Capítulo 3

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Escuché el sonido del timbre, no quería levantarme estaba tan cómoda en mí cama, no abrí los ojos hasta que el timbre comenzó a sonar repetidas veces rápidamente. Supe inmediatamente quién era, me levanté y me estire, luego caminé hacía la puerta de la habitación y a paso lento camine, abrí la puerta principal, con los ojos entrecerrados pude distinguir a Alex con algo en una caja.

—¡Llevo media hora aquí afuera y tú no me abrías! —Exclamo enterando a la casa rápidamente. —Ayer vine y estaba todo apagado así que supuse que estabas durmiendo.

—¿Ayer? pero sí... —deje la frase en el aire, alex abrió las persianas y las ventanas  y pude sentir el aire fresco entrar al departamento. —¿Cuánto eh dormido?

—Bastante, al menos unas 22 horas. —respondió. —Creo que éstas bastante cansada ya que aún te noto con sueño.

—Nunca en mí vida había dormido tanto...

—Bueno, siempre hay una primera vez para todo. —sonrió y algo dentro de la caja que el traía se movió.

—¿Qué traes ahí?

—Un gatito.

—¿¡Enserio!? dejame verlo.—chillé emocionada.

Dejo la caja en el sillón y me acerqué a la caja, dentro había un gato pequeño de color blanco.

—Me lo encontre hoy en la calle, estaba en una esquina de unos matorrales, me dio pena y me lo lleve. —acaricio al gatito y yo rei.

—¿Te lo quedarás? —pregunté.

—Sí... —sonrió.

—Quiero un perrito, ¿acompañame a comprar uno? —le pregunté mientras me iba corriendo a la habitación a cambiarme la ropa.

—¿¡Para que quieres un perro!? —le escuché gritar de allá.

—¡Me siento sola! —grité de vuelta.

me abroché las zapatillas y listo. Salí de la habitación y le dije a Alex qué nos fueramos, salió con el gatito y bajamos las escaleras.

Afuera había un sol resplandeciente, brilloso y toda esa mierda, pero para mí la vida no tenía color, ya no.

—Alex, ¿Qué edad tienes? —Nunca me lo había dicho y deducia que tenia unos veinticuatro años.

—Veintidos. 

—¿enserio? —lo miré con los ojos abiertos. — te ves mucho mayor.

—Nosé si ofenderme o sentirme bien. —reí.

—¿dónde hay una perrera? 

—mm... queda cerca. 

Asenti y seguimos caminando por unos minutos. Llegamos a nuestro destino, y me decidi por un cachorro poodle blanco, le compré comida, ropa, y todo lo que un perro nesecita para sentirse comodo. Si yo estaba comoda en mi departamento el también tendria que estarlo.

—Eff, ¿Cómo era tu vida en Detroit? —me preguntó alex de pronto, la pregunta me pilló por sorpresa y yo no quería hablar de eso.

—La primera vez que nos conocimos te dije que venía a comenzar de cero, así que estando en las Vegas para mí el pasado ya no existe. 

''¿Y andrew?'' Fue como sí mi subconsciente me haya preguntado eso, Andrew... para mí el aun existe, nunca pero nunca lo olvidaré, a pesar de que no estuvimos mucho tiempo juntos el me marcó, aún lo siento en mí corazon, aún lo quiero. Y es frustante no tenerlo.

—Eff, ¿que te sucede? —preocupado me tocó la cara. —estás pálida, estas sudando. 

—No... no es nada Alex, solo que no eh dormido bien. 

Las Vegas [Secuela #Mpdi] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora