Capítulo 13: "Por más que pasen los años"

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El vuelo había sido rápido, había terminado sus asuntos en apenas cuatro días y había tomado un jet a Japón junto a su Biotic y algunos de sus hombres. Kagiri no temía a nadie, y por lo mismo no se esforzaba en ocultarse, por el contrario, llegó a Japón en un jet privado con la bandera de Italia pintada... le faltaría una diana en el pecho no más. Sin embargo el italiano no era presa fácil, no sólo era astuto como un zorro sino que tenía muchos trucos bajo la manga. E incluso si todo ello fallaba estaba Leo.

El brasilero no estaba nada feliz con aquello. Agradecía de corazón que Kagiri hubiera terminado todo deprisa para ir a Japón con él, pero desaprobaba completamente la orden de este de que nadie los siguiera una vez hubieran llegado. Aun peor, la familia había estado de acuerdo. Ellos creían ciegamente en su jefe, tanto como para dejarlo a sus anchas en un país extranjero y confiar en que se las arreglaría. Y por supuesto, también confiaban en que Leo defendería a su jefe sin importar qué y con su vida de ser necesario. Lo cual era cierto. Pero no dejaba de molestarle.

Ni bien pusieron un pie en tierra un mar de gente se abalanzó sobre ellos a lo que Leo temió quedar ciego de tanto flash. – Prensa, – como si Kagiri no llamara la atención por sí solo, si en Italia eran insoportables en el extranjero no se quedaban cortos. Aunque tampoco podía culparlos, no todos los días el gobernante del Imperio Italiano, y jefe de la mafia más grande del mundo, viajaba prácticamente al otro lado del mundo de la nada. La multitud de reporteros ansiosos por una exclusiva se abalanzaron sobre el italiano y su escolta hablando prácticamente a los gritos en un extraño inglés, e incluso algunos intentando articular unas cuentas palabras en italiano y empezaron con su avalancha de preguntas.

Que si estaba allí para firmar algún tratado con el primer ministro, o que si incluso venía a amenazarlo, ocasionando una risa divertida en el italino que no hizo si no aumentar la exitación de los fotógrafos, lo cuales tomaron aún más fotografías. Todo parecía ser lo normal hasta que algún descarado se animó a sacar el tema de la madre de Kagiri y su sangre japonesa. Afortunadamente los subordinados de este se encargaron de alejar a la prensa, de otro modo Leo mismo los hubiera golpeado por lo último.

Kagiri por su parte levantó la mano para llamar la atención y le dirigió una cálida sonrisa a la multitud. – Preferiría no presentar declaraciones, pero no puedo dejarlos tan inquietos. – Dijo con una relajada y fresca risa que hizo suspirar a las mujeres presentes. – No, no he venido a tratar nada con el primer ministro. No se equivoquen, no es que no sea digno de visita pero no estoy en Japón por motivos de trabajos. Como bien han mencionado este lugar es importante para mí, parte de mi herencia si se quiere decir, por lo que he venido a relajarme y... Quién sabe, tal vez como mi padre en su tiempo, encuentre a mi pareja. – Agregó en un tono seductor guiñando un ojo.

Varios gritos mal contenidos y risas se escucharon antes de que el italiano se alejara y dejara a sus hombres hacerse cargo del asunto. Cuando la avalancha de gritos y preguntas sin contestar quedó enmudecida por las puertas de las oficina de inmigración se acercó a una de las oficinistas que trabajaba en la aduana, la mujer lo observó como hechizada, no era su culpa, todo el aeropuerto se había conmocionado con su llegada, como cada vez que ponía un pie fuera de Florencia. Con una sonrisa en su rostro el italiano deslizó su mano sobre el mostrador captando la visión de la chica.

Mi scuso, signorina. – Llamó con su rico acento italiano.

Leo sabía mejor que nadie lo peligrosa y tentadora que era la voz de su amo, a pesar de estar a varios metros de él pudo oírlo con tanta claridad que le causó un escalofrío, la recepcionista reaccionó igual.

– Emm... ¿Si? Cosa ti serve, signore?– Comentó nerviosa en un rustico italiano mientras se sonrojaba.

Kagiri esbozó una sonrisa mayor, sus ojos celeste se clavaron en los café de la chica, con un rápido y delicado movimiento delineó la barbilla de la chica con el dedo índice hasta frenar en sus labios. – Grazie, bella. Pero no tienes que ponerte nerviosa, sé hablar perfectamente japonés. Simplemente, como no es mi lengua madre, no podía encontrar las palabras justas para hablarle a una mujer tan hermosa como tú.

BIOTIC  -  [HIATUS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora