Locked out of heaven sonaba en la radio y yo la canté a todo pulmón, lo que hizo que recordara la hipnótica voz de Jan.

Apagué la radio.

Al llegar a mi departamento, el cual no estaba muy lejos del de ella, decidí que sería mala idea quedarme en casa a pensar en lo que había pasado. La noche aún era joven y las clases casi terminaban, por lo que había una fiesta en casi cada esquina. Mi lugar debía ser en una de esas fiestas y, como nuestros departamentos estaban en área universitaria, concluí que sería buena idea caminar.

Salí al fresco aire de la noche y empecé a caminar, escaneando las fiestas para poder encontrar alguna que llamara mi atención. Pasé por un par de calles y luego me detuve de golpe.

En una casa se podía apreciar una piscina llena de chicas medio desnudas. Y cuando digo medio, me refiero a desnudas de la cintura para arriba, o sea sin la parte superior del bikini.

Sonreí.

Esa era justo la distracción que necesitaba.

***

Gemí con dolor cuando traté de rodar sobre mi costado en la cama. Dios, mi cabeza parecía ser aporreada por un martillo y mi garganta se sentía como si hubiera tragado papel de lija con vidrios incrustados.

¿Cuánto había bebido anoche?

La luz me molestaba, al igual que la sensación de las sábanas sobre mi piel transpirada. No podía abrir los ojos ni pasar saliva. Cada movimiento, por más pequeño que fuera, era una total tortura.

El suicidio parecía una buena opción en ese momento, pero para eso también necesitaba moverme y era lo que menos quería.

Cuando logré rodar un poco sobre mi costado, sentí un cuerpo cálido a mi lado y abrí un ojo para cerrarlo inmediatamente por el resplandor de la luz. El cuerpo ronroneó cuando nuestra piel entró en contacto y su brazo abarcó mi cintura. Sus pechos suaves, desnudos y cálidos se presionaron contra el mío y no pude evitar reaccionar en la manera que lo hice.

Soy un hombre después de todo.

Cuando logré levantar mis párpados, me arrepentí de inmediato.

Una chica menuda, de labios rosas y carnosos con pecas en la nariz y en las mejillas, me miraba seductoramente por debajo de sus gruesas pestañas. Sus ojos sesgados eran verdes y su largo cabello castaño estaba desparramado por las sábanas y almohadas.

-Hola -susurró. Tal vez ayer no me había dado cuenta por la gran cantidad de alcohol que había ingerido, pero justo en ese momento era consciente del gran parecido que tenía con una cierta mujercita enojona.

-Mandy -dije con sorpresa. Ella rio quedo y se pegó un poco más a mí, abriendo los ojos cuando notó mi dureza contra su vientre desnudo.

Se sonrojó y no pude dejar de notar lo ridículo que era que se avergonzara después de que habíamos tenido sexo.

-Mindy -me corrigió con una sonrisa coqueta.

Su mano se deslizó por mi pecho bajando hasta llegar a mí, haciéndome jadear. Sonrió triunfante, por lo que yo también le di el mismo trato logrando hacerla gemir. Así pasamos parte de la mañana, alejando mis pensamientos del lugar al que no quería que fueran; luego se marchó, dejándome solo para pensar en lo que había hecho y comenzar a sentirme culpable.

«Dios, ¿qué he hecho?»

***

Los siguientes días los pasé en un estado constante entre culpa y enojo.

Culpa por haber sido un cabrón con Jan y acostarme con una chica que me recordaba a ella; enojo porque ella también se había comportado como una bruja conmigo.

Lo que debía de hacer era sacarla de mi sistema. Pero ¿cómo hacerlo?

Me había dejado entrar en su vida, había confiado en mí para contarme su historia y presentarme a su hermano y yo lo había arruinado todo simplemente por no tener tacto al decir las cosas. Sin embargo ahora ella lo sabía y era una preocupación menos de que se fuera a enterar por alguien más.

Ahora lo único que tenía que hacer era ganarme su confianza de nuevo, demostrarle que podía ser un buen amigo porque... Dios. La extrañaba demasiado. Extrañaba pasar todo el día con ella y hacerla enojar, ver cómo se arrugaba su pequeña naricilla cuando yo decía algo desagradable o cómo me miraba por debajo de sus pestañas, como si quisiera golpearme cuando contaba algún chiste malo. Sabía que teníamos apenas un par de semanas pasando tiempo juntos, pero cada segundo había sido divertido y no solo eso, sino que también había sido provechoso. Había aprendido más en las últimas semanas que en todo lo que duró el semestre, y eso se lo debía a ella.

Apenas habían empezado las vacaciones y yo ya sentía que me iba a volver loco ahí solo. Necesitaba hacer algo fructífero, algo valioso y productivo; no solo salir por ahí a ligar o pasármela de fiesta en fiesta como era costumbre.

Necesitaba sentir que podía ser digno de una amistad como Janelle, así que me resolví a ir a su lugar para disculparme y... No sé, supuse que cuando la tuviera de frente podría decirle todo lo que necesitaba sacar.

Me levanté de mi cama, donde había pasado la mayor parte del tiempo estos últimos tres días, fui a la cocina y tomé las llaves del auto que estaban sobre la mesa. Me dirigí a mi auto, y en el último instante tomé la decisión de ir caminando. De todas maneras no se encontraba lejos.

El día estaba nublado, otra vez, y disfruté del clima, sabiendo que en cualquier momento podría llover, aunque no me quejaba. En realidad me gustaba mucho la lluvia; era relajante y me hacía sentir en paz.

Me hacía recordar que, cuando era pequeño, me sentaba en la ventana contemplando la lluvia caer, o a veces solamente cerraba los ojos y la escuchaba mientras que yo comía galletas hechas por mi madre o por mi abuela.

Mis pensamientos se dispersaron cuando llegué al frente de la casa de Jan, y la encontré sentada en la acera con la mirada perdida en algún punto en la distancia. Sus ojos lucían algo tristes, apagados, y casi de inmediato supe que algo no iba bien. Estaba sumida en sus pensamientos, como yo lo había estado unos momentos atrás, por lo que aproveché su distracción para acercarme y tomar asiento a su lado.

Parecía no ser consciente de mi presencia a un costado del suyo y, cuando la miré fijo, noté sus ojos rojos e hinchados tras las gafas; las mejillas manchadas por lágrimas derramadas.

-¿Estás bien? -inquirí preocupado.

Ella no me miró, ni siquiera se sobresaltó al sonido de mi voz, pero pude ver cómo empezaba a temblar su barbilla. Parecía estar desolada, cosa que no me gustó para nada. Ella no merecía ser infeliz.

-Lárgate, Parker -susurró con voz quebrada y enseguida nuevas lágrimas empezaron a caer por su rostro.

Me acerqué aún más y la abracé con seguridad, sin importarme si trataba de alejarme. Solo quería darle un poco de consuelo, de paz interior. Jan no se resistió cuando mis brazos la rodearon, por lo que la halé y coloqué sobre mi regazo como aquella vez que me había invitado a desayunar.

-Shhh, ya estoy aquí, pequeña. No te preocupes, todo va a estar bien -prometí en un intento de consolarla.

Acaricié su cabello, besé su frente y seguí murmurando palabras apaciguadoras contra su cabello.

La sentí tomar un profundo aliento, luego el dique se abrió y ella empezó a llorar.



Rendirse jamás [PQY #1] ✔ versión 2014Donde viven las historias. Descúbrelo ahora