Me tomó de la mano, se giró a verme y siguió avanzando, sin soltarme. Caminamos, más de cuatro calles, giramos a la izquierda, a la derecha, avanzábamos recto, sin decirnos nada, solo mirándonos de vez en cuando.
Luego envolvió mi cintura entre sus brazos y me susurró al oído que nos habíamos perdido. Seguimos avanzando, al parecer a ningún lugar.
No me importó, se sentía bien estar perdida con ella en algún lugar... Por primera vez en la vida, había perdido el control de la situación y no me sentía mal, me sentía feliz.
Era media noche, cuando decidimos entrar a una estación de servicio. Pudimos parar unos minutos a cargar nuestros teléfonos y ver hacia dónde debíamos ir. Se sintió extraño cuando de repente, sabíamos exactamente donde estábamos paradas y resultó aún más extraño cuando nos dimos cuenta de que habíamos avanzado sólo 10 calles y que nuestra nueva casa estaba más cerca de lo que creímos.
Perdimos la noción del tiempo, creímos cosas que no eran, solo decidimos estar las dos. Nos perdimos en nuestras mentes, para compartir la una con la otra.
Hacía tiempo que no nos veíamos, que no nos tocábamos y este momento se trataba de eso, de sentirnos en contacto la una con la otra, de estar las dos.
