Capítulo 21: 25 de marzo de 2012

615 38 26
                                    

Demoré mi regreso lo más que pude, en parte porque no me sentía lo suficientemente preparada para volver a casa. Ocupé mi tiempo con pensamientos juiciosos y reflexiones personales, tomándome un momento para meditar en qué demonios acababa de ocurrir, y cómo era que me había atrevido a hacer algo como eso. Realmente me otorgué la libertad de conversar con el enemigo, aún después de todo lo que acababa de acontecer por culpa suya, no tuve ningún impedimento para volver a las profundidades del bosque y mantener una charla "civilizada" con uno de ellos. ¿Qué clase de estúpido caso era ese? Verdaderamente, la peor manera de demostrar mi falta de apego para con las reglas de la colonia.

Presté atención al medallón que colgaba de mi cuello: auténtico e intacto, sin daños a simple vista; no había sido reemplazado y tampoco mostraba signos de haber sido activado, tal y como Lukas había asegurado entre los detalles de su cuestionable historia. Pese a ello, no había manera de que su discurso fuera cien por cien verdadero: continuaba siendo un mago rodeado de circunstancias misteriosas, alguien en quien, estaba convencida, no se podía confiar.

Fue con la sensación de haber cometido algo indebido que finalmente llevé mis pasos en dirección a la cabaña. No lo pensé demasiado antes de introducir la llave en la cerradura, lo cual se trató de un error a juzgar por la forma en que Charles posó la mirada sobre mí en cuanto crucé por el marco de la puerta.

—¿Tienes idea de qué hora es? —lo escuché decir a modo de reprimenda.

Me encogí de hombros.

—¿Las once de la noche, quizás?

—Son las dos de la madrugada, Yvonne.

—¿Y qué hay con eso? —protesté con indiferencia—. Tampoco es como que mi regreso te importe, jamás lo ha hecho.

—Me importa si hace que mi hermana pague las consecuencias.

Mis ojos se desviaron hacia el fondo de la sala: Annaliese permanecía sentada en la esquina del sofá, entrelazando las manos con temor mientras ponía todo su empeño en mantener la boca cerrada.

—¿No ha podido dormirse o qué? —traté de adivinar.

—Ojalá fuera así de simple —replicó Charles con enfado, dando a entender que no me había acercado ni un poco—. Puede que tenga problemas para irse a la cama, pero eso no tiene nada que ver con que haya pasado toda la tarde vagando por las profundidades del bosque.

—¿De qué hablas?

—Pregúntaselo tú, ¿quieres? —Se cruzó de brazos—. Porque, hasta donde yo sé, es tu ejemplo el que está completamente determinada a seguir.

«¿Mi ejemplo?»

—¿Qué tengo que ver yo con que ella haya entrado al bosque? —me excusé enseguida—. Me fui del Tribunal porque necesitaba algo de espacio y...

—¡Por supuesto! —se echó a reír, agregando con ironía—: Que tú pases las horas perdida entre los árboles no está ni de chiste relacionado con que ella haga lo mismo.

—¿Estás insinuando que fue culpa mía?

—¿De quién más sino? —resopló—. ¡Mira la hora en que regresas a casa!

—Pero tan solo estaba...

—Te vale un comino lo que sea que tus decisiones provoquen en mi hermana, ¿no es cierto? No te importa si se queda sola o si termina involucrándose en tus asuntos, sea como sea, lo único que parece interesarte es encontrar la forma de escapar de tus responsabilidades.

Respirando hondo, me obligué a hacer una pausa antes de contestar:

—Escapar no es lo que hacía, Charles.

Su recuerdo es invisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora