Capítulo 2

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La semana transcurrió tan deprisa, los deberes iban en aumento y todo junto me hizo olvidar casi por completo la fiesta de hoy en la noche. Seguía sin ganas de ir pero ya se lo había prometido a Elizabeth. Ya sólo quedaba una hora para recogerla.

Llegando a casa lo primero que hice fue tomar un baño. Saqué aquellos Vans blancos que la abuela me había regalado la navidad pasada, tomé un pantalón blanco y una camisa del mismo color; la idea de ir todo de blanco no estaba tan mal, el color me sienta bien. Me miré al espejo y  recogí algunos mechones de cabello que caían sobre mi cara, con un último vistazo salí de la casa y me monté en el auto.

 Miré la hora y me percaté de lo tarde que era. Conduje por toda la avenida Carolina Streat y doblé un par de veces para acortar un poco de camino. A lo lejos pude apreciar la enorme casa  color carmesí que sobresale de entre las demás. 

Aparco el coche delante y una vez he bajado, me dirijo a la puerta para tocar el timbre, un poco nervioso y avergonzado por la tardanza. La puerta de madera color café se abre y la voz dulce y aguda de Elizabeth se oye al mismo tiempo que la puerta se cierra detrás de ella.

—Hola, Nick, te ves increíble —su voz sonaba más aguda de lo normal. Al verla salir me dejó sin palabras y, sin saber qué hacer, me permití admirarla por más tiempo del correcto y tras un carraspeo de su garganta sacudí mi cabeza de un lado a otro para volver a la realidad.

—Tú también te ves excepcional —admití sintiendo mis mejillas calentarse un poco. Decir que se veía hermosa se quedaba bastante corto, se veía perfecta en ese vestido negro que le llegaba hasta las rodillas. Llevaba el cabello suelto, arreglado en pequeñas ondas. No se había maquillado esta vez y usaba unas zapatillas Tom's negras. Todo se vería extraño en una chica que está acostumbrada a utilizar 2 kilos de maquillaje y zapatos con un tacón súper alto, pero no en ella, se veía tan malditamente bien que parecía incorrecto dejar de mirarla.

—¿Nos vamos? —pregunto al mismo tiempo que señalo el coche, ella asiente y comienza a caminar por delante mío. Ya dentro del auto el ambiente se siente un tanto incómodo, enciendo el motor y nos disponemos a irnos. Permanece tan callada que comienzo a ponerme aún más nervioso, conduzco a la espera de una luz roja—. ¿Te parece si pongo algo de música? —pregunto al momento que saco de la guantera algunos discos. Sin quererlo siquiera, mi mano roza la piel descubierta de su pierna y todos los bellos se me erizan, evito su mirada y coloco los discos en mi muslo para poder verlos mejor pero la mano de Elizabeth se posa sobre ellos, toma un disco que ni siquiera alcancé a visualizar y lo analiza un par de segundos—.

—¿Puedo poner éste? — ella levanta el disco y lo agita entre sus dedos.  Asiento con la cabeza y ella introduce el disco en el estéreo.El reproductor comienza a sonar con un ritmo lento que va aumentando conforme la melodía se reproduce, la canción se apodera del auto y todo el camino transcurre de manera tranquila.

Una vez frente al instituto nos percatamos de lo repleta que se encuentra la entrada y lo difícil  que será encontrar un estacionamiento dentro así que me decido a estacionar afuera.— ¿Segura que quieres hacer esto? —pregunto mientras abro su puerta.

—Claro, ¿por qué no lo estaría? —toma mi mano y el calor abrazador vuelve a aparecer.

—Sólo preguntaba —le dedico una sonrisa torcida y sujeto su mano al mismo tiempo que cierro la puerta del auto. Hay mucha gente así que es difícil avanzar, Elizabeth no suelta mi mano para nada y eso me da fuerza para continuar con esto, dentro del gimnasio la multitud es aún más grande y ahora se dificulta aun más el caminar. No sé a dónde me lleva pero vamos saliendo de la masa de cuerpos.

Se puede respirar mejor, por lo que veo estamos en la otra orilla. Elizabeth toma una silla y la lleva hasta una mesa que se encuentra a escasos metros sin darme oportunidad de ayudarla.

—Aquí podremos hablar mejor —sus ojos vuelven a mostrar ese fuego.

—Claro, ¿de qué quieres hablar? —tomo la silla que está a su lado y me siento frente a ella. Sus ojos azules brillan con una intensidad que no había visto nunca. Sus manos toman las mías y de pronto todo desaparece como si solo estuviéramos ella y yo.

—Nick, desde hace tiempo estoy enamorada de ti, no te lo había dicho antes porque tenía miedo a que me rechazaras, pero por como estoy pasando la noche siento que no es así —se pone de pie y una vez más me deja sin palabras. La sigo y, al tomar sus manos se acerca a mi pecho y puedo sentir cómo mi pulso de acelera—, te quiero, Nick.

Sus brazos rodean mi cuello y nos acercamos tanto que nuestras respiraciones chocan. Sus labios tan cerca de los míos aumentan el fuego que hay en mi interior—. También te quiero —mis palabras suenan temblorosas y la voz se me ha vuelto ronca. Sus labios tan carnosos me provocan una sensación indescriptible, sus ojos se quedan fijos en los míos y una pequeña risa brota de su garganta.

De un instante a otro, sus labios tocan los míos y mi cuerpo aumenta enormemente su temperatura, sus manos permanecen en mi cuello y yo la tomo de la cintura el dulce movimiento de sus labios con los míos me hace sentir un placer enorme. Sonríe entre el beso y mi sistema reacciona ante su acto.

—Tranquila Lizzie, no te lo vayas a tragar —una voz masculina suena a mis espaldas pero no logro reconocer a quién pertenece, Elizabeth se aparta de mí aún con su sonrisa en los labios.

—Tan inoportuno como siempre, Zac —dice con el mismo tono gracioso del chico. El nombre me resulta familiar y no es hasta que doy media vuelta que logro identificarlo. Es el mismo chico que entró a mi clase y mi confusión aumenta al pensar el motivo por el cual ellos puedan conocerse.

—¿No me presentarás a tu amigo, prima? —mis ojos se abren como platos y caigo en cuenta de que Elizabeth y el chico misterioso, junto con su hermana son primos. Mi chica rueda los ojos al cielo y su sonrisa se vuelve aún más grande. Comienzo a impacientarme y de pronto,lo único que deseo es que el chico se vaya para continuar con lo que Lizzie y yo habíamos empezado.

Tan inoportuno...

Condenados: la llegada del malWhere stories live. Discover now