capítulo 11

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Me levanté a la mañana siguiente con unas ojeras más grandes que mi cara. No había conseguido dormir nada desde la conversación que tuve con Gabrielle. Yo no podía estar embarazada. Simplemente no podía. ¡Y menos por un revolcón del que no me acordaba! Claro, que aun menos recordaba si usamos protección o no…

—Pregúntale a Jaden —Me había insistido Gabrielle antes de irse a su casa ayer por la noche—. Él puede decirte si os protegisteis o…

—No, no quiero que lo sepa —me negué, apretando los ojos fuertemente para contener las lágrimas de nerviosismo—. No al menos hasta que esté segura de sí… de sí… ¡ya sabes qué! No me apetece tocar el tema, y menos con él, hasta saber que es estrictamente necesario.

—No tiene por qué enterarse, puedes simplemente tener curiosidad, ¿sabes? —Renegó Gab un poco a la desesperada—. Además, no pierdes nada por intentarlo.

—Prefiero hacerme el test antes que hablar con él…

Y por esa última frase es que hoy a la tarde, en lugar de disfrutar del día libre del trabajo que me he visto en la obligación de pedir a Mike, me iré al centro de la ciudad, a una farmacia donde nadie me conozca, a comprar un test de embarazo. Porque según Gabrielle, era mejor hacerse la prueba cuanto antes en lugar de esperar a que la madre naturaleza me dé una desagradable sorpresa.

—¿Te encuentras bien, Erin? —Me preguntó mi padre cuando entré en la cocina y me serví una buena taza de café.

—Solo algo cansada, ¿por? —musité bostezando, sentándome a la mesa de la cocina con mi cafeína caliente entre mis manos.

—Cariño, tienes unas ojeras enormes. ¿Dormiste mal?

Miré a Kyna mientras ella se sentaba a mi lado, llevando una enorme bandeja de galletas rellenas de chocolate con ella. Agarré una con la mano para untar en mi desayuna mientras asentía con la cabeza. Si ella me daba la respuesta a la pregunta, ¿por qué entrar en detalles?

—Así no creo que puedas ir a trabajar —refunfuñó mi padre, siempre preocupado por mí—. ¿Quieres que llame a Mike para que…?

—No hace falta, ya le llamé yo hace unos minutos —le interrumpí con la boca llena por la deshecha galleta, y tragué saliva antes de continuar—. En realidad no me encuentro tan mal, pero necesitaba pedir la tarde libre porque… Gabrielle y yo hemos decidido pasar el día en el centro comercial.

—¿No vas a trabajar por irte de compras? Bueno, supongo que eres suficientemente adulta como para decidir, pero… ¿Estás segura que estás en condiciones para ir esta tarde allí?

—Ya te lo dije, en realidad no estoy tan mal —mentí, forzando una de mis mejores sonrisas, pero quedó tan violenta que la escondí bebiendo un gran sorbo de café. Mala elección. Quemaba.

—¿Y cómo vais a ir Gabrielle y tú hasta el centro comercial? —Continuó interrogándome mi padre mientras yo tosía, con la garganta y lengua echando fuego.

—Creo que el padre de Gab la va a dejar el coche.

Sabía que a mi padre no le gustaría nada esa idea. El centro comercial estaba a unos cuarenta minutos en coche. Además, él creía que mi amiga era un peligro al volante porque corría demasiado, y cuando me había traído en coche a casa después del trabajo me había echado la bronca delante de Kyna, argumentando que andar era bueno para mi salud.

—No me gusta que… —comenzó a protestar, pero fue repentinamente interrumpido.

—Wow, ¿qué te pasó? ¿Te pasaste con el maquillaje morado, Hale?

Entrecerré los ojos mirando a Jaden, que entraba en la cocina ataviado solo con la parte de debajo de un pijama azul. Sin camiseta. Estas cosas las hacía a posta, ¿verdad?

No te enamores de tu hermanastro  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora