- Claro que sí – mientras se acomodaban para hacerla la chica le preguntó si estaba ahí de vacaciones navideñas cosa que Ana confirmó, se despidió sin más, después de ella un par de chicos se acercaron también a pedir una foto y decirle que les encantaba y que querían verla en España haciendo cosas pronto, casi en seguida inició el abordaje de su vuelo.

Su hermano les esperaba en el aeropuerto para ir a casa, cuando llegó a su hermana la abrazó muy fuerte, sus sonrisas eran genuinas y sinceras, mientras tanto Mimi aguardaba unos metros atrás mirando un poco a todos lados y a ninguno a la vez, Joaquín se separaba de su hermana, acortaba las distancias, le daba un repaso nada disimulado a sus pintas, la bailarina llevaba unos pantalones de flores bastante pintorescos y una camisa de bananas que ya Ana le había advertido que no era precisamente atinada. Terminó clavando sus ojos en su rostro, sonrió y le extendió la mano, cuando la rubia la cogió con la suya el hombre jaló su cuerpo envolviéndola en un abrazo muy apretado que Mimi sintió como una genuina bienvenida relajándola bastante.

- Bienvenida... a casa y a la familia – no le dijo nada más pero eso había sido suficiente para apartar los pensamientos que la tenían descentrada y dibujar una sonrisa amplia que no se borró en todo el trayecto a casa de la familia Guerra, la más feliz de aquello era la cantante, la sonrisa de Mimi era tan bonita y transparente que no le gustaba pasar tanto tiempo sin poder recrearse en ese bello gesto.

- Me encantan los hoyuelos que se te forman en la barbilla cuando sonríes, son preciosos.

- ¡Ay, Ana! – Mimi suspiraba algo avergonzada y la abrazaba ante la atenta mirada de un Joaquín que había guardado silencio y expectante escudriñaba el rostro de su hermana, sus ademanes y expresiones; estaba pletórica y feliz como nunca. Respiró tranquilo por primera vez desde su regreso de México, realmente se había quedado preocupado pero tampoco sabía qué decirle a su hermana pequeña, él tampoco entendía ni se sentía cómodo con el tema pero verla tan plena le provocaba alegría, cada vez se convencía más que la felicidad de su hermana era lo único que importaba.

- Mi papá se empeñó en reunir a todos los Guerra en casa este año – avisaba para que las chicas estuviesen preparadas, el rostro de las dos fue un poema. Mimi estaba aterrada y Ana se mordía el labio preocupada.

- Pero vamos a ver... ¿Toda, toda?

- Sí... los tíos, las tías, los primos... la abuela.

- ¡Pero qué le pasa a ese hombre! – Ana negaba con la cabeza y Mimi cada vez se ponía más y más nerviosa – tranquila amor, son gente genial, sólo un poco cotillas – le decía con cara de circunstancias – Joaquín, qué pretende Antonio Guerra.

- No lo sé Ana, te juro que no lo sé... pero te aviso porque seguro te preguntarán por Javier y claro que Mimi no es que vaya a pasar desapercibida.

- Me quiero ir a mi casa – decía la rubia frunciendo los labios con vocecilla de bebé. Ana le ponía morritos y la tranquilizaba con una caricia en la cabeza.

Fue llegar a casa y Ana salir corriendo a abrazar a su padre que la esperaba ya con los brazos abiertos en el portal al final del hermoso jardín, Mimi bajaba más lenta y echaba un vistazo a su alrededor y después la estampa de padre e hija fundidos en un abrazo, sin poderlo remediar se le encogió el corazón, primero por pensar que ella nunca podría hacer aquello con sus padres y luego porque entendía lo que significaba para Ana su familia y lo difícil que debió ser enfrentar su miedo de ser rechazada, también sintió algo de envidia, ojalá sus padres hubieran sido como el papá y el hermano de Ana, que a pesar de todo no le daban la espalda. Joaquín se colocó a su lado y le pasó un brazo por los hombros.

Luna MenguanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora