Aunque ya no estás

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 Aún me cuesta creer esto que pasó. Me parece increíble pensar que ya pasaron dos meses. Dos meses desde que él ya no está conmigo, dos horribles meses en los que el llanto, la angustia y la soledad comenzaron a carcomerme por dentro. Aún no logro entender cómo fue que de un día para otro desapareció de mi vida. No puedo aceptar que no lo voy a ver más, que no voy a escuchar su risa, que el brillo de sus ojos se apagó para siempre, que sus besos quedaron solo en mis recuerdos... ¿Cómo hago para seguir si ya no está? Era el pilar que me mantenía fuerte, era la razón por la que sonreía todos los días al despertar, era la persona que me hacía sentir más viva, que me hacía ver la vida con colores más brillantes.

Sé que debí haber venido antes, pero se me hacía imposible aceptar que debía despedirme... que debía decirle adiós para siempre.

Mi hermana se había ofrecido para acompañarme, sabía que necesitaba mucho apoyo en este día. Pero a pesar de eso, sólo acepté que me llevase hasta allí. Del resto tendría que ocuparme yo sola. Debía ser así. Tenía que despedirme, hablar con él y dejarlo ir.

Cuando el auto se detuvo frente al cementerio, sentí la misma puntada en el pecho que había sentido ese día al enterarme de la horrible noticia. Me quedé en el asiento, sin poder moverme, sintiendo cómo las lagrimas se agrupaban una a una esperando el momento para salir. Lentamente giré la cabeza para observar por la ventanilla la puerta de entrada. Me quedé unos segundos así hasta que mis piernas respondieron y logré bajarme del auto. En mis manos llevaba unas flores color fucsia... eran las mismas que él me había regalado en nuestra primera cita.

A medida que avanzaba entre las lápidas, mis pasos se hacían cada vez más lentos y mis latidos se aceleraban en la misma proporción. No quería llegar hasta allí, no quería ver su nombre en ese lugar y mucho menos su rostro en la foto, esa foto pegada a la lápida que me indicaría, otra vez, que él ya no estaba.

Pero aún así los metros se iban acortando y el lugar estaba cada vez más cerca. La primera lágrima cayó cuando estaba a sólo cinco pasos. Los avancé como si estuviese dirigiéndome al peor lugar en el que podía estar, pero aun así llegué. Y entonces lo vi.

"Dylan Martínez 12/02/1993 – 19/04/2014"

Las lágrimas comenzaron a caer por mi rostro como cascadas, mi corazón seguía latiendo; no sabía cómo le quedaban fuerzas siquiera para seguir su normal funcionamiento. Se me aflojaron las piernas y no pude hacer más que sentarme frente a esa lápida, frente a esa pared que me dividía de su cuerpo... ese cuerpo que ya no estaba habitado por él. Ese cuerpo que en algún momento había sido cálido, que había estado lleno de vida y que de un momento a otro había pasado a estar vacío.

Cuando las lágrimas hicieron ademán de detenerse, junté fuerzas y tomé aire.

—Hola —susurré sintiendo cómo mi voz rompía con aquel silencio—. Tardé mucho en venir, ¿no? —sonreí levemente mientras el llanto amenazaba con volver a empezar—. Te extraño un montón... no sabés lo difícil que se me hizo venir hasta acá. —Tuve que hacer una pausa bastante larga; las lágrimas cobraron fuerza y yo estaba demasiado débil como para lograr detenerlas—. Te traje flores... son las mismas que me regalaste ese primer día, ¿te acordás? —Bajé la vista para observarlas, aún seguían en mis manos y llegué a ver como una lágrima caía desde mi rostro hasta uno de sus pétalos, bañándolo de tristeza.

Esa gotita quedó allí, no la aparté. Dejé las flores en el recipiente, el cual ya estaba bastante lleno, y luego fijé mi vista en su foto. Verlo así, sonriendo, con ese brillo en sus ojos... se me hacía muy difícil creer que ya no estaba. Aun seguía esperando a que apareciese por mi casa, regalándome uno de sus tantos abrazos de oso que me dejaban sin aliento y uno de sus tantos besos que me hacían olvidar del mundo.

—¡¿Por qué tuviste que irte así?! —inquirí de golpe presa de la bronca y la inevitable angustia que me generaba—. Estoy mal, estoy muy mal. Desde que te fuiste no tengo fuerzas, Dylan. No sé cómo seguir, no sé cómo hacer para continuar sabiendo que no estás. Te necesito un montón, necesito de tus palabras, de tu sonrisa... necesito un abrazo tuyo —el llanto cobró más fuerza, pero esta vez no hice ninguna pausa—, y saber que nada de eso va a ser posible... saber que no voy a poder escuchar nunca más tu voz, que no voy a verte nunca más... me destruye. ¿Cómo hago para seguir? ¿Cómo hago para volver a sonreír si la razón de mis sonrisas ya no está más? ¿De dónde saco la fuerza que necesito para continuar con mi vida? El vacío que siento es inexplicable... Dejaste una marca imborrable en mi vida y en mi corazón. Te amé mucho Dylan. Te sigo amando y creo que te voy a seguir amando por siempre.

Esta vez la pausa se hizo obligatoria. Mi voz ya estaba saliendo entrecortada, las lágrimas me impedían ver y hasta respirar. Sabía que no había mucho más para decir... Hablar con el allí era lo peor que podía imaginarme, pero aun así no quería irme. Por primera vez desde su accidente lo sentí cerca. Por primera vez sentí que mis palabras le llegaban... Sentí su presencia cerca de mí.

—Dylan... necesito que me ayudes —le pedí finalmente cerrando los ojos y sintiendo cómo una lagrima mas caía por mi mejilla haciéndome cosquillas—. Necesito que me des fuerzas, que me ayudes a seguir adelante porque sola no puedo.

En ese momento una brisa se hizo presente, provocando que unos mechones comenzaran a juguetear en mi cabeza, haciendo que mi piel se estremeciera y que una débil sonrisa comenzara a formarse de a poco en mi rostro.

En ese momento supe que había sido él, lo sentí en mi corazón.

Aunque ya no estas [Relato corto]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora