estar presentable ante el evento, pero recordó que tenía que hablar con Adán para evitar que hiciera de su presencia un espectáculo; sus planes habían cambiado tanto desde su llegada, que yo no tenía claridad sobre cuánto tiempo se iba a quedar, o si tendría sentido seguir en la ciudad.

- Adán, buenas tardes.

- Buenas tardes, Pilar ¿En qué te puedo ayudar?

Pilar le explicó sus aprensiones respecto al evento, y le dijo que de ninguna manera pretendía figurar; debió esperar la respuesta en realidad, pero no se esperaba la fría y cortés distancia con la que él le explicó que toda la presentación estaría enfocada en Carmen y la obra de arto, por lo que no habría espacio para mucho más.

Eso es una buena noticia, entonces.

Claro –replicó él, vagamente-. Por cierto, me respondió la persona a la que contactaste, le avisaré a Carmen que esa gestión fio resultado.

"Esa gestión" sonaba tan impersonal como el trato que le estaba dando; entonces, probablemente yo estaba esterado de los hechos de meses atrás. Pilar omitió decirle, por suerte, que le había enviado a su madre un mensaje con esta misma información, y que ella no lo había respondido. ¿Cuál era su objetivo, entonces? Se había quedado, albergando la esperanza de poder generar un acercamiento con su madre, pero si todo se remitía a eso, daba la impresión de estar dándole algo en qué ocuparse mientras ella hacia lo que de verdad le importaba.

La traición de AdánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora