Capítulo 25

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Emily se batía en duelo con una salten, dispuesta a dejar intacto su prestigio y elaborarnos unas tortitas de ensueño. Espátula en mano y vídeo tutorial en la otra, no se alejaba ni unos centímetros del fuego. Aun así, la cosa no empezó yendo muy bien.

— ¡Se ha pegado!— vociferó intentando remediarlo—. Mmm... creo que le faltaba harina. Sí, eso debe ser.

— Lo bueno es que después de echarle colorante a las tortitas la cosa solo puede ir a mejor— comenté jocosa.

— ¡Pensaba que era extracto de vainilla!

— ¡Qué más da eso! Lo importante es que me van a matar mis padres cuando vuelva a casa. ¡Vamos a desayunar a la una!— se quejó Paula.

— Pues decimos que fue a las doce ¡Hoy somos de Canarias! Ale problema resuelto, ahora a por otro— asió la mezcla y vertió un cuarto del tarro de harina dentro.

La primera fue insalvable, salió a pocos pasos de volverse puré y encima cruda. Pero tras batallar mucho para que no se quemaran y la llegada de Sophia, empezamos a desayunar.

— ¿Qué pensáis hacer hoy chicas?— pregunté al tiempo que le echaba Cola Cao a la leche. 

— Pues mis padres se van al cine así que estamos pensando en quedarnos en mi casa y ver una peli— respondió Sophie mientras bañaba en sirope su plato y se apartaba un mechón rubio de la cara.

— Claro, claro. Solo vais a ver una peli— dijo Em poniendo la última palabra entre comillas con un gesto.

— ¿Aún no se lo has contado?— inquirí.

— Es complicado. Mi familia es muy creyente y está chapada a la antigua. No lo entenderán. No soportaré que ellos se unan a los que están en mi contra por mi manera de querer.

— Pero no podéis estar escondiéndose siempre— debatió Em.

— Es difícil ver cómo la gente te mira mal solo porque te ven feliz con otra mujer. Sus ojos solo ven algo antinatural y feo donde yo veo belleza. Es difícil percibir la manera en la que se separan de ti como si tuvieras una enfermedad contagiosa. Mis padres irán mucho más allá, nos separarán. Me mandarán lejos porque "lejos de la epidemia, el enfermo sana mejor"

— No estáis enfermas— intervino Em.

— ¿Y quién se lo dice a ellos?

— Tú— sentencie firmemente. Sophie se calló y miró fijamente su tenedor—. Ellos no verán más allá si tú no les dejas ver. Y no empezarás a vivir hasta que no comiences a luchar por ti misma.

Nunca digas nuncaDär berättelser lever. Upptäck nu