(17) Con Esta Soledad

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“Originalmente los planes eran para la playa, pero Angélica no se siente muy bien.  Ya sabes, esos días del mes.  Así que vamos para el lago, allí por lo menos podrá descansar en la casa.”

Sus palabras me hicieron mirar el calendario.  Pero me quedé tranquila; aun faltaban dos días para eso.

“Perfecto.  Llego a tu casa entonces?”

“Papá y mamá dijeron que te recogerían a las ocho.”

“De acuerdo, te veo mañana.  Te amo Adrianna.”

“Yo también Isabella.”

Una hora luego, estaba de camino a mi apartamento. Deseaba llegar y dormir; no pensar en nada ni nadie.  En el castigo que estaba recibiendo por llevar una relación con alguien prohibido; por eso era que me sentía tan sola.

Bajé de mi auto y subí las escaleras hacia mi apartamento.  Me llevé una enorme sorpresa al verlo parado allí frente a mi puerta, obviamente esperándome, y con una enorme sonrisa en sus labios.

“Qué sorpresa verte aquí”  le dije sin evitar una sonrisa genuina en mi rostro.  Hacía tiempo que no lo veía así.

“Tu hermana me invitó para que pasara el día de mañana con ustedes y decidí darte la sorpresa hoy.  Me moría de las ganas por verte.”

Lo abracé llena de alegría; ese era el Ricardo que había conocido tiempo atrás.  No el indeseable en el que se había convertido.

“Estas son para ti” me dijo entregándome las flores que tenía en sus manos y besándome dulcemente.

Su actitud me desconcertaba; me confundía.  Podía decir que hasta me asustaba un poco.  Pero, por lo menos, tendría con quien hablar y compartir.

Lo invité a pasar y decidimos ordenar comida.  Mientras esperábamos que llegara, decidí darme un baño mientras Ricardo preparaba todo para sus famosas galletas de chocolate.

Cuando salí de la ducha, ya la comida estaba servida en la mesa, y el olor de las galletas horneándose era increíble.  Ambos nos sentamos a comer y luego nos deleitamos con el postre. 

“Qué opinas si preparo más para mañana?” preguntó Ricardo.

“Sería estupendo.  A todos le va a gustar.”

“Me ayudas?”

“Por supuesto.”

Comenzamos a preparar todo de nuevo; con la única diferencia de que tuvimos una pequeña pelea en la que la harina estaba envuelta.  Actuamos como niños pequeños y llegué a sentirme feliz con la idea de que podría conservar a Ricardo como amigo.

Luego de colocar las galletas en el horno, y de limpiar el desastre que hicimos, miré mi ropa.

Amor ClandestinoWhere stories live. Discover now