La llamada

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Como todas las malditas mañanas, el despertador sonaba. El manotazo que Emma le había metido esta vez lo había mandado bastante lejos, tan lejos que chocó contra el armario, cayó al suelo y despertó a la muchacha del todo. Con el ceño fruncido, Emma puso ambos pies en el suelo, en busca de sus zapatillas, y una vez puestas, se puso sus gafas. Con paso lento se dirigió a la puerta de su cuarto, giró a mano izquierda, y entró al baño. Durante unos instantes se miró al espejo, cabeza hacia la derecha, hacia la izquierda, hacia arriba, barbilla a la derecha... Todo defectos. Pero se acarició el pelo, sonriendo. Era suave, y de uno de sus colores preferidos, el lila. Eso le gustaba. Por eso, tras un buen rato cepillándose el pelo, salió con algo más de energía de vuelta a su cuarto. Dirigió una mirada rápida al reloj que colgaba sobre su cama, las siete y media. Suspiró. Su turno comenzaba a las ocho y terminaba a las dos, pero para ella era eterno. En los descansos, se entretenía haciendo brillar sus propias manos en negro. Sabía y tenía conocimiento de su poder, aunque jamás lo había mostrado ante otros. Por eso paró enseguida, y se puso de nuevo con su trabajo. Emma seguía trabajando de camarera desde sus diecisiete años, dinero que usaba para comprarse nuevos telescopios y materiales variados, no era un trabajo envidiable, pero era algo. Acercándose ya la hora de irse, Emma empezaba a notar algo en su estómago. Nervios, hambre, dolor, quién sabía. Sólo sabía que había algo extraño.

De camino a casa, Emma iba con sus cascos puestos escuchando algo de trap, concretamente a Scarlxrd en ese momento. Emma siempre había sido de apariencia muy oscura. A pesar de la vida que emanaba su pelo lila, todo lo demás era oscuro. Sus corsés negros, sus tejanos negros, sus faldas negras sus botas militares... Tenía un estilo único, a la par que sencillo. Eso la hacía especial. Aunque ella no lo supiera. De toda la vida, Emma había sentido atracción por la magia negra, el satanismo, y Satán como símbolo. La joven había sido muy aficionada a todo aquello. Y para qué mentir, aún lo seguía siendo. Por eso, cuando en medio de la calle, donde no había nadie, le dio por mirar su sombra y vio como lo que parecían ser cuernos se le crecían en la cabeza, no se asustó tanto. Aunque... Sí admitía que la había cagado bastante.


Tras el largo y duro día de trabajo y vaguear, Emma se tumbó en el sofá, con las piernas estiradas. Desde donde tenía la cabeza apoyada, Emma podía ver el gran terrario que tenía sobre una pequeña cómoda, donde reptaba una hermosa mamba negra. Sí, Emma tenía el pleno conocimiento de que ese animal era totalmente ilegal, y peligroso. Pero un dato curioso de Emma es que su relación con las serpientes es incluso mejor que con perros, gatos e incluso humanos. Es más, se las ideó de tal manera para poder tener a su pequeño legal, que consiguió una especie de permiso especial para poder tenerla sin que nadie se la pueda confiscar ni quitar. Por no añadir, además, que aunque no haya sido comprobado con esa precisa serpiente, la muchacha es inmune al veneno de ésta. No sabe por qué, pero así es. 

De un salto Emma se puso en pie y caminó hacia el terrario, abriéndolo para que Death, la serpiente, se estirase hasta su brazo. Visto desde fuera podría parecer una total locura. Coger con tanta simpleza una serpiente tan peligrosa. Pero por dentro, Death paseaba su cabeza contra el rostro de Emma, en señal de cariño, enroscándose suavemente en su cuello. Corría más riesgo de ser devorada por un tiburón en ese mismo momento que sufrir ningún daño de la serpiente.


La noche comenzaba a sentirse. Y Emma sentía escalofríos cada vez más seguidos. Notaba que algo no iba bien. Sentía que algo se acercaba, que algo venía. Pero no sabía el qué. Soltó un suspiro. Vivir en una casa de tres habitaciones, con dos baños, la cocina, la sala y el comedor tú solo no es que sea muy buena idea. Pero realmente eso a ella le gustaba. Sentirse asustada, afrontarse a sus miedos. Cada vez era más fuerte. Y eso le hacía querer esforzarse aún más. Con rapidez, cogió entre sus manos un par de velas, tiza, una tabla de madera, y su libro de magia oscura. Se encerró en su cuarto, y allí, se sentó sobre la cama. Cerró los ojos, y alzó sus manos a la altura de su pecho. Soltando un suspiro, comenzó a concentrarse. Entre sus manos, comenzó a aparecer una especie e luz negra, con filamentos de un color alilado. Como si las llamas del infierno se hubieran vuelto minúsculas. Emma abrió los ojos. Esta vez, por suerte, la luz se mantenía allí. Los ojos de la chica brillaron con ilusión, esperanza. Sin perder la concentración, abrió los brazos poco a poco, esa luz se estiraba a la misma velocidad que ella abría los brazos. Cuando lo hubo hecho algo más grande, intentó convertirlo en una pequeña bola de fuego infernal. No tuvo éxito. Lo intentó de nuevo. Nada. Otra vez. Nada. Y así hasta que el reloj marcó las 2:22 de la madrugada. La luz de todo su cuarto se apagó, y sólo las velas iluminaron el lugar. Hasta que se apagaron. Al instante, Emma podía ver de nuevo, pero no estaba en su cuarto. A su alrededor, llamas negras, lilas y rojas engullían lo que parecían personas y otros seres que no logró distinguir. 

  —Estoy aquí. — Dijo de pronto una voz grave, aterradora. Emma miró a la dirección de donde provenía esa voz. Y lo vio. No era exactamente como se lo había imaginado, pero efectivamente, estaba frente al mismísimo Satán.

—¿Qué hago aquí? ¿ ¿Qué es esto? ¿Es un sueño? 

  —Demasiadas preguntas, mi pequeña fiera. Te las responderé todas. Pero paciencia. Estás aquí porque vas a recibir tus poderes al completo. — En cuanto la chica del pelo lila alzó una ceja, indicando una tremenda confusión, carraspeó—. Te he estado observando últimamente, tus poderes crecen. Pero ya no pueden hacerlo más, estás estancada. Por eso estoy aquí. Corrijo, por eso estás tú aquí. Tu poder es, básicamente, mi poder. Tú no lo sabes, pero yo si. Y tiene sentido, aunque no lo creas. —Difícil era creerle, pues su tono era algo más cómico que serio en esos momentos—. Alguna gente crece y se encuentra con alguna cosa que le otorga poderes, otros se construyen trajes geniales y fantásticos, como Iron Man, vaya hombre, y otros, nacen de experimentos. Pero, hay una pequeña parte de humanos, muy muy pequeña y limitada, que nace con algún poder especial. El destino es caprichoso. Literalmente, Destiny, la diosa del destino, es una obsesa de estas cosas y le encanta jugar con su poder, y decidió que el que tú nacieras con mi poder podía ser divertido. Y bueno, quién sabe si alguna vez lo es. La cuestión es que para que tu poder, el del control de las llamas del infierno, estas llamas, crezca y puedas usarlo a tu voluntad y en su plenitud, he de otorgarte otro, el de la oscuridad. Sí, seguro que piensas que todo esto es una chorrada, y que estarás loca pero es verdad. Tienes el poder de crear, invocar, controlar, mover, incrementar y fusionar las llamas del infierno en cualquier lugar, y a parte te acabo de regalar el control de la oscuridad. Ahora de noche, y en la oscuridad, serás imparable. Aunque no olvides que la oscuridad no es solo el no tener luz, sino la oscuridad que corrompe un alma hasta convertirla en un ser despreciable... Oh, perdona, ¿he hablado demasiado rápido? Lo siento, cariño, es que no tengo mucho tiempo para decirte todo lo que te quiero decir. A ver... qué más era... ¡Ah, sí! Si te encuentras por ahí con algún vengador... Diles que soy un gran fan. 

Dicho todo esto, todo volvió a convertirse en oscuridad. Y de nuevo, Emma regresó a su cuarto. Estaba tumbada en la cama, lo que indicaba que muy probablemente hubiera sido un sueño. A pesar de que podría también ser real. Pues ella conocía sus poderes de antes, y conoce la historia de sus héroes. De Thor, por ejemplo. Así que si ellos eran dioses y tenían poderes, ¿por qué ella no?

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⏰ Last updated: Jun 05, 2018 ⏰

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The Darkness GoddessWhere stories live. Discover now