Siete.

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Pasaban los minutos y aún los chicos no sabían nada de Sean. James comenzaba a pensar que escapar no le habría resultado tan fácil… aunque, según Sam, él siempre se las arreglaba para estar bien. Pero lo cierto era que él había salido antes que ellos y, por tanto, debería estar ya allí.

-          ¿Cuánto crees que tardará tu primo?

-          Espero que no mucho más…

Y, como siempre, aquel rubio hacía aparición en los momentos menos esperados. Salió de la nada, acompañado por una chica de estatura media, pelo largo –negro-, y unos penetrantes ojos del mismo color. Inspiraba seguridad y, por alguna razón, recordaba al chico que estaba a su lado. Sean y ella parecían haber sido cortados con el mismo patrón.

Se fueron acercando y la mirada de la chica se encontró con la de Sam, a quien no parecía caerle del todo bien.

-          Hola, primita. Mira con quién me encontré – saludó Sean.

-          Ashley… - asintió Samantha con una irónica sonrisa.

-          Yo también me alegro de verte, Sam – respondió la pelinegra.

Una gran tensión se apoderó del momento, que fue interrumpido por la chica, al descubrir que no se encontraban solos.

-          Vaya… ¿Y tú quién eres? – preguntó a James con atrevimiento.

-          James Evans, encantado.

-          Ashley Brooks – le dio su mano en señal de saludo.

-          Bueno, Ashley, ¿qué haces tú por aquí? – interrumpió Sam.

-          He venido a verte, ¿acaso una vieja amiga no puede?

-          Sí, por supuesto. Sobre todo tú – reprochó.

-          Me ofendes, Sam.

-          Vamos, Brooks, sabemos perfectamente que no eres de esas. ¿Qué quieres? – comenzaba a exasperarse.

-          Está bien. ¿Podríamos hablar en otro sitio?

-          Vamos – añadió Sean, abriendo la puerta del coche.

-          ¡¿QUÉ?! No pienso ir a ningún lado con esta – gritó Sam.

-          Bueno, tampoco yo quería ir con este y aquí estamos – contraatacó su primo.

-          Hey, que estoy aquí – se defendió James.

-          Como si me importara.

Así que, como muchos podrán imaginar, el trayecto de camino a casa de los Adkins fue de todo menos amistoso. Había un terrible silencio dentro de ese coche, y dada la tensión que se podía sentir, nadie se atrevería a hablar hasta estar nuevamente dentro de la casa de aquellos primos irremediables.

La llegada fue igual de incómoda, y hasta que no estuvieron todos reunidos en la sala de estar de los primos, no desapareció tal sensación. Y, cómo no, fue nuestro querido Sean quien hizo que esto sucediera.

-          Bueno, Ash, ¿podrías explicarnos qué está pasando?

-          ¿Y este…? – comentó la pelinegra haciendo referencia a James.

-          Es de fiar, suéltalo ya – soltó la morena.

-          Las cosas se han complicado. Ya nada es seguro por allí.

Entre las Estrellas.Where stories live. Discover now