Capítulo 2: La bienvenida, parte I.

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¡MIERDA, MIERDA Y MÁS MIERDA!

La cabeza me daba vueltas como un remolino, la música estaba súper alta, los cuerpos chocaban contra el mío, las personas alzaban las manos al aire y gritaban divertidos, un olor característico a sudor, marihuana y alcohol rondaba en el aire y yo lo único que podía hacer era agarrarme la cabeza e intentar salir del tumulto de personas.

—¡Harper! —escuché que alguien me gritaba.

Fue cuando me di la vuelta para comprobar que me llamaban que de repente todo se volvió negro y no supe que más pasó conmigo. Pero, si vamos a contar esta historia, debemos empezar por el inicio del día, ¿no?

Me levanté ese día como todos los demás, por la alarma del despertador sonando. Sí, a pesar de que estábamos aún en vacaciones (sólo por una semana), acostumbraba a despertarme temprano para entrenar en el gimnasio más cercano.

Me di una deliciosa ducha y me vestí con unos pantalones y sostén deportivos. Actualmente, me sentía bien de haber tomado la decisión de venir a Yale. Desde que era pequeña, mi familia me había inculcado que iría a una universidad prestigiosa, y dentro de estas opciones estaban Harvard, Oxford, NYU, Berkeley, Stanford y un montón más, pero la que más gustaba dentro de mis familiares era Stanford, ya que la mayoría de había graduado de allí. Pero, como siempre debía ser la diferencia, yo no quería ser igual que mis familiares. Yo quería empezar una nueva tradición, y tal vez mis hijos, y los hijos de mis hijos se graduarían de Yale, pero sé que nunca les pondría presión para ir a la universidad que yo quisiera. Sólo deseaba libertad y alejarme de todos ellos, y al fin lo conseguí.

Salí del recinto de los dormitorios, busqué mi camioneta y cuando la encontré, me subí a ella tras abrirla. Encendí el motor y empecé a conducir hasta el Gold Gym's más cercano. Antes de bajarme, tomé mi pote de agua en las manos y cerré la puerta.

Tras entrenar unos cuarenta minutos, me fui hasta el recinto nuevamente escuchando música.

—Silo— escuché a Bailey desde la sala.

—¿Sí?— respondí. Volteé la cabeza para poder mirarla y la encontré parada en el umbral de la puerta mirándome maliciosamente—. ¿Por qué me miras así?— inquirí, un poco inquieta.

—Esta noche hay fiesta— me miró esperando una reacción de mi parte—, a la cual, tú, Dido y yo tenemos que asistir, quieras o no— sonrío pícaramente—; así que sugiero que tomes tu camioneta, compres un sexy vestido y estés lista para las 9 pm, porque esta noche hay desmadre— se fue de mi habitación riendo y haciendo muecas.

Dios, Dios, Dios. Bailey tenía razón, debía comprar un maldito vestido. Salí hasta el centro comercial más cercano, habían un sinnúmero de tiendas y el agobio empezó a adueñarse de mi sistema. Recordé los tiempos en que era más rellena, y no encontraba mi talla o ropa fácilmente. No es que me sintiera mal de haber sido así algún tiempo, ya que las personas son hermosas sin importar sus tallas o pesos, pero quería lucir distinta. Quería que, por una vez, los chicos se fijaran en mí, que desearan tenerme. Nunca había experimentado esa sensación, no sabía cómo reaccionaría en el momento que pasara, porque tenía que pasar, no había trabajado en vano todo el verano.

Pero, parte de mi esfuerzo tenía que ver con sentirme completa y callar a toda mi familia. Vivían apoyando a mis hermanos porque estaban en el equipo de fútbol y basketball de la escuela, sin embargo, yo no entraba en los juegos deportivos, sólo obtenía perfectas notas y era felicitada por eso. Ellos me amaban, lo sé, pero deseaba más atención, yo quería más cariño.

Entré a una tienda que tenía unos maniquíes con vestidos preciosos desde las ventanillas. Miré, miré y miré hasta que vi un hermoso vestido rojo de satin, corto y de tiros. Tenía una forma recta y ceñida al cuerpo. Ahora que ya no tenía un kilo de más, era necesario tener ese vestido. Lo tomé en mis manos, y uno negro del mismo material que tenía al lado, me los medí, luego los pagué en caja y me fui.

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⏰ Última actualización: Jun 11, 2018 ⏰

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