- ¿Que voy a hacer?- despeine mis cabellos negros. Estaba desesperada, tomé un buen tiempo en encontrar un apartamento disponible, encontrar otro sería algo complicado.

Aún así no me iba rendir. Saldría en busca de uno nuevo.

Tomé mi bolso de mano y me encamine hasta la puerta, el diario local me seria de ayuda para encontrar algo cercano y que se ajustara a el precio disponible en mis bolsillos, intente buscar y no logre nada en mi búsqueda. Todo estaba ocupado.

¡Que Karma!

No hizo falta recorrer más de cuatro calles antes de regresarme, para darme cuenta de que alguien me estaba siguiendo. Mi vista se giró hacia atrás.

Aquel auto era inconfundible, se detuvo enfrente mío y vi como el vidrio de la ventanilla bajo, Bruno asomo su cabeza a través de este, llevaba una gafas oscuras y un traje de vestir como la mayoría de veces lo había visto.

- Buenas tardes Camila – susurro y yo apreté mis labios.

- Hola – respondí en un susurro.

- ¿Todo bien? – alzo una ceja.

- Si – dije enseguida, él me dedico una sonrisa como si supiera que mentía.

- No eres buena con las mentiras – susurro, después bajo del auto y se acercó hasta mí-. ¿Qué ha sucedido esta vez?

- Bueno.. – mire mis zapatos-. El apartamento en el que vivo fue vendido.

- ¿Has conseguido uno nuevo?

- No – negué con la cabeza.

- La oferta de quedarte en mi casa, aún sigue en pie.

- No quiero de nuevo incomodar.

- Nunca me incomodaste – se encogió de hombros.

¿Que debía hacer? ¿Darle una oportunidad? ¿Pensarlo...?

- Camila, ¿me estas escuchando?

- Si – respondí casi enseguida.

- ¿Qué dices?

- Una vez te confesé lo que sentía, y...

- Y reaccione como un imbécil... pero esta vez, te aseguro que las cosas serán diferentes.

¿Diferentes? ¿A que se refería con ello?

Sus ojos azules zafiro se cruzaron con los míos cafés y decidí confiar en ellos.

(....)

Había pasado una semana en la mansión, habían sido los mejores días, o al menos yo los creía casi. Nuestra relación había cambiado, desayunabamos juntos, conversábamos de nuestro día y en las noches desaparecía. Solo en los momentos en que realmente estábamos a solas sin la sombra de sus hombres vigilándonos podíamos darnos otro tipo de afecto, nuestros besos no iban más allá que el roce de nuestros labios, algunos más subidos que otros.

Tenía miedo y temor de perder mi propio autocontrol porque era nueva en esto que empezaba a sentir.

Aquella tarde decidí pasarla en la mansión. Me entretuve tanto en la cocina, mirando cada uno de esos objetos para preparar pasteles que me entro la necesidad de crear un muffin de vainilla con chocolate. Mire la receta por internet, sin importar que las empleadas insistieron en más de una ocasión ayudarme. No necesite mucho tiempo para que estuvieran aquellos panquecitos listos.

- ¿Camila? – escuche su voz cruzar la sala

- Aquí – di un pequeño grito desde la cocina.

Pasión Italiana (Ya en Físico)Where stories live. Discover now