-Señorita Merín, sería tan amable de ayudarme a cambiar de diapositiva cuando termine de explicar cada una, por favor. -Pidió con esa voz de mando que me ponía los vellos de punta.
-Sí, maestro. -Musité.

     Eran imágenes de cuadros de pintores mexicanos como: José María Velasco, Diego Rivera, Frida Kahlo, David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco, Dr. Atl, Rufino Tamayo, José Guadalupe Posadas y Juan O'Gorman. En cada uno nos pedía opinar con respecto a las tonalidades, iluminación y sombra aplicada, los contrastes, los detalles. Y aunque veía cada una de las pinturas con asombro, la realidad es que solo esperaba escuchar ese "siguiente" dirigido para mí.
    Al terminar la clase, agradeció a todos sus atenciones brindadas, pidió un material que les gustaría usar en una pintura o dibujo a cada uno para la siguiente clase y me pidió ayudarle a guardar el equipo de cómputo en su estuche. Cuando salió el último de mis compañeros, él se encargó de atrancar la puerta sin que yo me diera cuenta. Se acercó con sigilo, puso una de sus manos en mi cuello mientras la otra entraba con facilidad dentro de mi pantalón.

-Dígame algo, jovencita, ¿qué sitió al tener sexo con mi hijo después de haber tenido mi verga en la boca?

     No podía responderle nada, se había apagado mi voz al volver a tenerlo así de cerca y de la forma en la que me estaba reteniendo.

-Oh, pequeña. Estás mojada -Dijo teniendo su dedo medio justo entre mis labios, justo sobre el orificio en el que ansiaba sentir aquel velludo miembro que había tenido en mi boca la semana pasada.
-Maestro, esto no...  No deb...
-¿No qué? -Me interrumpió -.¿No debo tocarte así?

     Debía responderle que no, debía rehusarme, pero algo por dentro evitaba mi resistencia. Quería ser esa presa cautiva que se sabía acorralada y con un futuro incierto en las manos del cazador, quería descubrir qué podría hacerme el Sr. Vaercy con esas manos con las que antes me había herido el cuero cabelludo y con las que ahora me obligaba a aprovechar lo más posible el poco oxígeno que podía conseguir, y con las que estaba creando ríos a punto de desbordarse sobre mis muslos al acariciarme.

-Ven para acá... -Dijo al llevarme otra vez a nuestro almacén.
-¿Qué hará, maestro?
-Tú ya conseguiste que me corriera usando tu boca, hoy me toca hacer que te vengas usando mis manos y mi verga -Respondió convencido de que no habría objeción alguna de mi parte.
    
     Me quitó la blusa, arrancó la venda de mis pechos, después subió mis brazos y usó los restos para inmovilizar mis muñecas con un par de giros alrededor de ellas. Sus manos y su boca hacían que mi cuerpo se volviera más pequeño. La forma en la que se desplazaba a través de mi piel empezaba a hacerme sentir un miedo que me excitaba.

-Estás lista -Afirmó al escuchar mi respiración agitada, al sentirme temblar, al ver dentro de mis muslos mi humedad.

     Se colocó una goma que sacó de su maletín, recorrió el anillo hasta la base de su pene, restregó la punta sobre mis labios de la misma forma en la que lo había hecho antes con sus dedos y, sin mesura, me penetró levantándome del piso con sus manos en mis nalgas. Podía cargarme con una facilidad que nunca hubiese imaginado, sentía mi vagina recorriendo por completo su verga cada vez que me penetraba. Intenté muchas veces responder sus besos, pero me era imposible cada vez que le sentía clavado profundo en mi vientre. Por inercia abría la boca y él aprovechaba para morder y succionar mi labio, para atrapar y jugar con mi lengua. Sus manos exprimían mis pechos con euforia, igual lo hacía con mis nalgas y mis muslos cada que necesitaba acomodar mi cuerpo y no perder el equilibrio. Quería abrazarlo, enterrarle mis uñas en la espalda por ese vibrar que me recorría por dentro en cada embestida, él nunca me lo permitió. Llegó un momento en el que ese infierno de sus ojos salía y se esparcía en todo su semblante; retuvo el amarre de mis muñecas por detrás de mí y con la otra mano volvió a apretar mi cuello obligándome a arquearme hacia atrás mientras hundía con más velocidad el largo de su falo entre mis piernas.

-¡Ahhhh! -Grité extasiada y con mi rostro enrojecido.
-Me acabas de demostrar que mi hijo jamás te ha cogido de esta manera... -Susurró mientras sacaba abruptamente su punzante miembro de mí.

     Permanecí en silencio, pero era cierto, el padre de mi novio me estaba dando la mejor cogida de mi vida (hasta entonces) siendo la segunda persona con la que había estado.
     Giró mi cuerpo, colocó su mano sobre mi espalda con fuerza para obligar a inclinarme hacia enfrente. Se hincó detrás de mí y sentí su lengua bebiéndose mis fluidos, esparciéndolos poco a poco hacia arriba, en dónde el también hundió su lengua para no permitir que se extinguiera el incendio vivo en mi cuerpo. Al poco tiempo se incorporó, repitió su ritual de tomar su verga y restregarla por fuera para después hundirse en mí profundamente. Casi de inmediato tomó mi cabello haciendo una coleta que enredaría en su mano. Tiró con la misma fuerza que el día en que folló mi boca, y no fue dolor lo que sentí en el momento, sino placer.

-¡Ah! ¡Ah! Mmmm... ¡Ay! -Gemía y gritaba mientras él me penetraba más y más.

     Mis piernas no podrían sostenerme por mucho tiempo, temblaban, no podía sostenerme de nada, sólo él me mantenía de pie sujeta por mis muñecas y mi cabello. Sentí dos orgasmos seguidos y supliqué en mis adentros porque él terminara de una vez, estaba rendida  después de la clase de gimnasia y ahora esto. Como pude, junté un poco las piernas y conseguí atrapar su miembro cada vez que entraba, cosa que le excitó motivándolo a hacerlo más intenso. Uno, dos. Uno, dos. Me penetró hasta arrebatarme la sensación de su pene apropiándose de mí, cambiándola por el ardor placentero de su semen sobre mi espalda.

-Pfff... Debo admitir que envidio a mi hijo por tenerte -Dijo mientras liberaba mis muñecas -.Disculpa si te lastimé, es sólo que despiertas mi instinto dominante con tus gestos, tu actitud. Toda tú...
-No se preocupe, Sr. Vaercy. Yo creo que tengo que agradecerle este sexo tan excitante que me ha dado.
-No agradezcas, compartimos ese placer.

     Me ayudó a limpiarme cambiando su tacto rudo por uno gentil. Nos cambiamos y salí de ahí sin decir nada más. El día siguiente al ver a mi novio en la prepa, se percató de las marcas en mis muñecas y me pidió explicación. No pude decirle la verdad, discutimos y él decidió terminar conmigo por no tener la confianza de contarle sobre lo que había pasado.
     Seguí yendo a ambas escuelas, pero dejé de asistir a la clase del maestro Vaercy. Me sentía culpable, deprimida y en ese momento la única persona a la que le tenía confianza para hablar era mi amiga Naty. Quedamos en faltar a la escuela de arte el jueves e ir a comer algo en su casa y así poder hablar a solas.

-¿Qué debí hacer, Naty? Me siento extraña... -Pregunté.
-Seguir, amiga. Fueron solo experiencias que te abrirán más puertas.
-No sé. En verdad quería a Alex. Me encantaba su forma de mirarme y cómo me hacia sentir -Añadí dejando mi copa de helado sobre el buró.
-Eres muy linda, Lú. Capaz de excitar a cualquiera -Dijo Naty tomándome del rostro -.Excitarías a cualquiera, cualquiera moriría por poder besar esos labios, por poder acariciar tu piel.
-¿Eso crees?
-Estoy segura...

     Cerré mis ojos, respiré profundo y cuando me permití reaccionar, Naty estaba sobre mí besándome...

CONTINUARÁ...

Escrito por Jürgen Axel Olaf Rodríguez Córdova.
    

AutorretratoWhere stories live. Discover now