XXIV. Todo Empieza.

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Ana se quedó dormida en instantes, no era de extrañar, en menos de 24 horas había ensayado todo el día, dado un concierto de dos horas con coreografía y parafernalia, se había escabullido de su casa a la una de la mañana y se había marcado una madrugada bastante intensa. La bailarina le dejó un beso en la frente una vez acomodó su cuerpo en un lado de la cama y lo cubrió con las sábanas arrugadas que había sujetado con la vida minutos antes. Recogió el desastre que habían hecho en la habitación, aún no daba crédito del último orgasmo de la cantante, se mordió el labio al recordarlo y su entrepierna le recordó que a ella no le habían dedicado demasiada atención. Suspiró tratando de calmarse, ya habría tiempo para todo, se decía mentalmente, ahora necesitaba dormir más que otra cosa, evitaba pensar en el elefante en la habitación, no ahora, no justo después de haberle hecho el amor a la mujer más hermosa del mundo, a su Ana, suya porque después de esa noche una parte de la cantante se quedaría para siempre con ella, y viceversa, pero Mimi aceptaba que a Ana no le hacía falta hacer nada, desde que se cruzaron sus miradas por primera vez ya se había llevado todo de ella.

Unos golpes en la puerta le hicieron abrir los ojos, estaba desorientada y sentía que a su cuerpo le faltaban huesos o le sobraban articulaciones, parpadeó varias veces para intentar acostumbrarse a la luz y de paso ubicarse, dos segundos después giró su rostro y pudo ver como la rubia la abrazaba por la espalda plácidamente dormida, sonrió para sí recordando momentos de las horas anteriores, se sintió avergonzada por todo lo que había dicho y hecho pero estaba tan feliz, tan plena y tan satisfecha que no podía dejar de reírse como idiota. Mimi era todo y mucho más de lo que había imaginado que sería, su cuerpo un escándalo, sus movimientos irreales y sus habilidades amatorias de otro mundo. También era cierto que Ana fuera de Javier no tenía realmente mucha experiencia en esas cuestiones, sólo tuvo un novio antes y la experiencia no la recuerda especialmente placentera, con Javier las cosas cambiaron, le gustaba, sí, tuvo orgasmos, muchos, sobre todo los primeros años pero no había punto de comparación. Otra vez los golpes en la puerta la sacaron de sus pensamientos.

- Mimi... - le susurraba intentando que la rubia abriera sus ojos verdes – creo que es Ricky... - parecía que la bailarina no se despertaría – Mimi mi amor... despierta – se giraba y entonces Mimi parecía reaccionar.

- Hola...me has dicho mi amor – la morena rodaba los ojos y asentía.

- Si... mi amor – verla frotarse los ojos y bostezar le enternecían el corazón – tocan a la puerta... - se volvía a escuchar el sonido pero ahora acompañado de la voz de Ricky.

- ¡Miriam Doblas hija puta, despierta! La gritona y tú no dejasteis dormir al personal así que espabila, aquí no duerme nadie...

- Joder – se escondía en las sábanas y Mimi soltaba una carcajada, se levantaba como si no estuviera desnuda y se disponía a abrir la puerta una vez Ana se había hecho un ovillo vergonzoso bajo las telas.

- ¿Qué quieres Merino? – abría la puerta dejando ver sólo la parte de arriba de su cuerpo, Ricky le miró el pecho descarado.

- Para haberte dejado esos pedazo mordiscos ya se podría haber callado un poco ¿No? – le señalaba el cuello y los hombros.

- Madre mía... - ni siquiera se había dado cuenta – así es ella – encogía los hombros con una sonrisa de estúpida satisfacción que no le cabía en la cara.

- Bueno, a lo que iba, nosotros vamos a desayunar fuera...

- ¿Nosotros?

- Si yo no te pregunto quién es Drácula tú tampoco me quieras tirar de la lengua – Mimi le dedicó un gesto travieso y el joven volteando a ver hacia su habitación le hizo señales de contarle después.

Luna MenguanteWhere stories live. Discover now