De repente me posee la rabia y me levanto de mi asiento. —No estamos preparados para el examen final, profesor —digo sin vacilar y todo se paraliza alrededor como si fueran de esos efectos especiales que le ponen a las películas.

Mis compañeros parece que no respiran y el profesor...me mira perplejo, como si no pudiera creer que alguien le cuestione y lo desafíe. Él sacude su cabeza y me mira por tanto tiempo, que mi valentía amenaza con debilitarse, pero no la dejaré y me mantengo fuerte.

—Repítalo, señorita Roa. Creo que no la escuché muy bien —dice en un tono de voz peligroso que amedrenta, pero yo no me amilano.

Le repito: —No estamos preparados para el examen final.

Él camina con los papeles en sus manos hasta que se detiene frente a mí y todo el tiempo se sintió como el acecho de un animal salvaje a su presa...o sea a mí. Su presencia es abrumadora, no puedo negarlo. No tiene puesta su chaqueta azul y con su camisa blanca de manga larga y esa corbata roja, luce todas las "ies" otra vez: impecable, imponente e inalcanzable. Con su postura dominante, siento que me está aplastando sin tan siquiera tocarme ni hablarme. En sus ojos zafiro hay algo tan intenso que me deja sin aire en mis pulmones y sus pupilas están dilatadas, como si esto...le excitara. Trago para aliviar la repentina resequedad en mi boca y no puedo creer que siento mi cuerpo responder ante tal derroche de testosterona y superioridad. Mi respiración es pesada, mis pezones luchan por liberarse de mi bonito sostén de encaje, y hay un latido conocido en mi bajo vientre que me deja desconcertada. Él lo nota, todo, y el fantasma de una cínica sonrisa hace aparición en su atractivo rostro.

—Déjeme aclararle las cosas, señorita Roa. —Su tono helado me enfría hasta los huesos—. Soy el profesor, esta es mi clase, esta es mi aula y hago lo que me plazca. Si digo que el examen es hoy, entonces es hoy. Si me da la gana de cambiarlo, lo hago, y nadie tiene que decir nada al respecto porque es indignante que con sus jóvenes mentes, no estén preparados para tomarlo cuando ya deberían dominar el material estudiado. ¿Entendió eso?

—No, no lo entiendo, pero lo que sí entiendo es que usted no es un hombre de palabra —le espeto sin dudar y los demás jadean conmocionados. Frente a mí, el profesor Grullón me mira como si lo hubiese abofeteado con todas mis fuerzas, y luego siento la ira que sale a raudales por cada poro de su cuerpo, pero me mantengo en mi postura—. Usted dijo que hoy nos daría un repaso y que el examen sería el lunes. El álgebra no es fácil, estamos aprendiendo y es su deber enseñarnos. ¿No dijo usted y cito "responsabilidad ante todo"? Pues creo que eso debe venir de ambas partes. —Sigo lanzándole mi discurso y él lo toma ahora...con una calma engañosa y con sus brazos cruzados en su pecho, pero con una mano en su mentón afeitado. Yo continúo—: Si el examen es hoy, de seguro que vamos a reprobar porque todavía hay estudiantes que no comprenden muy bien el material que se ha dado, y si reprobamos, entonces no nos graduaremos. Si nos da el repaso, al menos estaremos más preparados para el lunes. De lo contrario, me temo que tendremos que hablar con el director Roldán sobre esta situación —termino y él sigue en su postura.

Esperando. No habla. Solamente me mira...como si quisiera castigarme por ser tan insolente. Carraspea, baja los papeles a la altura de su abdomen, y alzando una ceja pregunta: —¿Ya terminó? —Abro la boca para responder, pero él me corta—: No acepto muy bien las amenazas, señorita Roa, pero de eso hablaremos una vez hayamos terminado el repaso de hoy. Se quedará después de clases —sentencia y se gira para irse, pero yo...

—No puedo quedarme. Trabajo en el...

—No me gusta repetirme y no me presione —declara en tono mordaz y lanzando dagas por esos ojos azules—. Es suficiente con sus cinco minutos de fama. Ahora siéntese. Comenzaremos con el dichoso repaso y el lunes será su último examen.

Profesor Grullón (Editando)Where stories live. Discover now