Era la noche del 14 de agosto, Jesse había marchado en un avión esa mañana con Aubrey rumbo a su recorrido por Europa, y Beca ya estaba extrañando sus chistes y excelente humor. Supuso que tendría que aprender a convivir con ello, porque tener una novia era cosa seria para él y veía que con Aubrey todo era diferente a cualquiera de sus anteriores novias. Beca estaba atendiendo el club, ya era el último turno y tenía ocupadas sólo dos mesas con clientes frecuentes, que habían pasado a relajarse antes de regresar a casa después de sus rutinas diarias. Aprovechó la tranquilidad del día para poner en orden algunos papeles, además debía hacer un presupuesto detallado sobre todo lo que tenía que comprar para empezar su otro negocio. Si las cosas salían bien, y la publicidad ayudaba, el siguiente mes estaría inaugurando el lugar con algún espectáculo de por medio. Su sonrisa llenaba el lugar, como siempre que una gran idea se asomaba por su cabeza y la música sonaba acorde a la situación.
- Adiós, Beca.- Liam, su cliente más antiguo y gran amigo de Jesse, la saludó desde la puerta antes de salir. Ella devolvió el saludo con una sonrisa y agitando su mano a la altura de sus ojos.
La campana de la puerta sonó, la había cambiado por una menos ruidosa y más bonita, regalo que Aubrey le había dado a Jesse una vez porque estaba cansada de las viejas campanas que hacían demasiado ruido cuando ella llegaba por ahí en las mañanas. Beca nunca había estado tan de acuerdo, se lo había dicho mil veces a Jesse pero él no daba el brazo a torcer, hasta que llegó Aubrey. Apenas su amigo se lo contó, un pequeño grito de triunfo salió de su interior y agradeció no tener que repetirle por milésima vez que debían cambiar esas campanas viejas y gastadas. Punto para la novia.
- Es hora de irme, señorita.- el Sr. Marin, su vecino, se acercó a la barra, Beca tomó una bolsa de cartón, colocó en ella un vaso térmico con chocolate, y dos barras de coco.
- ¿Cómo está su esposa?- preguntó, y cerró la bolsa para entregársela al hombre.
- Lo está haciendo bien, es una verdadera leona.- su sonrisa nunca desaparecía, a pesar de tener el rostro cansado y la mirada perdida.- Que descanse, señorita Mitchell.
- Lo mismo digo, señor. Descanse y no olvide darle mis saludos a su esposa.
El señor Marin era su vecino desde que ella había llegado a Nueva York, y además un cliente fiel. Café negro y una rosquilla para consumir ahí, chocolate y dos barras de coco para llevar. Su esposa había contraído una grave enfermedad en un viaje de negocios, y llevaba poco más de un mes en la cama de una clínica, intentando recuperarse. Tres veces en la semana, entraba al lugar, tomaba un libro y se sentaba a leer mientras bebía su café. Era una escapatoria a todas sus responsabilidades, a su empleo y sus pesares, y Beca disfrutaba verlo llegar, desajustar el nudo de su corbata, y relajarse en el mismo sofá de siempre hasta que fuera hora de hacer el intercambio con su hijo mayor, y quedarse en la clínica con su esposa, a quien le llevaba su bolsa de cartón con el pedido de siempre. Quizás esa era una de las cosas que Beca más amaba de su empleo, la posibilidad de conocer historias, de ver a la gente, escucharlas, o sólo brindarles un lugar para disfrutar de la música y la buena lectura. Había tenido la oportunidad de intercambiar ideas, comentar sobre libros o películas, hablar de la música que escuchaba y la que producía, pero sin duda su parte favorita eran esas millones de historias de amor y desamor. Beca no era una gran romántica, pero había historias de amor tan hermosas que no podía evitar pensar en lo lindo que sería vivir una de ellas, enamorarse intensamente, hacer locuras y encontrar a alguien que quisiera hacer todas esas locuras con ella, alguien que fuera diferente, con convicciones fuertes, y sueños grandes. Quizás pedía mucho, y siempre pensaba que sus grandes expectativas la habían llevado a fracasar en sus dos relaciones anteriores.
Fue hasta la puerta y giró el cartel para que mostrara la parte donde señalaba que estaba cerrado, aumentó el volumen de la música y se sumergió en ese momento del día donde cerraba la caja, hacía cuentas y entendía que ese local había sido su mejor decisión. Un cover de Ordinary World sonaba en todo el lugar, y era típico que a esa hora la música fuera lenta. Su voz era técnicamente perfecta, el piano que la acompañaba hacía un trabajo extraordinario, y los coros que había añadido terminaban de darle forma a una sencilla pero asombrosa producción, una de sus preferidas sin ninguna duda.
El sonido de las nuevas campanas no la detuvo de su tarea, aunque sin levantar la cabeza anunció que el local ya estaba cerrado.
- Llevo horas conduciendo, podrías hacer una excepción.- esa voz, el tono que usó, la forma en que una leve risa acompañó la frase, hicieron que Beca soltara el lápiz que tenía en la mano y se obligara a levantar la vista para encontrarla. Habían pasado meses desde que la había visto por última vez, llevando en su mano un pendrive con su música, subiendo a un auto rojo justo en frente de su local. Aquella vez hacía mucho frío, las calles estaban teñidas de blanco, y la temperatura las obligaba a salir de sus hogares con abrigos pesados, bufandas y guantes.
- Chloe...- la sonrisa de la pelirroja parecía pintada, caminaba hasta ella con cautela y Beca pensó que iba a morir a causa de los nervios en ese momento. Había estado en algún lugar con playas, estaba segura porque había tomado un color fantástico, y ahora llevaba el cabello más corto.
- Esperaba encontrarte aquí a pesar de la hora. ¿Cómo has estado?- llegó frente a ella, se sentó en la misma banqueta que había ocupado la última vez y dejó al descubierto que conservaba la picardía en sus ojos.
- Bien... Es decir... Sí, muy bien.- Beca se odiaba, odiaba su incapacidad para hablar cuando estaba nerviosa. Existía en el mundo una cantidad innumerable de palabras, pero a ella sólo se le ocurrían unas diez, que tampoco podía ordenar antes de dejarlas salir de su boca. Chloe sonrió, notó que la muchacha frente a ella estaba nerviosa y eso le pareció adorable.
- Han pasado... ¿Seis meses?- por supuesto que el tono interrogatorio fue para distraerla un poco. Sabía exactamente cuánto tiempo había pasado, sabía que el 15 de febrero por la mañana había pasado por el lugar para recoger un pendrive, y se había llevado más que eso.
- Seis meses...- Beca tomó asiento también, y trató (en vano) de quitar su mirada de los ojos de la otra, pero el azul profundo estaba directamente sobre ella y no podía evitarlos.- ¿Por cuántos lugares has estado?
- Muchos, demasiados a decir verdad. Un recorrido diferente, muy... Reflexivo.
- ¿Ah, sí? ¿Y eso a qué se debe?
- A la gente que conocí.- Chloe usaba un tono tranquilo, bajo y pausado. Era tranquilizador escuchar su voz, encontrarse con un semblante relajado y esa mirada dulce.
- ¿Quieres tomar algo?- Beca de repente notó que no le había ofrecido nada, y trató de levantarse de la banqueta en la que estaba sentada pero una mano sobre la suya la detuvo.
- Estoy bien así.- los ojos azul cielo se conectaron directamente con los otros, una sonrisa se dibujó en el rostro de la pelirroja y los nervios ocuparon todo el cuerpo de la castaña.- Aunque quiero que sepas que en ninguno de los lugares donde estuve he podido probar un café mejor que el que tienes aquí.
- Quisiera llevarme el crédito pero Jesse fue muy cuidadoso al escoger el proveedor.
- Jesse... ¿Él y Aubrey llegaron a algo serio?
- ¿No lo sabes?- Beca se sorprendió, pensaba que ella y Aubrey habían hablado sobre el tema, que en medio de sus viajes tenía tiempo para tomar un celular y hablar con su amiga. Se sorprendió cuando Chloe negó con la cabeza, y trató de no pensar en los motivos por los cuales ella apostaba por esa forma de vivir.- Ella y Jesse tomaron un avión rumbo a Europa esta mañana, su relación está mejor que nunca.
- Tienes que estar bromeando...
- No, es cierto. Aubrey se ha convertido en una gran compañera para él, hacen casi todo juntos y aprovecharon estas semanas libres para hacer un viaje.
- Pensaba en darle una sorpresa al llegar sin avisar, y la que se llevó sorpresa fui yo.- eso dejó a Beca con un gesto de duda en el rostro porque de repente se dió cuenta que Chloe no había pasado siquiera por la casa de su amiga, y ya estaba sentada frente a ella.- En fin... Pasé por aquí a agradecerte por la música que acompañó mi viaje.
- ¿Te gustó?
- Repetí la lista de reproducción al menos veinte veces. Tienes talento, Beca, es innegable. El cover que hiciste de Love of my life es una verdadera maravilla para los amantes de Freddie Mercury como yo.
- Es uno de los favoritos de Jesse.- el silencio podría haber sido incómodo de no ser por la música que estaba sonando, Beca observó a Chloe con discreción, notó que llevaba jeans gastados y converse negras, descubrió que su nuevo estilo favorito era el casual, o quizás estaba encantada en cómo se veía lo casual en ella.- Quizás pueda preparar más para cuando te vayas.
- No me iré por un tiempo.- seguía usando ese tono tranquilo, aunque en esa oportunidad había un poco de misterio también. Beca se quedó en silencio, una sonrisa casi imperceptible se asomó por su rostro, pero intentó ocultarla. Había algo diferente en Chloe desde la última vez que había estado por ahí, estaba tranquila, muy calmada, reflexiva y llena de misterios en su mirada. Esa energía explosiva de la que Aubrey hablaba al referirse a ella, casi no estaba a la vista, y Beca se preguntaba qué tanto podía pasar en seis meses. Mucho, quizás más de lo que ella podía imaginar.
- ¿Quieres cenar conmigo?- Beca decidió preguntar y lanzarse a ese abismo que eran los ojos de Chloe.
- ¿Ahora?
- Sí, estoy cerrando el local y en verdad necesito comer algo antes de regresar a casa. ¿Te gustaría acompañarme?
- Yo...- dudó un momento, se detuvo a pensar en todas las posibles opciones para decir no, pero ninguna era tan fuerte como para negarse.- Me encantaría acompañarte, pero necesito pedirte algo...- miró a Beca con esos ojos azules a los que nadie podía negarse, era consciente de lo que causaba con ellos, sabía que el brillo que desprendían era mágico, y usaba ese poder de vez en cuando. La castaña sonrió al otro lado del mostrador, esperando que Chloe hiciera su pedido como el genio espera a Aladino.- Siempre he querido caminar por High Line.- Beca miró su reloj, pensó unos segundos y luego asintió con su cabeza.
- ¿Y comer alas de pollo como una turista?
- Suena bien para mí.- la pelirroja rió, y el sonido de su risa impactó directo en el corazón de Beca. No había sabido de ella por meses, pero se sentía tan bien tenerla ahí que no podía controlar sus emociones.
- Sólo déjame terminar aquí.
Chloe se quedó en silencio, contemplando el rostro de Beca cuando estaba concentrada, la forma en que arrugaba un poco su entrecejo y cómo golpeaba el mostrador con la yema de sus dedos al ritmo de la música. Terminó de hacer las cuentas, guardó todo en su lugar y empezó por apagar los equipos y las luces, sacó la basura, ordenó algunos papeles y marcharon en su auto. Chloe se sorprendió por el orden que había en el vehículo, por el aroma que desprendía al abrir la puerta del lado del acompañante. Estaba acostumbrada a viajar en un auto repleto de cosas, que no sólo cumplía la función de transporte, sino que era casi una casa. Beca en cambio era ordenada, minuciosa, muy detallista y hasta un poco obsesiva. Fascinante, ese era el término que definía mejor a la pequeña neoyorquina según la muchacha viajera.
Había muchas calles que conectaban el camino a High Line, esa vieja vía de tren que habían convertido en un parque de gran valor turístico. Beca conocía muy bien, había pasado por ahí muchas veces cuando quería descansar, y cuando detuvo el auto para iniciar el recorrido a pie, advirtió que sería una larga noche. A ninguna le asustaban los desafíos, y eso parecía ser muy interesante.
Chloe consiguió sus alitas de pollo y su caminata como turista por un lugar que nunca había visitado antes, Beca consiguió comer algo antes de regresar a su casa, y ambas partes parecían estar a gusto. Caminaron lado a lado, hablaron del nuevo local de Beca, y de cuánta ayuda había recibido por parte de Aubrey y Jesse para cumplir con un nuevo sueño. Pero a Beca eso no le interesaba tanto en ese momento, quería escuchar historias de viajes, de los lugares donde Chloe había estado, cuánta gente había conocido, y cuántos atardeceres había visto. Se hundieron en una profunda conversación sobre un pueblito en el que la pelirroja había estado antes de regresar, una tribu india que le había enseñado muchas cosas que desconocía, le habían hablado del valor de la familia y los lazos, y había sido invitada a una especie de ritual donde la gente se reunía a rendir honor a todos los que ya no estaban. Chloe había aprendido mucho con ellos, cada palabra que decía al contar esa historia estaba cargada de amor y admiración por la forma en que ellos veian la vida. Tenía un millón de anécdotas para contar, cada una con su respectiva enseñanza, una reflexión y un llamado a replantear tantas cosas que parecían estar definidas en su vida. Ella hablaba y Beca observaba, callada, atenta, absolutamente interesada en cada detalle, en la forma en que percibía las cosas que pasaban a su alrededor, en su visión tan amplia sobre las personas, en esa aventura intimidante y misteriosa que era Chloe.
- Su desprendimiento con las cosas es fascinante.- dijo en un momento, y Beca pensó que era curioso que ella lo dijera.- Me refiero a que son felices con tan poco, y aman tanto y con tanta fuerza. Es algo tan sencillo para ellos, que aún no entiendo cómo lo hacen. Vi diez atardeceres con ellos, ¡Diez! Y uno fue más fructífero que otro. Sanan, ellos tienen el poder de sanar heridas del alma. Es maravilloso, Beca, maravilloso.- la forma en que pronunció su nombre, cómo sus ojos se iluminaron al decirlo, todo lo que su rostro expresaba era hermoso, deslumbrante.
- ¿Tenías algo que sanar?- por primera vez en la noche se animó a preguntar, interrogar sin vergüenza, sin ponerse límites, y supuso que la belleza del camino y la noche estaban dejando que las cosas flujeran entre ellas.
- Conocí a alguien, hace algunos años. Me enamoré profundamente, nunca me había sentido de esa forma antes. Recorrimos París juntas, vivimos una historia de amor intensa, hermosa, estuve a punto de dejarlo todo para pasar el resto de mi vida con ella, y un día sólo desapareció.
- ¿Así sin explicación?
- Como quien desaparece para no ser encontrado. Se fue, me dejó mientras dormía, lo único que dejó fue un papel que decía: "Los viajes te darán a alguien que encaje en tus planes."- parecía pronunciar esas palabras con tristeza, pero su rostro seguía tranquilo.- Cuando estuve aquí la última vez, tú dijiste que la libertad poco tiene que ver con la soledad, y me recordaste que lo importante es tener a dónde regresar. Ese beso...- Beca sonrió nerviosa, esperaba que ella hiciera un comentario sobre el tema, pero no estaba lista en realidad para hablar sobre lo que había pasado aquel día.- Dijiste que esperabas que fuera una excusa para regresar, ¿cierto?
- Sí, lo dije.
- Quise regresar desde que mi auto pasó la tercera calle desde tu local.- Chloe se detuvo, de repente sintió que debía dejar de caminar y concentrarse en la que estaba a su lado, mirarla, demostrarle que estaba siendo honesta.- Me fui y te pensé todo el tiempo, estabas conmigo todo el tiempo. Es una locura, sé que no te conozco, que apenas sé de ti lo que un cliente curioso podría averiguar, pero me devolviste algo que había olvidado. Le hablé de ti a una mujer en la tribu, cada día, en cada atardecer, y me preguntaba si... Si tú pensabas en mí también. Es estúpido, lo sé, han pasado meses, y sé que tienes una vida diferente a la mía y todo eso, pero sólo quería regresar para decirte que te agradezco el café de ese día, las donas, la buena conversación, la música y el beso. Te agradezco tanto todo eso.- Beca se sentó en una banca de madera que estaba a un costado, se sentía abrumada por todo lo que acababa de escuchar, y más aún porque no podía decir lo que sentía de forma tan clara como la que Chloe manejaba. Su cabeza no tenía, ni de cerca, una forma de ordenar todos sus sentimientos y ponerlos en palabras bonitas. Optó el silencio, optó por dejar a Chloe a la deriva, preguntándose si debía sentarse a su lado o permanecer de pie frente a ella. Un minuto parecía una eternidad, cada segundo era más largo que el otro, y las dos estaban tratando de ordenar sus próximos movimientos. Beca no quería alejarla, y Chloe no quería invadirla. Parecía que la distancia de un metro entre una y otra era la mejor idea, quizás la única que podría funcionar en ese momento.
- El último faro del que me hablaste, en Portland...- decidió decir Chloe.- Estuve allí, me senté en la arena, y fue cuando decidí que iba a regresar.
- Yo no sé si puedo manejar todo esto.
- Oh...- Chloe curvó su boca, intentó emitir otra palabra pero ninguna parecía la correcta. Se sintió desilusionada de repente, como si fuera a salir corriendo en cualquier momento.
- No, no, no.- se apresuró a aclarar Beca.- No me tomes a mal.- dejó el asiento en el que estaba, se levantó y fue a su lado.- Es un verdadero honor que estés aquí, diciendo todas esas cosas, y que pensaras en mí durante tu viaje.
- ¿Pero...?
- Pero...- ella pensó, sabía que no encontraría ni una sola excusa que valiera la pena, ni una sola. Había esperado seis meses para saber de ella, había pasado los últimos ciento ochenta días pensando en esa hermosa mujer que había donado una caja repleta de libros la noche de San Valentín.- Imagina a la mujer más hermosa que alguna vez hayas visto, la más hermosa ¿si? Y luego imagina que ella te diga cosas como las que tú estabas diciéndome hace un rato.
- Me sentiría halagada, sin dudas.- Chloe se cruzó de brazos, curvó sus labios en una pequeña sonrisa y se atrevió a mirar fijamente los ojos de Beca.
- ¡Exacto! Yo no puedo manejar eso.- señaló al aire, como si "eso" estuviera materializado allí.- Simplemente... Yo simplemente no puedo.
- Sin embargo tú me besaste ese día.
- Tú ibas a hacerlo de todas formas.
- Quizás...- Chloe arqueó una ceja, acto seguido un guiño acompañó su gesto y luego comenzó a andar por el camino que ya venían siguiendo. Beca se quedó inmóvil, incapaz de decidir si quería seguirla o si prefería quedarse allí para no decir alguna otra tontería. La veía caminar, a paso lento, como invitándola a andar con ella, pero sin voltear a mirarla.
- “Lo que mucha gente llama amor consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto..."- Chloe se quedó de pie a mitad del camino, volteó sorprendida, observó a una Beca completamente nerviosa pero sin una gota de titubeos en la frase que acaba de repetir.- "... como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio”.
- Has leído el libro.
- Tres veces.- hizo un paso hacia adelante y siguió con su discurso.- La primera fue una leída sin mucho análisis, me salteé todas tus acotaciones y evité hacer las mías.- hizo otro paso adelante, y Chloe seguía de pie a una distancia considerable.- La segunda vez fui analizando, me detuve en casi todos los párrafos, y saqué mis propias conjeturas. Es un libro muy interesante.- un tercer paso la dejó casi frente a ella, a menos de un metro de su rostro.- Y la última vez intenté poner en común tus acotaciones y las mías. Me sorprendió que no hicieras ningún comentario sobre el párrafo que acabo de recitar, ¿sabes? Estaba ahí, resaltado en amarillo, pero no dejaste ni una sola palabra en él.
- Yo...- en ese momento la pelirroja había perdido totalmente su confianza desmedida, su hablar fluido y su postura desafiante. Una Beca completamente diferente estaba de pie frente a ella, sus ojos tan oscuros como la noche la miraban con intensidad y se sentía pequeña, indefensa.
- Es cierto, Chloe, no se puede elegir. Ni tú ni yo, nadie tiene el control. ¿Pero sabes algo? Elegiría mil veces más que fueras tú esa chica que entró a mi local con una caja repleta de libros en la noche de San Valentín.- Beca fue más allá, no podía dejar pasar la oportunidad de ser ella quien tomara la iniciativa y arriesgara todas las cartas otra vez. Cuando la mano de Chloe hizo contacto con la suya, supo que las dos querían lo mismo, y unos segundos después, sus labios se encontraron a mitad de camino. Los brazos de Chloe subieron rápidamente por encima de los hombros de la otra, y sus manos se encontraron detrás de su nuca para aferrarse con fuerza, para sentirla con más intensidad. Las manos de Beca, sin embargo, fueron a parar en la cintura de la pelirroja, con suavidad, con tanta delicadeza como si estuviera sosteniendo un objeto frágil con el cual debía tener el mayor de los cuidados. Sus bocas se movían sincronizadas, como si hubieran nacido para estar juntas, como si el propósito final fuera encontrarse de una vez y para siempre. Una muchacha que había salido a recorrer el mundo en un auto para encontrar algo que la hiciera quedarse, y una emprendedora soñadora que buscaba el amor sin saberlo, se habían encontrado sin quererlo, sin pensarlo. Habían andado caminos enteros buscándose, sin saber que andaban para encontrarse en un punto donde el pasado y el futuro no eran más que ideas de tiempo, porque todo lo que necesitaban era esa noche, ese camino desolado pero hermoso en la madrugada de Nueva York, y los brazos que las sostenían. Beca sonrió en medio del beso, se separó de Chloe y la miró con admiración, como si no pudiera creer que la mujer más hermosa que alguna vez había conocido, estuviera allí, besándola.- Supongo que te di un buen motivo para regresar.
Chloe no respondió con palabras, su sonrisa dijo todo. Su bella y perfecta sonrisa en la que cualquier ser humano podía caer sin remedio se encargó de poner en orden todo lo que sentía. Regresó a donde pertenecía en ese glorioso presente, a los labios de Beca, a las manos de Beca presionando su cintura, al cabello de Beca enredado en sus dedos. Por supuesto que ellas debían encontrarse en el medio de esa historia para cambiar la idea nunca acabada que tenían sobre el amor, para demostrar que esos "encuentros casuales" de los que se hablaba en las películas casi nunca eran casualidades, que tenían su razón de ser en la forma en que alteraban la vida del otro. Por supuesto que siempre habían estado ahí para ser. Lo que sea, lo que quisieran, sin pasado ni futuro, sólo la firme promesa de vivir reinventando el amor. Y así, como no se puede elegir los primeros brazos que nos sostienen al nacer, ni la lluvia que te va a calar hasta los huesos luego de un concierto, ellas no se eligieron, una fuerza más grande las había elegido esa noche en que las dos se habían negado a celebrar al amor. Quizás era ese su destino, celebrarlo cada día sin saberlo, sin planearlo, sin forzarlo. Estar ahí para ser, y nunca más para no ser.

¡Hola! Al final me decidí a subir la segunda parte de esta historia por la que pidieron. Nunca pensé que las secuelas pudieran ser fieles en su totalidad a la idea de la primera historia que se cuenta, y por ese motivo me costó un poco publicar esta parte. Pero aquí está, y siendo muy honesta, estoy conforme con el resultado final y espero que ustedes también. Espero que les guste y espero, por supuesto, sus opiniones. ¡Saludos!

San Valentín. Bechloe One-ShotOnde histórias criam vida. Descubra agora