Parte 2

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•Autorretrato•
-Parte 2-
(Basado en hechos reales)

-Vaercy... -Dije en un suspiro.

     Esas manos que habían tomado mis pechos, bajaron a rodear mi cintura para acercarme a un cuerpo desnudo que no dudó en entrar conmigo al agua.

-¿Vaercy? -Me preguntó una voz dulce y familiar.

     Se trataba de mi novio, quien al verme entrar a los vestidores de damas, esperó el momento en que nadie se percatara de su ingreso.

-¿No es ese tu apellido, Alex? -le regresé la pregunta intentando ocultar mi equivocación.
-Pues si, pero por un instante me sentí igual de viejo que mi padre -Dijo apretando mi cuerpo entre sus brazos -. ¿Te lo imaginas? ¿Un hombre de su edad con una chica?... Mi chica... -Agregó.
-No, sería muy extraño. -Respondí.

     ¿No pudo encontrar otra forma de hacerme sentir peor? No hubiera pensado nada al respecto si él no lo hubiese mencionado, y en ese instante, mientras Alex me cubría de caricias y besos en el cuello, yo enjabonaba por todos lados mi cuerpo, intentando limpiar una suciedad que no llevaba por fuera, sino por dentro.
     Salimos de la escuela sin que se dieran cuenta. Él me acompañó hasta mi casa, en el camino no hablamos de nada.

-¿Hola? ¿Hay alguien en casa? -Grité al entrar.
-Al parecer no -Dijo Alex.

     Dejé las llaves y mi bolso sobre la mesa y le pedí esperarme en la sala mientras me cambiaba de ropa. Lo que en realidad necesitaba era lavarme los dientes, ya que sentía todavía muy marcado en mi boca el sabor del semen del maestro Vaercy. Entré a mi cuarto, arrojé mi ropa deportiva en el cesto y caminé desnuda hacia el baño. Al encender la luz, miré de frente mi reflejo en el espejo. Me acerqué a ver mis pupilas, me aparté un poco para ver después mi cabello, toqué mis senos recordando las manos del padre de mi novio sobre ellos y de pronto dejé de ver el cristal frente a mí. Había aparecido la pizarra y en ella mi dibujo, imitando cada uno de mis movimientos y gestos. Cerré mis ojos asustada y respiré profundamente, al abrirlos de nuevo, había vuelto el espejo y yo en él.
     Comencé a cepillarme los dientes con desesperación, quería quitar todo rastro de aquel salado manjar que había obtenido como premio en mi boca de parte del maestro. Me parecía divertido ver mis pequeños pechos brincando al mover mi brazo. Mis párpados calleron y permanecieron abajo por unos segundos, dejándome volver a ver aquello que acababa de pasar en el aula. Reviví su voz hablándome al oído, ese calor y firmeza cerca de mis nalgas y al recordar su mano tirando de mi cabello, sentí el dolor que todavía permanecía en la piel bajo mi cabello. Cuando abrí los ojos, Alex estaba recargado en el marco de la puerta del baño mirándome.

-¿Qué haces aquí? Mi madre no ha de tardar en regresar. -Le dije esperando que me dejara descansar.
-Te ves hermosa desnuda, ¿lo sabías?
-Claro que no, pequeño. Mírame, tengo cuerpo de niña, y dudo que tome una mejor forma. Así me voy a quedar.
-Claro que te veo, y lo hago con detenimiento. Por eso digo que eres hermosa.

     No había terminado de enjuagarme el dentífrico cuando me acorraló contra el lavamanos, rodeó mi cintura y comenzó a besarme de la forma dulce y apasionada que sólo él conoce. Caminamos hasta mi cama sin dejar de besarnos, dejando su ropa tirada en el piso. Me levantó con facilidad y con mis piernas abrazando sus muslos, me acomodó en el centro de las sábanas. Abrió mis piernas, pasó sus dedos sobre mis labios para sentirme empapada y deseosa de sentirlo dentro de mí, y sin preámbulos, me penetró profundamente para dejarme alucinando en medio de un lento vaivén en el que introducía su pene en mí, impulsado por mis piernas que rodeaban su cintura.
     Él tenía mi edad, yo había sido su primera vez y él la mía, y desde entonces solo había estado conmigo. Lo que hacía que yo me sorprendiera por la forma en la que me follaba... No, perdón, con él siempre fue amor, me hacia el amor con su mirada, con sus manos, con sus besos y con esa forma tan cauta y excitante de penetrarme. Me sentía protegida con él. El fuego era diferente, ya que con su padre, me sentí a mitad de un bosque ardiendo en llamas, consumiéndose a altas temperaturas y muy rápido. Con Alex el fuego era parecido al que sobrevive lento en alcohol, con llamas azules que parecieran no lastimar, pero te hacen arder de adentro hacia afuera hasta el borde de la locura.
     Mis gemidos siempre han parecido maullidos, son sonidos agudos y dulces que junto con mi humedad, siempre le han excitado mucho a Alex. Sólo cuando siente que estoy cerca de un orgasmo es que pone su frente en mi frente, se clava en mis pupilas y pone a prueba la destreza de su cadera hundiendo su pene lo más posible entre mis piernas. Es tan "meeew" (maullido) la sensación en la que todo se contrae por dentro, viéndome obligada a morder sus hombros aunque a él no le guste y termine soportando el dolor con tal de complacerme. Esa noche apareció en mis sueños mi dibujo, mi autorretrato sonriendo, al tener en el cuerpo la sensación tan cálida que dejaron en mí el cuerpo y las caricias de Alex.
     Pasó todo el fin de semana, no pensaba en nada que no fuera la escuela y mi novio. Ni el mismo martes que iría a las clases de arte pensé en algo más, al menos hasta el momento de entrar al salón del maestro Vaercy y tener que sentarme en mi lugar. Recordé otra vez aquel día, recordé el dolor, el placer, su sabor. Me estremecí con miedo, no sabía cómo iba a verme ese día o si me diría algo. Entró, nos saludó a todos sin mirar a nadie a los ojos, preparó una laptop con un proyector a mitad del aula apuntando hacia la pizarra, apagó las luces y caminó por el pasillo en el que se encontraba mi butaca para pararse en la parte de atrás del salón.

AutorretratoWhere stories live. Discover now