Dios, no era como si me fuera a mudar.

—Te necesito. Derek. Por favor... no te vayas —susurró con su voz quebrada.

En ese segundo supe cuánto esfuerzo le había costado dejar escapar esas palabras. Solo escucharla decir mi nombre me hacía querer darle todo lo que deseara. Pero aquello no podía hacerlo.

Sentí como si mi corazón se encogiera dentro de mi pecho y, literalmente, hice una mueca de dolor.

—Ven aquí —pedí extendiendo mis brazos, pero por primera vez, Jan se negó a entrar en ellos. Esperé varios segundos a que se acercara y cuando vi que no lo iba a hacer, me incliné hacia ella y la jalé a mi regazo. No era que ella hubiera puesto mucha resistencia de todos modos—. Te haces la difícil, ¿eh? —bromeé contra su pelo. Escuché cómo sorbía y me golpeé mentalmente por ser tan idiota.

«¿Qué no ves que últimamente es una bola de hormonas sentimentales?»

Yo prácticamente era su pañuelo andante, lleno de lágrimas, mocos y eso.

—Lo siento, pequeña, había olvidado lo mal que te sientes últimamente —mentí. Era incapaz de olvidar cualquier cosa acerca de ella, mucho menos cómo se sentía.

—No te preocupes —murmuró—, creo que ya llega mi periodo.

—Okey, pongamos límites. Ese tema es un límite para mí. Demasiada información para mi cerebro, ¿sabes? —Su risa después de tantos días de lágrimas me hizo demasiado feliz—. Mira, ¿qué te parece si te llamo tres veces al día todos los días que este allá?

Su cabeza que antes había estado en el hueco de mi cuello, se elevó con timidez y sus magníficos ojos se encontraron con los míos.

—¿Algo así como un pase de lista? —inquirió. Ahora fue mi turno de reír.

—Sí, muñeca, algo así como un pase de lista, o como checar tu llegada en el trabajo. ¿Eso está bien para ti?

Asintió y me dio un pequeño beso en la esquina de los labios, que me dejo deseando más, antes de salir del auto y girar un poco para encararme.

—Y. ¿Parker? No me digas muñeca.

***

—Hola, campeón —saludé una vez que llegamos a la habitación de Dean. Se encontraba jugando muy concentrado PlayStation con otro niño del hospital.

—¿Por qué me dices campeón? —cuestionó curioso sin dejar de mirar la pantalla. Su pregunta me sorprendió, así que miré a Jan, quien simplemente se encogió de hombros.

—Porque eso es lo que eres —aseguré sin saber cuál respuesta esperaba.

Pausó su juego y el pequeño niño a su lado se incorporó y salió de la habitación sin ninguna palabra en su dirección. Una vez que la puerta se hubo cerrado, Dean se giró hacia mí con un gesto serio en el rostro.

—No, Derek, no soy un ganador. Por lo menos no todavía. Soy un luchador. Ganador es aquel que gana algo. Cualquier cosa. Un juego, una pelea, una apuesta, una lucha, y yo no he ganado aún, pero sé que lo haré. Ganaré y saldré vencedor de esta lucha contra el cáncer —dijo pareciendo demasiado sabio para su edad.

Este enorme nudo se formó en mi garganta al darme cuenta de lo mucho que sabía de la vida ya y no pude hacer nada más que asentir y palmear su hombro.

¿Desde cuándo los niños eran tan profundos?

Suponía que tenía que ver, más que nada, con la situación tan difícil que le había tocado pasar.

Rendirse jamás [PQY #1] ✔ versión 2014Where stories live. Discover now