Dos.

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Unos rayos de luz comenzaron a abrirse paso ante los ojos de James. Le costaba un poco acostumbrarse a toda aquella luz, dado que había estado inconsciente quién sabe cuánto. Pero pronto todos los recuerdos regresaron a su mente y, en un abrir y cerrar de ojos, se incorporó, provocándole así un leve mareo.

-          No deberías hacer eso – le dijo.

¿Sam? ¿Qué hacía ella allí? ¿Y dónde se encontraba? Ante esta incertidumbre comenzó a recorrer con la mirada cada rincón del lugar en el que se hallaba. Paredes de ladrillo con el color un tanto desgastado a causa de la humedad, una pequeña ventana a su derecha, y la puerta a su izquierda. Justo enfrente había una pequeña mesa con una silla, donde ella estaba sentada. Y, por supuesto, la cama en la que él se encontraba. Nada del otro mundo. Un típico colchón sobre una base de hierro ya un tanto envejecido. Aquel lugar no le inspiraba nada de tranquilidad, lógicamente, y es que parecía la típica estancia utilizada para tener a alguien como prisionero.

Regresó la vista a su acompañante y pudo ver cómo esta le escudriñaba con su mirada; analizando cada uno de sus movimientos.

-          ¿Qué hago aquí? ¿Dónde estamos?

-          Te desmayaste – respondió secamente, evitando su segunda pregunta.

-          ¿Así? ¿Sin más?

-          Parece ser que el aire te ha debilitado.

-          ¿El aire?

-          Sí, al cruzar.

-          Entonces… ¿no era imaginación mía? ¿Estamos en Coldfire?

-          Algo así.

Justo en aquel momento alguien más entró a la habitación. Un hombre un tanto corpulento, de ojos grandes, nariz respingona y mejillas demasiado marcadas, vistiendo unos pantalones negros con un suéter del mismo color, acercó una bandeja a James.

-          Debes tomar esto, si no quieres que vuelva a sucederte lo mismo – y, sin más, se fue por dónde había venido.

Contempló aquel bol con un líquido un tanto pastoso y decidió no hacer caso al mal aspecto que aquello tenía. Todo fuera por su salud. Si deseaba obtener respuestas a todas aquellas preguntas que estaban formulándose en su cabeza, sería necesario estar en todos sus cabales. Si no, de nada habría servido cruzar y perder el conocimiento. Sin pensarlo dos veces, lo acercó a su boca y se lo tomó en dos tragos. Su cara, tuvo que haber sido de todo menos agradable, puesto que Samantha se animó a hacer un comentario.

-          Rico, ¿eh? – comentó sonriendo. Por primera vez la veía sonreír, y podía asegurar que era un gesto muy agradable. Tendría que conseguir que lo hiciera más a menudo frente a él.

-          De los mejores platos que he probado – ironizó.

-          Era necesario. Ahora descansa un poco más. En un rato habrá que regresar.

El asintió, gesto que hizo que ella se levantara de su asiento dispuesta a salir por la puerta.

-          Sam… - dijo James, haciendo que esta se girara con un extraño gesto – perdón, Samantha.

-          Dime.

-          ¿Estás bien?

No se refería a si se encontraba bien justo en aquel instante, y estaba seguro de que ella lo sabía. Aún así, su respuesta fue:

-          Sí, a mí no me afecta el cambio - lo acompañó con una sonrisa.

Y así, sin añadir nada más, desapareció por aquella puerta.

James cerró los ojos para descansar un poco más, como ella le había dicho. O al menos intentarlo, puesto que no dejaban de pasar muchísimas cosas por su mente. En tan solo unas horas había sucedido de todo. Tras tantos años con una vida completamente monótona, llegaba todo esto de golpe, y le estaba siendo un tanto difícil asimilarlo. Pero, lo que tenía muy claro era que quería averiguarlo todo sobre ella y sobre aquel lugar. Costara lo que costara. Ya no se trataba de simple curiosidad, sino de una necesidad. Todo era demasiado extraño. ¿Cómo se explica uno que, de la nada, aparece un túnel en su universidad que le traslada a otra galaxia? La idea que le había rondado la mente unas horas atrás sobre su locura, volvía a abrirse paso. Si no fuera porque Sam había estado a su lado, en aquel mismo lugar, se hubiese planteado la posibilidad de que nada de aquello fuese real. Aún por si las moscas, se pellizcó un poco su mano derecha. Pero la molestia que sintió aclaró sus dudas.

Poco después la puerta se abrió nuevamente, abriendo paso a Samantha.

-          ¿Estás listo? Es hora de regresar.

**********

Caminaban de regreso a aquel túnel que desembocaba en la Universidad. Ambos sumidos en  un gran silencio, dado que la chica no se dejaba conocer. Sólo decía unas palabras cuando era estrictamente necesario. De resto, se dedicaba a caminar delante de James, cosa que hacía que éste aumentase aún más su curiosidad por ella. Resignándose a que nada iba a sacar de aquella situación, dirigió su mirada a los alrededores, contemplando lo verde que era el lugar. Un vasto campo se abría paso a su derecha, lleno de flores de colores que atraían vivamente a los insectos. Una mariposa blanca voló alrededor de Samantha, haciendo que el chico no pudiese reprimir una sonrisa. Sin embargo, la quitó rápidamente, pues no quería soportar una mirada de desdén por parte de esta. Pronto llegaron al comienzo del túnel, y nuevamente todo se sumió en una gran oscuridad.

No veía nada, pero por suerte podía escuchar unos pasos delante de él. Parecía que tenía el camino completamente memorizado, por lo que no dudó a la hora de seguirla. Sin ella, estaba seguro de que jamás encontraría el camino de vuelta. La primera vez, había sido afortunado al ser capaz de ver la luz al final del túnel. Y nunca mejor dicho. Pero temía que, si había una próxima, no correría la misma suerte. De modo que se acercó un poco más a su acompañante, pudiendo escuchar sus pasos más cerca y su respiración acompasada.

Su cabeza estaba dando vueltas. Al parecer era cierto que ese lugar le afectaba. Aunque era algo más soportable. No se parecía en nada a ese dolor que había aparecido justo en el momento que quiso conocer quién les acompañaba al llegar a Coldfire. Estaba seguro de que debía agradecérselo a aquella extraña sustancia que le habían hecho comer.

-          ¿Por qué me hace daño el aire de aquí? – preguntó James intentando entablar una conversación.

-          A todos los que tienen algún gen terrestre en su organismo les ocurre.

-          Pero… estas vacaciones estuve en Coldfire, y nada de esto me había sucedido antes.

-          En las naves y los hoteles se encargan de reponer sus reservas a través de los alimentos. Así nadie se percata del cambio.

-          Vaya – confesó fascinado.

-          Sí, lo tienen todo controlado – soltó con desprecio en su voz.

De ese modo, todo volvió a sumirse en un incómodo silencio. ¿Cómo podía ella soportar esa sensación? Es de lo más desagradable. Además, James se sentía frustrado. Intentas acercarte a una persona, y lo único que consigues es desdén por su parte. Sí, en alguna que otra frase no había sido tan desagradable, pero el resto del tiempo esa mirada y ese tono a la defensiva no desaparecían. Algo estaba sucediendo.

Apenas se dio cuenta de que la luz ya casi cegaba sus ojos, señal de que estaban de vuelta. Dio unos pasos más, y enseguida vio a todos los estudiantes, al otro lado de la verja, tomando su desayuno o charlando animadamente. Fue esto lo que le hizo alzar la mirada hacia el gran reloj de la entrada. Las doce menos veinte. El recreo había comenzado a las once y media.

-          ¿Qu-qué diablos? – tartamudeó James .

Tan solo habían pasado diez minutos, cuando tenía más que seguro que en aquel lugar había estado mucho más que eso. No le encontraba sentido a nada. En ese momento giró su cabeza hacia la izquierda, en busca de una respuesta a esa enorme pregunta que quería formular. Sin embargo, no podría hallarla. Samantha ya no estaba allí.

Entre las Estrellas.Where stories live. Discover now