- Gracias señora.

- Sabía que despertarias - me dice mi amiga regalandome una sonrisa.

- Todos lo sabíamos, menos uno que no se hacía la idea - la mirada de Giorgio se posa en Bruno. -Dimitri se tuvo que ir, parece que las cosas con si mujercita se salieron de control.

- Lo bueno es que ya estás con nosotros - dice Elisabetta-.
Las palabras de todos allí me hacen sentir en casa, en el hogar que desde que mi hermana y mi padre me dejarón nunca tuve al lado de mi madre.

- ¿Porque lloras Camila? - me pregunta Laurent.

- ¿Estas bien? ¿te duele algo? - la cara de Bruno se coloca pálida.

- Estoy bien es solo que agradezco a todos que estén conmigo.

- Deja de llorar amore - sus brazos me envuelven en un cálido abrazo.

Los días pasan y la comida de hospital es la peor que puedes comer, daría tanto por una pizza, por fortuna el médico me ha dado de alta, así que Bruno junto a Simone me conducen hasta el auto.
Laurent no mentía en eso de que las mujeres del personal médico mirarán a mi esposo de una manera libidinosa. Después de todo Bruno es el tipo de hombre que jamás pasarías desapercibido si se cruza en tu camino.

- ¿Donde están Amos y Fausto? - le pregunto una vez estoy dentro del auto.

- Los despedi - Dice tranquilamente.

- ¿Qué? ¿Porque?

- Bueno cuando un auto de un desconocido está a punto de matarte y tu esposa se atraviesa y sale herida, no es una buena señal de que estén haciendo bien su trabajo.

- Estaba cómoda con ellos.

- ¿Cómoda? Si eso pude observar cuando te vi en una cama de un hospital a punto de morir.

- Contratalos de nuevo.

- Cuando se trata de tu seguridad, nada está en discusión.

- Entonces entrenalos bien, dijiste que le enseñabas a tus hombres.

- No desperdiciare mi tiempo en enseñarles cosas básicas, cuando tengo un cabrón que me amenaza.

- ¿Ya tienes un plan para Fiore?

- He planeado su muerte desde que recibí esa maldita carta.

- ¿Y qué si no es él?

- Sea quien sea, el que haya ocasionado el accidente tiene sus horas contadas - la expresión de Bruno es fría, despiadada y sin ningún arrepentimiento en sus palabras.

- Considera la idea de entrenar a Amos y a Fausto.

- Va bene lo consideraré.

El auto aparca en la mansión y sus hombres hacen una fila para recibirnos, él por su parte lo único que hace es conducirse cargada hasta nuestra habitación.

- Descansa.

- ¿A donde irás tu?

- Señor lo que pidió ya está aca - la voz de Simone se escucha detrás de la puerta.

- ¿De qué habla Simone?

- Armas, mande a traer armas. Sigue Simone - le ordena, mientras Simone entra con dos maletines grandes negros y los coloca sobre la cama.

- Todas italianas, a excepción de una, esa es rusa.

- Buen trabajo - Dice al abrir uno de los maletines, mi cara se horroriza, armas de todos los tamaños, enchapadas en oro y con una L talladas en cada una de ellas.

Pasión Italiana (Ya en Físico)Where stories live. Discover now