El Barco

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Floto en un barco, en un mar agitado, la patética barca parece estar inmóvil en las negras aguas que la golpean con violencia, buscando hundirla, pero la madera resiste por muy poco, pero nadie sabe por cuánto más.

Aquél es un bote salvavidas, esta lleno de personas, pero aun así estoy solo.

Empieza a hacer mucho frío, todos nosotros nos estamos aferrando a la vida, somos el naufragio de Nadie, dirigidos a Nada, llegando justo a tiempo para Nunca, hablo en plural, aunque estoy solo porque todos ellos estaban fuera de mi alcance, solo veo figuras oscuras, altas, bajas, jóvenes y viejas, con los que no puedo hablar. Un barco lleno de fantasmas. Cada tanto divisamos un destello de luz plateada, es el único momento en el que las figuras detienen su letargo y parecen emocionadas, como si el ultimo residuo de esperanza se encendiera en sus almas, y lo vieran en esas luces plateadas.

Yo no siento nada.

Quizás el único fantasma soy yo.

Ninguno de nosotros tiene idea de cuanto tiempo ha pasado, pasamos las horas en silencio fúnebre, observando el cielo gris, o el agua del color de la tinta sobre la orilla. No sé la razón, pero cada vez que tengo el infortunio de clavar mis ojos en sus infinitas aguas, siento que todo el aire abandona mi cuerpo. Pienso en los barcos que iluminaban las luces plateadas, como en ellos debería haber personas con rostros y voces en lugar de estas oscuras figuras. También pienso en como nunca los alcanzaré.

El clima empeoró, el mar golpeaba con más fuerza y la gente empezaba a empujarse, a pelear, a tratar de esconderse, pero en aquella multitud era imposible. Una nube de tormenta se acercaba lentamente en el horizonte, y era claro para todos que en su estado actual el mísero barco no podría soportar ni la más pequeña tormenta. Para mi una segunda cosa era clara: Alguien debía irse.

Abrazo mis rodillas, todos estamos desesperados, lamentosos y fantasmagóricos sonidos salen de aquellas figuras, más yo solo intento contener mi llanto. Sé que, si digo algo mal, hago algo mal, o no me hago esencial aquellas figuras me tirarán al agua, y me hundiré viendo como prosperan. Mi columna se congela ante tal pensamiento.

Se oyen truenos a la distancia, el barco esta zozobrando, todo el mundo llora, se abraza, y yo, me siento más solo que nunca. El capitán me señala con la silueta de un dedo acusador: El más débil debe irse.

Las figuras me toman por la ropa y yo grito, grito como un alma condenada, pero las luces plateadas estaban alejándose. Grito a la Nada, y la Nada lo acepta, y acepta recibirme.

Las negras aguas me tragan entero, reciben mi grito y de un segundo al otro no hay mundo, no hay barco, ni figuras, ni cielo y ni siquiera la tormenta, el agua se las tragó y ahora solo sirven para aumentar su poder.

Todo se desvaneció.

Me desvanecí yo de igual forma, terminando como espuma de mar.

Lo único que continúa existiendo es mi grito. 

El BarcoWhere stories live. Discover now