Capitulo Treinta y tres

14 2 0
                                    

Al final, decidieron quedar en el día de mañana. Volvieron al coche en silencio. Ever seguía roja como un tomate. No pensaba que Damen supiese tanto de ella, pero al parecer, la conocía más que ella misma. Por una parte, se sentía enojada, ya que Damen había invadido su intimidad, pero por otro lado, se sentía aliviada.

Aliviada de que ya supiese lo que sentía por él.

Cuando Ever entró, esta vez sí, en el asiento del acompañante, Damen no pudo evitar sonreír. Al parecer, ahora aceptaba su compañía con facilidad. Damen se sentía muy feliz de conocer los sentimientos de Ever hacia él. Se prometió a sí mismo, en su interior, que haría lo imposible por hacerla feliz. Se lo merecía y él sabía que había sufrido demasiado. La muerte de su padre, que le rompieran el corazón, la soledad continua, el rechazo de casi todo el mundo...

Ever se dio cuenta de que Damen estaba pensativo. A pesar de la vergüenza que sentía, levantó la mirada y lo miró, tímidamente.

– ¿Qué te pasa? – le preguntó.

Damen salió de su ensimismamiento de golpe y sonrió a Ever.

– No te preocupes, no me pasa nada – contestó Damen.

Volvió la vista a la carretera y puso el coche en marcha, con el habitual estruendo del motor. Ever se encogió de hombros y desvió la vista.

De repente, una fugaz idea se le pasó por la cabeza a Damen. Una amplia sonrisa se formó en su rostro. <<Sí, es una buena idea>>, pensó. Miró de reojo a Ever. Tuvo el impulso de adentrarse en su mente para saber lo que estaba pensando, pero se contuvo. Debía de respetarla. Volvió a pensar en aquella idea tan brillante y quiso ponerse a reír en aquel mismo momento. Pero quizás lo tomara por loco. <<Sí, creo que podría funcionar. Estoy seguro>>, volvió a decirse.

– Oye, ¿por qué estas tan callado? – volvió a preguntar Ever.

– ¿Qué? – preguntó a su vez Damen, desorientado.

Ever suspiró, exasperada.

– Que por qué estas tan callado... No sé, presiento que algo tramas – dijo Ever.

– ¿Qué podría pasar?

– Vuelves a responderme con preguntas en vez de con respuestas. Anda, olvídalo. Es que estoy un poco nerviosa – replicó Ever.

Damen soltó una pequeña risita.

– ¿Te pongo nerviosa? – preguntó Damen, con interés. Apartó la vista de la carretera por un momento y escudriñó a Ever intensamente.

Ever lamentó haber soltado aquello por su boca. ¿Qué le iba a decir ahora?

– Dime la verdad, simplemente – no pudo evitar decir Damen. Se pasó la lengua por los labios y volvió la vista a la carretera –. No tienes por qué inventarte una excusa. Además, si no me dices la verdad, yo lo sabré – añadió, mirándola con suficiencia.

Ever enarcó las cejas. ¿Acaso se burlaba de ella?

– Oye, estúpido. Que tengas el don de saber lo que pienso no significa nada. No me vengas con esas típicas palabras de “dime la verdad que soy mejor que tú”. No me van los creídos, ¿sabes? – Otra vez hablaba sin pensar – Si tú sabes lo que pienso, yo sé lo que sientes – añadió. Se acercó más a Damen y lo señaló con un dedo acusatorio –. Tú estás tan enganchado a mí como yo lo podría estar de ti. Además, aunque yo sienta algo por ti, tus truquitos de magia y tus demostraciones de poder o fama no conseguirán atarme a ti. Lo que me ata a una persona es su forma de ser, su forma de comportarse con las personas. Su personalidad – añadió Ever, muy seria.

Damen estaba sorprendido con lo que Ever había dicho. Con su personalidad, ¿no? Volvió a parar el coche y ahora se encontraba muy cerca de ella, mirándola con intensidad con aquellos ojos verdes que iban a acabar por volverla loca. Damen no dejó de mirarla. Si seguía mirando aquel rostro hermoso con matiz rosada por el sonrojo, aquellos ojos oscuros que lo absorbían, aquellas suaves mejillas, tan suaves como su precioso cabello negro como la noche. Y aquellos labios entreabiertos que parecían poner su control a prueba. No pudo evitar acercarse más hacia ella. Ever había admitido que sentía algo por él. Y sabía también que él la amaba. Entonces, ¿qué iba a pasar si lo hacía?

Sólo su subconsciente le dio las fuerzas suficientes por no posar sus labios sobre los de Ever. No quería cometer un error, no quería escandalizarla... Sabía cómo era en ese tipo de cosas.

A Ever le latía el corazón con fuerza debido a la cercanía entre Damen y ella. Estaban tan cerca, que podía sentir su aliento en el rostro. Quiso acercarse aún más y rozar sus labios con los suyos, robarle aquel beso que tanto anhelaba. Pero no conseguía dar el primer paso... Tendría que hacerlo él. Posó su mirada en los ojos de él y no pudo apartarlos.

Damen alzó la mano y le acarició la mejilla. Ladeó la cabeza. Era tan suave... Ever acomodó más su mejilla en la mano de Damen y cerró los ojos. No pudo evitar soltar un suspiro.

– ¿Te gusto tal y como soy? – susurró Damen, con la voz ronca por el anhelo.

Ever cerró con aún más fuerza los ojos. Lo amaba de una manera que nunca pensó que llegaría a amar... ¿Cómo era posible que le preguntase semejante pregunta? Claro que lo amaba. Lo quería tal y como era.

– Te quiero, Damen. No me importa como seas. Te quiero y eso no cambiará.

Eso era lo único que necesitaba saber Damen. Se acercó más a Ever, hasta que las puntas de sus narices se rozaron. Cogió el rostro de Ever entres sus manos y unió sus labios, por fin, con los de ella. Ever se pegó aún más a Damen, deseando fundirse con él. Le pasó las manos por el cuello y lo atrajo más hacia sí. Éste le agarró suavemente de la cintura. Siguieron aún fundidos en aquel beso apasionado unos segundos largos.

Cuando se separaron, los dos estaban jadeantes, con los corazones latiendo descontroladamente. Ever apoyó la cabeza en el pecho de Damen. Éste le acarició la mejilla con la mano y fue bajando por el cuello, dibujando círculos en la clavícula de Ever para luego llegar hasta la espalda.

Damen le volvió a besar en el pelo y la mejilla, como aquella noche en el hospital. Aquella noche en la que la vida de los dos cambió desde que cruzaron las miradas.

– Te quiero, Ever. Me gustas demasiado como para poderlo negar.

Alzando el vueloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora