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En esta ocasión, abandono un poco el ritmo en pos de una mejora del detalle casual de lo acontecido. Espero sepáis perdonarme las faltas, la áspera narración y la ruptura armónica y emocional. No estoy satisfecha, pero necesitaba terminarlo.

Este es el último capítulo. Habrá un epílogo.

Este capítulo tiene dos canciones: The Last Door - Winter Of The Past / Goo Goo Dolls - Iris

¡Gracias infinitas por llegar hasta aquí!

Un beso

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A ojos de Liara, aquella sombra no era más que una inequívoca mancha de hollín. A los suyos, el oscuro trazo grabado en tinta y sangre que Shepard había deseado imprimir en su piel como recordatorio de su ansiado, aunque inesperado, reencuentro.

Para ambos, aquellas delicadas alas significaban el abandono del letargo, un renacimiento, el despertar de profundos sentimientos mutuos; ella y él, Arcángel y Espectro, finalmente uno.

-Está viva, Liara. Lo presiento. Tiene que estarlo... es ella. -repetía convencido.

La asari, como de costumbre, ofreció su incondicional ayuda, una que él rechazó en beneficio exclusivo de su amiga. Y es que no deseaba involucrar a nadie más en su lucha, su obsesión. Todos necesitaban continuar; él también, pero no a costa de más sacrificios.

-Descansaré cuando la encuentre. Estoy de camino, T'Soni. Agradezco el ofrecimiento, pero esto he de hacerlo solo. -apagó el intercomunicador de su omniherramienta y se acomodó, como pudo, en el diminuto asiento de aquel desvencijado transporte atestado de heridos y enfermos que buscaban, como él, una salida a su desesperada situación.

Aquel mensaje había reabierto una nueva herida. Sentía miedo. Un temor atroz de ver rotas de nuevo sus esperanzas. Deseaba hallar paz aunque ello significase perder la vida en el intento y ya estaba herido de muerte, desgarrado sin remedio.

Mas lo peor de aquello no era el desenlace que el hado enmarcaba en certeza, sino el trayecto que tendría que experimentar si permitía que la calidez de una renovada ilusión naciera nuevamente en su interior. Alzarse de nuevo sobre las cenizas, podría significar la ruptura de algo más profundo, algo irreparable. Prefería hallar la muerte en su propia desidia, que sufrir otro cruel desengaño. Había alcanzado a asumir diminutos trozos de indescriptible agonía, había empezado a comprender que presenciaría amaneceres sin ella, y ver parcialmente reconstruidas sus esperanzas, sólo auguraba una caída aún más dolorosa.

Sin Shepard, él se hallaba incompleto, carente de virtud alguna ni fuerzas para afrontar los eternos años de sobrevivir sin el fragmento complementario de su propia alma desolada. Pero perderla tres veces... no habría cuerpo ni espíritu que lo resistiera.

¿Habría aún lugar para la serendipia en su historia?

Pasaron los días. Agónicas jornadas en las que apenas probó bocado alguno. Tampoco había alimento que llevarse a la boca y la sed se hizo una necesidad opcional entre tantas otras imperantes. Sólo las pesadillas alimentaban la tortura de aquella desquiciante incertidumbre y el suplicio de tan infinita espera. El vehículo donde viajaba se detuvo incontables veces, rescatando almas perdidas o heridas que buscaban ayuda. Era consciente de que, a pie, se hubiera ahorrado varios días de camino pero su cuerpo apenas respondía a órdenes básicas y el agotamiento mermaba su capacidad de aguantar nimios desafíos, menos aún tal travesía sin sucumbir finalmente a su evidente fragilidad.

Algunas noches, cuando sus latidos disminuían peligrosamente, se despertaba somnoliento y mareado, y se obligaba a ingerir cualquier mendrugo de comida que encontrase en el fondo de su bolsa de viaje. Necesitaba recuperar parte de esas fuerzas que se negaba a perder del todo, pues el fin del camino aún se hallaba lejano.

No hay Shepard sin VakarianWhere stories live. Discover now