La sangre siempre sabe a hierro [KiriTetsu]

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One-shot medieval/ fantasy AU, angst.
Kirishima x Tetsutetsu.

Shiozaki desfallece ante el atardecer

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Shiozaki desfallece ante el atardecer. La dríade siente como el calor le perfora el alma y quema sus pulmones de manera repentina. Un sauce la atrapa antes de que impacte contra el suelo, mientras el resto de ellos se ven contagiados de terror. Ella sabe que es demasiado tarde para tomar medidas y que la guerra ya se ha instalado en sus tierras silenciosa. Sus huesos crujen como débil hoja de otoño mientras la vida se escapa entre suspiros. No puede salvarse, no puede salvarlos, pero quizás él sí.

Antes de volverse una con sus raíces, lo llama.
Y al caer el sol, arde el bosque.

🍁

Por un momento el mundo parece detenerse ante la elegancia de las cenizas que caen, cubriéndolo todo. Como un manto, cobijan a los cientos de cadáveres por igual: humanos y salvajes, inocentes y asesinos; la muerte cae sin discriminación.
Tetsutetsu intenta apartar los copos grisáceos, mas sólo logra esparcirlos por su piel. A pesar de estar en pleno invierno, él siente cocinarse dentro de aquella armadura de hierro que lo aprisiona. El bosque mismo parece hervir por el incendio que aún no cesa.

Fuego; todo comienza y termina con él. Eso le había enseñado Eijirou.

Hacía ya tres semanas desde que el chico lo abandonó. Sin conocer su antiguo hogar o algún familiar del pelirrojo, Tetsutetsu no tenía forma de buscarlo. Aún siendo pareja desde hace años, Kirishima siempre ocultó todo sobre sí y su pasado; ese fue el motivo de su última pelea.

Entonces la guerra había irrumpido, llamándolo a formar parte de las tropas. Luchando día y noche con las monstruosidades del bosque, sólo deseaba soltar sus armas y dar vuelta atrás, con la esperanza de que su chico esté ahí esperándolo.

Estan tan cerca de la victoria; lo único que se interpone a estas alturas es el gran dragón rojo de la zona oeste. Insistía en proteger el lugar, dando tiempo a las pocas criaturas que quedaban de escapar. El rey envió a los mejores soldados que tenía, pero ninguno logró volver a salvo. Ya era hora de terminar.

Las pilas de cuerpos son más frecuentes a medida que se acerca al encuentro. Rompiendo el silencio, se oye la respiración del volcán viviente, esa que pone los pelos de punta a cualquiera. El área parece rodeada por una muralla de fuego, a excepción del hueco que hace de entrada al infierno. Allí, esperando, está La Bestia. Tetsu toma un respiro de valor y entra.

Lo primero que piensa sobre el gigante lomo rojo es que no es tan majestuoso como esperaba. El maldito le da la espalda, ignorando la amenaza que es el hombre. No merece una pelea limpia, por lo que el caballero alza su espada para aprovechar la situación, pero antes que dé un paso la gran cabeza se dirige en su dirección. Se siente morir.

Eijirou lo está mirando.

"No, no es él", se dice, "es un truco del monstruo". Sin embargo duda y baja el arma. Hay dos ojos fijos en él, ardiendo como leña viva. Recuerda lo que decía su madre siempre, que los ojos son el reflejo del alma. Y si esa cosa tiene alma, está quemando su interior.
Su madre también decía que ninguno de los seres que viven en el bosque negro tiene un alma, así que toma su espada otra vez y ataca.

Le da al dragón en la pierna; este ruge de dolor. Abre la boca y enseña sus enormes colmillos de forma amenazante. Aquellas garras tratan de atraparlo, logrando sólo lanzar lejos su arma y hacer cortadas en su brazo.

-¡No me asustas!- le grita con determinación.
Ahora que el rostro gigante está más cerca es cuando saca la ballesta atada a su espalda. Sin dar tiempo a reaccionar dispara varios tiros. Dos hieren su ala, uno su ojo izquierdo. Esto le da tiempo de recuperar su espada y realizar un corte profundo en la pierna. La sangre del dragón se mezcla entre el rojo de sus escamas. Luego de unos ataques más, el animal simplemente deja de defenderse.

La voz interior del chico le grita que es demasiado fácil para ser real. Es una trampa, piensa, en cualquier segundo saltará a matarme. Pero la única amenaza es ser aplastado por el enorme cuerpo que cae.

El impacto provoca una nube de ceniza y polvo; el gris cubre cada pinta roja. Tetsutetsu tose con fuerza. Luchando también por respirar está la cabeza del dragón a unos metros de él. Por el silbido en su pecho tiene más de una costilla quebrada.
Debería decapitarlo, para asegurarse.

Arroja la espada y se dispone a salir del bosque. No va con el rey a reclamar recompensa o alardear de su hazaña ante el pueblo. Sólo tiene una cosa en mente: encontrar pronto a Eijirou.

 Sólo tiene una cosa en mente: encontrar pronto a Eijirou

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805 palabras

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